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México

Arzobispo Romero, santo

CIUDAD DEL VATICANO, El Vaticano, 14 de octubre (ACIPrensa/AFP).- El Papa Francisco proclamó santos al asesinado Arzobispo salvadoreño Óscar Romero, emblema de una Iglesia comprometida con los pobres, y al Papa italiano Pablo VI, el Pontífice del diálogo, en una multitudinaria misa de canonización celebrada este domingo en la plaza de San Pedro del Vaticano.

“Declaramos y consideramos santos a Pablo VI y a Óscar Arnulfo Romero Galdámez”, declaró según la fórmula en latín el papa Francisco, quien canonizó en la misma ceremonia a los religiosos Francisco Spinelli, Vicente Romano, María Catalina Kasper, Nazaria Ignacia de Santa Teresa de Jesús y al laico Nuncio Sulprizio.

El Papa Pablo VI fue “el profeta de una Iglesia extrovertida que mira a los lejanos y cuida de los pobres”, declaró Francisco durante la homilía.

“Es hermoso que junto a él y a los demás santos y santas de hoy, se encuentre Monseñor Romero, quien dejó la seguridad del mundo, incluso su propia incolumidad, para entregar su vida según el Evangelio, cercano a los pobres y a su gente, con el corazón magnetizado por Jesús y sus hermanos”, añadió suscitando aplausos y ovaciones.

En homenaje, el Papa usó como vestimentas litúrgicas durante la ceremonia el cíngulo con sangre que llevaba en la cintura Romero el día de su asesinato en 1980, así como la casulla de Pablo VI.

Miles de personas, entre religiosos, fieles y autoridades de los dos continentes asistieron a la solemne proclamación en el Vaticano, entre ellos unos 7,000 salvadoreños.

Según la Gendarmería de El Vaticano, unas 70,000 personas abarrotaron la plaza desde muy temprano para asistir a la ceremonia.

En un ambiente festivo, los salvadoreños cantaban y enarbolaban pancartas con la imagen del religioso, asesinado el 24 de marzo de 1980 por los escuadrones de la muerte mientras oficiaba misa, y quien se convirtió en un ícono mundial de la defensa de los pobres y de la lucha contra la violencia.

“Yo no soy católica, soy romerista”, contó la salvadoreña Julia Martínez Colocho, de 40 años, quien trabaja como limpiadora de casas en Nueva York y ahorró para cumplir lo que considera un sueño.

Simultáneamente, miles de feligreses celebraban en forma emotiva frente a la catedral de San Salvador la canonización de Romero, cuya tumba en la cripta del templo se convirtió desde el sábado en lugar de peregrinación.

“Nuestra nación está de júbilo”, dijo el presidente Salvador Sánchez Cerén desde Roma, en un mensaje en la cadena nacional de radio y televisión.

Los presidentes de Panamá, Juan Carlos Varela; de Chile, Sebastián Piñera; y de Italia, Sergio Mattarella, así como la reina Sofía de España figuraban entre los asistentes.

Ejemplos para la Iglesia

Los retratos gigantes de los siete nuevos santos cubren ahora la fachada de la basílica de San Pedro, donde fueron expuestas sobre un altar sus respectivas reliquias, entre ellas parte de un hueso de Romero y la camiseta que Pablo VI llevaba cuando fue apuñalado en Filipinas en 1970.

Los dos nuevos santos son figuras representativas de la Iglesia que impulsa el Papa argentino, “pobre para los pobres”, abierta al diálogo, pero también sin etiquetas: ni progresista ni conservadora.

“Que el Señor nos ayude a imitar su ejemplo”, clamó el pontífice argentino al concluir su homilía.

La canonización de Romero (1917-1980) en El Vaticano, donde contó con numerosos enemigos, reivindica también la figura de un Obispo que fue perseguido, humillado y amenazado, incluso por la propia curia romana, que intentó por años bloquear el proceso.

“Esta canonización es muy importante porque se trata de una persona justa, que la merece, porque vivió en tiempos de guerra y murió de una manera atroz”, comentó emocionada a la AFP la salvadoreña Marta Rodríguez de Orellana, quien reside desde hace dos años en Milán, en el norte de Italia.

Tanto Romero como Pablo VI representan las contradicciones y las dificultades que vivió la Iglesia del siglo XX, y fueron atacados y criticados dentro de la misma institución por sus aperturas a los cambios de la sociedad y por sus pedidos de mayor justicia social.

El asesinato de Romero marcó el comienzo de una guerra civil en su país, que duró hasta 1992 y dejó 75.000 muertos y al menos 7.000 desaparecidos.

Pablo VI, el primer Papa viajero y el primero en pisar Tierra Santa, viajó a Colombia en 1968 e impulsó el diálogo con las otras religiones.

Incluso “en medio de dificultades e incomprensiones”, fue testigo de “la belleza y la alegría de seguir totalmente a Jesús”, reconoció este domingo el papa argentino al recordar las críticas y las polémicas que suscitó su pontificado dentro y fuera de la iglesia, entre ellas por el “no” a la píldora anticonceptiva en la era de la revolución sexual.

