Zheger Hay Harb
La actual crisis ha hecho evidente el liderazgo de personajes y organizaciones o la falta de él.
Tendríamos que empezar por el ex presidente Alvaro Uribe, el hasta ahora líder imbatible de la extrema derecha vinculada con las formas más extremas y salvajes de combatir a quienes considera sus enemigos y favorecer a sus aliados. En esta emergencia, que no es sólo de salud sino de peligro de colapso de la institucionalidad ante el peligro de verse desbordada, ha brillado por su ausencia.
El llamado a juicio por la Corte Suprema, las trapisondas que se le han descubierto mediante la actuación de sus a.bogados, las declaraciones de ex jefes paramilitares aliados suyos durante su gobierno y el proceso contra Santiago, su hermano, por supuesta creación del grupo paramilitar de los Doce Apóstoles y el creciente índice de desempleo, han llevado su nivel de aceptación a menos del 30 %.
Debe estar recordando, con mucha nostalgia, aquellas épocas en que su popularidad llegaba al 87 % cuando prometía acabar con la guerrilla aplicando su política de mano firme y corazón grande, de la cual sólo vimos la primera parte que aplicó en alianza con los paramilitares. Fue la época de las masacres que arrasaron poblados enteros de campesinos desarmados y se apoderaron de la tierra que les obligaron a abandonar. Pero en las ciudades la gente lo apoyó porque su temor era al secuestro y estaba convencida de que Uribe lo erradicaría junto con la guerrilla.
Ahora, cada vez que se hace evidente la insuficiencia del sistema de salud y la debacle del de pensiones, todos recordamos que esas tragedias son consecuencia de la ley 100 de 1991 que las privatizó y Uribe impulsó en el Senado.
Ahora, ante la crisis del Covid19, él tan dicharachero, tan presto a ponerse ante el micrófono para dar sermones de rezandero paternal, ha estado callado, porque ha encontrado en esta tragedia la oportunidad de encerrarse en una de sus haciendas posando de abuelo amoroso a ver si nos olvidamos de sus delitos.
Su títere, el presidente Iván Duque, después de dar un resbalón tras otro tratando de remendar las metidas de pata de los ministros que Uribe le impuso, sólo acertó en decretar el aislamiento total luego de que los alcaldes, encabezados por la de Bogotá le tomaron la delantera y se rebelaron contra su tibieza. Fiel a su credo neoliberal, se apropió de los recursos de las regiones para dárselos a los bancos, especialmente a los cuatro de Luis Carlos Sarmiento Angulo, su financiador, dinero que será manejado por su ministro de Hacienda, quien en el mismo cargo en el gobierno de Uribe mediante una maniobra torticera se apoderó del dinero de los municipios para sus sistemas .de acueducto. Esta emergencia lo ha salvado hasta ahora del debate que la oposición le tenía preparado en el Congreso.
En general, el desempeño del gabinete ministerial ha sido pobre cuando no desastroso, como en los casos de dos de las más importantes carteras como son la del Interior y Defensa.
Varios alcaldes, casi todos de fuerzas alternativas, algunos de izquierda como el de Cali, antiguo militante del M19, que repite alcaldía, y Claudia López, apoyada por casi toda la oposición, han consolidado su liderazgo, lo cual permite prever que las próximas elecciones, si Gustavo Petro decide hacer equipo con ellos, auguran posiciones importantes para la izquierda.
La bancada de oposición en el Congreso se consolida y muestra nuevos liderazgos de jóvenes de izquierda y centro que por primera vez incursionan en política.
Por su parte, tanto el ELN como las disidencias de las FARC y la “Nueva Marquetalia” (por el nombre del lugar donde nacieron las FARC) anunciada por Iván Márquez y Santrich, que de manera grandilocuente “anunció al mundo” que nacía la quintaesencia de la lucha guerrillera, han resultado muy inferiores ante el reto que esta situación ofrece. Ha habido en distintas épocas treguas decretadas por la guerrilla con ocasión de eventos como navidades o Semana Santa, pero en este momento, con el país sobrecogido por la incertidumbre, no han hecho ningún pronunciamiento. Siguen las escaramuzas y secuestros sin ningún impacto político, como no sea demostrar su desconexión con la realidad y su mala lectura del momento.
Es de esperar que a la salida de esta emergencia, las organizaciones y figuras de oposición que se mantienen más o menos coordinadas, reaparezcan con mandatos más firmes que permitan creer en la posibilidad cierta de unidad para las elecciones de 2022.