Alfredo García
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Crece el protagonismo del G7 sobre el Consejo de Seguridad de la ONU. Ayer se concluyó en Biarritz, Francia, la última jornada de líderes mundiales occidentales que desde 1973 se reúnen todos los años para analizar “el estado de la política y las economías internacionales e intentar aunar posiciones respecto a las decisiones que se toman en torno al sistema económico y político mundial”.
A diferencia del Consejo de Seguridad de la ONU integrado por cinco miembros permanentes con diferentes concepciones sobre el mundo y poder de veto, (Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia y China) y 10 miembros no permanentes, donde las decisiones requieren el voto afirmativo mínimo de nueve miembros, el G7 es una alianza conformada por un grupo selecto de Estados superdesarrollados, “con posicionamiento estructural similar resultado de la coincidencia en sus capacidades nacionales, sin barreras ideológicas, con disposición para coordinar sus políticas hacia la consecución de objetivos comunes y la voluntad para establecer algunos medios técnicos de cooperación”. En otras palabras: sin contradicciones políticas o económicas de fondo, excepto las de competencias intrínsecas del sistema capitalista.
A partir de 1998 el bloque occidental se denominó G8 tras la incorporación de Rusia. Sin embargo, en 2014, la seducción occidental terminó cuando Rusia fue excluida por la crisis política con Ucrania y las fallidas negociaciones sobre la península de Crimea.
La incertidumbre sobre la salida del Reino Unido de la Unión Europea (“brexit”), la guerra comercial entre EE.UU. y China, el Acuerdo Nuclear con Irán, la crítica situación de los incendios en la Amazonia y el conflicto israelí-palestino, estuvieron presentes en la agenda de la cumbre.
La canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente, Donald Trump, mostraron disposición para un acuerdo comercial “más profundo y lo más rápido posible” entre EE.UU. y la UE, después que Trump anunció estar listo para un tratado comercial con Reino Unido tras su salida de la UE.
Sobre la anunciada propuesta de paz para israelíes y palestinos, Trump adelantó que podría conocerse antes de las elecciones en Israel el próximo 17 de septiembre, pero el acuerdo sería después de los comicios.
Mientras, en torno a la guerra comercial con China, Trump declaró: “Nunca han sido tan significativas, porque EE.UU. está bien económicamente y China está perdiendo millones de empleo”. Sobre un futuro movimiento dijo enigmáticamente: “Creo que todo es posible”.
Trump sorprendió al elogiar la “unidad” del G7, refiriéndose al tema nuclear iraní, aunque Merkel matizó: Las negociaciones “avanzan lentamente”.
Sin embargo, fue el presidente francés, Emmanuel Macron, anfitrión de la cumbre, quien sorprendió a todos al invitar al ministro de Exteriores de Irán, Mohama Javad Zarif, con quien se reunió en compañía del canciller francés, Jean-Ives Le Drian. Al término del encuentro, Macron tuiteó: “El camino es difícil, pero vale la pena intentarlo”. Trascendió que Macron quiere mediar para una solución diplomática en el grave contencioso norteamericano-iraní.
Por su parte, Trump restó importancia a la gestión de Macron. No queda claro si se trata de una audaz decisión soberana del líder francés o si es una maniobra “policía bueno-policía malo” coordinada con el mandatario estadounidense.
El examen del G7 sobre delicados temas internacionales que competen al Consejo de Seguridad de la ONU, sugiere la búsqueda de una estrategia occidental consensuada frente a Rusia y China.