La homilía

El Papa Francisco presidió la Misa de canonización del Papa Pablo VI, del Arzobispo de San Salvador Mons. Óscar Romero y de otros cinco nuevos santos este domingo 14 de octubre; e indicó que todos tenían en común que sabían amar a Jesús con absoluta radicalidad.

Así lo señaló el Santo Padre en su homilía, en la que advirtió que Jesús no se conforma con recibir un poco. “Jesús es radical. Él lo da todo y lo pide todo: da un amor total y pide un corazón indiviso”, afirmó.

“También hoy se nos da como pan vivo; ¿podemos darle a cambio las migajas? A Él, que se hizo siervo nuestro hasta el punto de ir a la Cruz por nosotros, no podemos responderle sólo con la observancia de algún precepto”.

“A Él, que nos ofrece la vida eterna, no podemos darle un poco de tiempo sobrante. Jesús no se conforma con un ‘porcentaje de amor’: no podemos amarlo al veinte, al cincuenta o al sesenta por ciento. O todo o nada”.

El Papa señaló que el Evangelio de este domingo es una invitación a encontrarse con el Señor, a amarle con esa radicalidad, y en concreto lo refleja en el joven “que se le acercó corriendo”. En este sentido, Francisco invitó a “identificarnos con ese hombre, del que no se dice el nombre en el texto, como para sugerir que puede representar a cada uno de nosotros”.

La conversación que se produce entre ese joven y Jesús es una conversación que se produce en el interior de cada cristiano a lo largo de su vida de fe.

El joven “le pregunta a Jesús cómo heredar la vida eterna. Él pide la vida para siempre, la vida en plenitud: ¿quién de nosotros no la querría? Pero, vemos que la pide como una herencia para poseer, como un bien que hay que obtener, que ha de conquistarse con las propias fuerzas”.

De hecho, “para conseguir este bien ha observado los mandamientos desde la infancia y para lograr el objetivo está dispuesto a observar otros; por esto pregunta: ‘¿Qué debo hacer para heredar?’”.

El Santo Padre explicó que “la respuesta de Jesús desconcierta” a ese joven. “El Señor pone su mirada en él y lo ama. Jesús cambia la perspectiva: de los preceptos observados para obtener recompensas al amor gratuito y total. Aquella persona hablaba en términos de oferta y demanda, Jesús le propone una historia de amor”.

En concreto, “le pide que pase de la observancia de las leyes al don de sí mismo, de hacer por sí mismo a estar con Él. Y le hace una propuesta de vida ‘tajante’: ‘Vende lo que tienes, dáselo a los pobres (…) y luego ven y sígueme’”.

“Jesús también te dice a ti: ‘Ven, sígueme’”, afirmó Francisco dirigiéndose a los fieles congregados en la Plaza de San Pedro. Entonces, explicó lo que significan esas dos palabras: “ven” y “sígueme”.

“Ven: no estés quieto, porque para ser de Jesús no es suficiente con no hacer nada malo. Sígueme: no vayas detrás de Jesús solo cuando te apetezca, sino búscalo cada día; no te conformes con observar los preceptos, con dar un poco de limosna y decir algunas oraciones: encuentra en él al Dios que siempre te ama, el sentido de tu vida, la fuerza para entregarte”.

El Señor tiene una actitud tajante con aquel joven, pero sus palabras no son de reprobación, sino de amor. Jesús le dice: “Vende lo que tienes y dáselo a los pobres”.

El Pontífice subrayó que “el Señor no hace teorías sobre la pobreza y la riqueza, sino que va directo a la vida. Él te pide que dejes lo que paraliza el corazón, que te vacíes de bienes para dejarle espacio a él, único bien”.

“Verdaderamente, no se puede seguir a Jesús cuando se está lastrado por las cosas. Porque, si el corazón está lleno de bienes, no habrá espacio para el Señor, que se convertirá en una cosa más. Por eso la riqueza es peligrosa y, dice Jesús, dificulta incluso la salvación”.

Dios no es severo, insiste Francisco. “El problema está en nosotros: el tener demasiado, el querer demasiado sofoca nuestro corazón y nos hace incapaces de amar”.

En este sentido, el Papa comparó el corazón humano con un imán que “se deja atraer por el amor, pero solo se adhiere por un lado y debe elegir entre amar a Dios o amar las riquezas del mundo”.

“Preguntémonos de qué lado estamos. Preguntémonos cómo va nuestra historia de amor con Dios. ¿Nos conformamos con cumplir algunos preceptos o seguimos a Jesús como enamorados, realmente dispuestos a dejar algo para él?”.

Es Jesús el que plantea esas mismas preguntas en el corazón de cada uno de sus hijos. “Jesús nos pregunta a cada uno personalmente, y a todos como Iglesia en camino: ¿somos una Iglesia que solo predica buenos preceptos o una Iglesia-esposa, que por su Señor se lanza a amar? ¿Lo seguimos de verdad o volvemos sobre los pasos del mundo, como aquel personaje del Evangelio?”.

En definitiva, “¿nos basta Jesús o buscamos las seguridades del mundo? Pidamos la gracia de saber dejar por amor del Señor: dejar las riquezas, la nostalgia de los puestos y el poder, las estructuras que ya no son adecuadas para el anuncio del Evangelio, los lastres que entorpecen la misión, los lazos que nos atan al mundo”.

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