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Internacional

Una difícil dialéctica

Jorge Gómez Barata

En diversos escenarios, dirigentes cubanos llaman a la preservación y defensa de la identidad nacional, lo cual se mezcla con la idea de la soberanía, se vincula a pretensiones hegemónicas del imperialismo y a las “guerras culturales” y de “símbolos”. Tales alusiones son frecuentes también en artistas y figuras de la cultura. Tal vez sea pertinente contextualizar tales enfoques e incorporar una coda para equilibrarlos en una dialéctica necesaria.

El prolongado y absoluto bloqueo norteamericano provocó el aislamiento y la desconexión de la Isla de los circuitos culturales e informativos occidentales, provocando un vacío que se llenó con productos culturales nacionales y del campo socialista, especialmente de la Unión Soviética. Aparecieron así, los “costos no económicos del bloqueo”.

Cuba es el único país del mundo donde desde hace más de cincuenta años no circula ni una sola publicación occidental y desde hace treinta años ninguna extranjera. Las últimas fueron “Sputnik” y “Novedades de Moscú”. En la Isla no se reciben las señales de ninguna televisora extranjera, la conexión a Internet es difícil, lenta y cara y, no son frecuentes las visitas de artistas extranjeros ni la venta de novedades literarias foráneas.

Probablemente, los intelectuales, académicos y periodistas cubanos son de los que menos viajan y participan en eventos científicos y culturales. Entre las personas de menos de 60 años son escasos los graduados en universidades occidentales y las posibilidades de hacerlo en Europa Oriental y la Unión Soviética cesaron treinta años atrás.

Hasta no hace mucho, para viajar, a los cubanos se les exigían “cartas de invitación” y “permisos de salida”.

La confrontación con Estados Unidos y durante muchos años con la casi totalidad de los gobiernos de América Latina, así como la naturaleza del proceso político y de la filosofía importada de la Unión Soviética, basada en el exclusivismo ideológico y en la crítica, a veces nihilista de todas las corrientes y escuelas de pensamiento no afiliadas al marxismo-leninismo, sumaron tantos al enclaustramiento impuesto.

Al extenderse a todas las esferas y prolongarse durante demasiado tiempo, la dura y multilateral confrontación provocó una lógica reacción de autodefensa en todas las esferas, especialmente en la política, la cultura y la psicología social que condujo a resaltar, incluso exacerbar los enfoques y valores nacionales. Por criterios ideológicos o políticos, la difusión de algunos exponentes y manifestaciones culturales extranjeras se limitaron.

No obstante, la identidad nacional y las actitudes que privilegian la cultura local están a salvo. A mi juicio, el déficit mayor radica en la necesidad de insertar culturalmente y científicamente a la Isla en la sociedad global, compartir visiones y lidiar constructivamente con la cultura occidental, en particular con la de los países más avanzados, incluyendo los Estados Unidos.

En este último aspecto, lo peor no radica en los ámbitos artísticos y literarios, sino que el obligado alejamiento está presente en esferas como la economía, la administración y la gestión, el derecho, la sociología, el periodismo, la historia, el arte, la literatura y otras. Algunas ramas de las ingenierías, la arquitectura y las ciencias exactas pudieran necesitar de estas enriquecedoras experiencias.

El presidente Díaz-Canel insiste en involucrar la ciencia y el pensamiento avanzado a los proyectos de desarrollo nacional. Al respecto, tal vez el país pueda invertir en la gente, concediendo becas a los cuadros superiores del estado, la administración, el partido, las empresas, las universidades y las organizaciones sociales, enviándolos a estudiar a prestigiosas universidades extranjeras, incluso a jóvenes bachilleres para cursar estudios de pregrado.

En las universidades extranjeras, los cubanos entrarían en contacto con ideas nuevas y avanzadas y sobre todo diferentes. Algunas les parecerán incompatibles con sus credos, prejuicios y dogmas, pero tendrán la oportunidad de conocerlas, procesarlas e incluso asumirlas.

Como valor añadido se relacionarán en el día a día, en calidad de condiscípulos y alumnos a personas con mentalidades diferentes, pero con la misma calidad humana, que incluye una pluralidad de ideas y enfoques a las cuales no están habituados. Adicionalmente, vivirán en un medio social diferente.

El componente de universalidad presente en la cultura cubana, impidió que la agresividad y el aislamiento condujeran al rechazo a lo ajeno.

No obstante, es imprescindible “curarse en salud”, romper decisivamente el asilamiento cultural para impedir que pueda prosperar una mentalidad aldeana que llevaría como advirtió Martí a creer “…Que el mundo entero es la aldea…” Hagámoslo.

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