La Iglesia Católica ha reiterado que la veneración de las imágenes de la Virgen de Guadalupe constituye una práctica profundamente arraigada en la tradición mexicana, pero subraya que no debe confundirse con la adoración, que corresponde únicamente a Dios.
De acuerdo con el Catecismo de la Iglesia Católica, la veneración de imágenes sagradas se fundamenta en que “el honor tributado a una imagen se dirige a la persona representada en ella”. En el caso de la Virgen de Guadalupe, su imagen es considerada un signo de la presencia maternal de María, quien conduce a los fieles hacia Cristo.
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Cada 12 de diciembre, millones de peregrinos acuden a la Basílica de Guadalupe en la Ciudad de México para rendir homenaje a la Virgen Morena, en conmemoración de sus apariciones al indígena Juan Diego en 1531. Este acto, según la Iglesia, es una expresión de devoción popular que fortalece la identidad cultural y espiritual del pueblo mexicano.
El Vaticano ha señalado que la imagen guadalupana es un símbolo que une a los creyentes y que su veneración se inscribe dentro de la tradición católica de respeto a las imágenes sagradas. La adoración se reserva exclusivamente a Dios, mientras que a María y a los santos se les rinde veneración o hiperdulía, un reconocimiento especial por su papel en la historia de la salvación.
En este sentido, la Iglesia Católica invita a los fieles a comprender que la imagen de la Virgen de Guadalupe no es un objeto mágico, sino un signo de fe que recuerda la cercanía de María con los creyentes y su intercesión ante Dios.
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