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Internacional

Parece lo mismo, pero no es igual

Por Alfredo García

El terremoto político con epicentro en Washington que estremece Estados Unidos, provoca réplicas en Israel. Mientras la sociedad norteamericana se debate entre el continuismo y el cambio, con la reelección del presidente Donald Trump y un candidato opositor que concentre el voto del partido demócrata, independientes, indecisos y republicanos moderados, hartos de la errática política del empresario presidente, en Israel la crisis política de Estados Unidos, se refleja en el resultado de las últimas elecciones que aunque parecido a las dos anteriores, no es igual.

En el tercer intento del Parlamento israelí en menos de un año por estabilizar el gobierno, el primer ministro, Benjamin Netanyahu, resultó vencedor por estrecho margen como en los dos comicios anteriores, pero esta vez matizado por una creciente voluntad política de opositores y ex aliados de impedir su reelección y poner freno a los intereses políticos y económicos que representa.

Anunciado los resultados definitivos, el bloque conservador encabezado por el Likud (36 diputados) de Netanyahu, junto a los partidos ultraortodoxos Shas (9) y Unión por la Torá y el Judaísmo (7) además de la extrema derecha nacionalista de Yamina (6), ha sumado 58 parlamentarios sin alcanzar la mayoría requerida para formar gobierno.

Por su parte la coalición opositora de centroizquierda, liderado por la Alianza Azul y Blanco (33 diputados), encabezado por el exgeneral, Benny Gantz, el Partido Laborista, la formación pacifista Meretz (7), la Lista Conjunta de partidos árabes (15), para un total de 55 escaños en un amplio frente de rechazo a Netanyahu.

Hasta aquí lo parecido a las dos elecciones anteriores. Sin embargo lo que no es igual es la decantación en favor de Gantz del exministro conservador Avigdor Lieberman, líder del Partido Israel Nuestra Casa (7 diputados) y exaliado de Netanyahu, que en las dos elecciones anteriores declinó formar una alianza con algunas de las partes para completar la mayoría necesaria y formar gobierno.

Trascendió que Lieberman recomendará la próxima semana al presidente israelí, Reuven Rivlin, que el exgeneral Gantz sea designado candidato a primer ministro. El aspirante que cuente con mayor número de votos, será el encargado de formar gobierno.

Aunque no se menciona, el Acuerdo de Paz para solucionar el conflicto israelí-palestino propuesto por Trump, que no solo insulta la inteligencia de palestinos sino también de israelíes, tuvo mayor influencia en esta ocasión. La señal de que la liquidación política de Netanyahu va en serio, la dio la incorporación de Lieberman a una gestión con Azul y Blanco, Lista Conjunta y Meretz-Laborista-Gesher, para aprobar una ley que impide a un procesado ser primer ministro. La ley actual lo permite, hasta que la condena sea ratificada por el Tribunal Supremo. El juicio contra Netanyahu, comenzará el 17 de marzo acusado de soborno, fraude y abuso de poder.

La coincidencia del juicio político contra Trump en el Congreso y el que enfrentará Netanyahu en los próximos días, así como la intención de ambos en reelegirse con el apoyo de los oscuros intereses económicos y políticos que representan, revela al margen de la lucha ideológica, la naturaleza tóxica de Trump y Netanyahu y en caso de triunfar, el nefasto futuro de la democracia en Estados Unidos e Israel.

La incorporación de un importante sector de la derecha al bloque centro-izquierda contra Netanyahu, no solo es el resultado de la confrontación de las dos visiones sobre el conflicto israelí-palestino, sino la refracción de la crisis gubernamental que atraviesa Estados Unidos, traducida en la decisión del sector más lúcido de la clase política israelí de renovar la relación del Estado israelí con la Administración Trump.

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