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Internacional

Socialismo y estados de bienestar

Jorge Gómez Barata

“Estado de bienestar” es una categoría política inspirada en el socialismo, de matriz marxista, orientación socialdemócrata, y conexiones con la Doctrina Social de la Iglesia, practicada en entornos donde están vigentes la democracia liberal y el modo de producción capitalista.

En la práctica se trata de una orientación del sistema político a partir del cual el Estado se vincula a la economía para asegurar cierta equidad en la distribución de los fondos públicos, fomentando niveles de justicia social, que sin suprimir la relación entre el capital y el trabajo propia del capitalismo que conduce a la extracción de plusvalía, salvaguarda los intereses básicos de los trabajadores y protege a los sectores más vulnerables.

Los estados de bienestar, que no son jauja, no forman parte de ninguna utopía, ni son resultados de programas políticos. En estos procesos están presentes ciertas dosis de espontaneidad e influencia del desarrollo cultural que no obedecen a reflexiones teóricas ni a la aplicación de preceptos doctrinarios. En todos los casos se trata de enfoques esencialmente prácticos, afianzados en políticas sociales y en códigos que asumen la actividad política como servicio público.

Entre sus características más sobresalientes figuran las políticas públicas, asociadas a las garantías de acceso a la educación, la salud pública, la seguridad social, la protección a la infancia y la vejez, y más recientemente a enfoques ecológicos avanzados.

En materia laboral se muestran notables avances en materia de salarios mínimos, prestaciones sociales, condiciones de trabajo, reducción de la jornada laboral, y un avanzado régimen de pensiones. En algunos estados ha comenzado la aplicación de la “renta básica”, que constituye un nivel superior en la distribución de la riqueza social.

Se trata de entornos en los cuales la sociedad civil desempeña un papel importante, suelen regir normas migratorias abiertas y relativamente tolerantes, que en su momento sirvieron para acoger exiliados, refugiados, y perseguidos. Comúnmente desestimulan el racismo y la xenofobia. Su política exterior, generalmente pacifista, en sus momentos apoyó la descolonización, condenó las dictaduras, y se identificó con el movimiento de liberación nacional, contribuyendo a las ayudas para el desarrollo.

Allí donde se ha instalado, verbigracia: Finlandia, Suecia, Noruega, Suiza, Bélgica, Dinamarca, Islandia, Alemania, Austria, se ha alcanzado estabilidad, se respira como una “tregua en lucha de clases”

que da lugar a cierta “paz social”. Según se conoce, en esos lares, la corrupción se ha reducido hasta rozar el cero, y se alcanzan niveles de tolerancia que aíslan el racismo, las fobias, los fundamentalismos ideológicos, y los extremismos políticos.

Aunque en las últimas décadas los perfiles esenciales y las conquistas de los estados de bienestar son puestas a prueba por el auge del neoliberalismo, la derechización, el repunte de formaciones políticas de ultraderecha, supremacistas, incluso neonazis, lo cierto es que sus estructuras políticas y orientación estatal han soportado esas presiones, y aunque con altas y bajas, sobreviven.

En cualquier caso, aun cuando se les juzgue del modo más severo y a partir de desfasados códigos ideológicos, los estados de bienestar son avances en la dirección de instalar enfoques socialistas, que con progreso, democracia, y sostenibilidad, pueden prescindir de la exclusividad ideológica, y desplegar la pluralidad económica.

Se trata esta vez de algunas generalidades, luego les contaré de la economía social de mercado, el multiculturalismo, y la renta básica.

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