Adriana Robreño
Por si a alguien le quedaba alguna duda del que el impeachment o juicio político a la presidenta brasileña Dilma Rousseff fue una artimaña disfrazada de legalidad para destituirla, el ex mandatario Michel Temer –beneficiado directo de la treta- confesó que sí fue un golpe de Estado en una entrevista a TV Cultura transmitida esta semana en el gigante suramericano.
En realidad lo que el ex gobernante intentaba era distanciarse de la maniobra política pero se equivocó y dijo “jamás apoyé o me empeñé en el golpe”, lo cual constituye más que todo una confesión pública.
El no fue el único que confesó. La abogada Janaína Pascoal, una de las autoras del documento presentado a fines de 2015 que justificaba legalmente las supuestas maniobras contables de Rousseff, también reconoció en su cuenta de Twitter que la ex jefa de Estado no cayó por las llamadas “pedaladas fiscales”.
Tanto Temer, corrupto probado que llegó al poder sin ser electo y que ya no juega ningún papel en la política brasileña, como Janaína, actualmente diputada estadual en Sao Paulo por el derechista Partido Social Liberal al que también pertenece el presidente Jair Bolsonaro, pusieron al desnudo lo que ya era sabido por muchos y que trajo nefastas consecuencias para la población.
La ascensión al poder del ultraderechista fue resultado indudablemente de la campaña de desprestigio al Partido de los Trabajadores y a sus principales líderes. Sin el golpe tampoco se hubiera puesto fin a las leyes de protección laboral, ni se hubieran privatizado parte de la reserva de crudo pré-sal ni la distribuidora de Petrobras, ni estuvieran camino de acabar con el sistema de pensiones y seguridad social, ni hubieran acabado programas como Más Médicos o Mi Casa, Mi vida, ni Lula estaría preso.
Las verdades van saliendo a flote, infelizmente un poco tarde. La operación Lava Jato, bajo el manto de operación anticorrupción, también tuvo su papel en el golpe, lo cual quedó también al desnudo desde que el sitio The Intercept, liderado por el periodista Gleen Greenwald, comenzó a publicar las conversaciones filtradas entre quienes dirigían el operativo, jueces y fiscales.
Temer, en su entrevista al programa de TV Cultura, dejó claro la interferencia ilegal en la política por parte del Poder Judicial y en especial del juez Sergio Moro, actual ministro de Justicia que lideraba la Lava Jato. El ex vicepresidente de Rousseff, declaró ante las cámaras que si los tribunales hubieran permitido a Lula ocupar el cargo vacante de Ministro de la Casa Civil en 2016, el gobierno no caía. Pero en aquel momento todos callaron, incluso el Supremo Tribunal Federal dejó la farsa andar hasta sus últimas consecuencias.
Hoy Brasil paga el precio del Golpe, una farsa que cambió para siempre la historia del país y ahora no hay vuelta atrás.