VÍctor Flores Olea
Como de costumbre, América Latina vive en graves sobresaltos. El primero de ellos surge en el extremo sur con la muy probable elección presidencial en favor de Jair Bolsonaro, en Brasil, con lo cual se colocaría en territorio del fascismo el país mas grande del continente. El segundo problema grave en el continente es el de las muy fuertes corrientes migratorias en Centroamérica, que afectan directamente, sobre todo, a México y a Estados Unidos, agravándose la situación en el último caso por la hipersensibilidad de su presidente Donald Trump, que ha llegado a un planeta en el que nada le satisface y él menos que nada al resto del mundo.
Es verdad, vivimos sobre todo durante la segunda mitad del siglo XX en multitud de dictaduras militares y golpes de estado que interrumpieron los procesos democráticos de variedad de nuestras naciones. Todos tenemos conciencia, por ejemplo, de la crueldad del gobierno de Augusto Pinochet y de otros gobiernos vecinos a Chile. Esperemos que Bolsonaro no llegue tan lejos, aunque en este terreno, como ustedes saben bien, es imposible establecer medidas o limites. Sin embargo, todos tenemos confianza en que el valiente pueblo brasileño, que ya vivió una experiencia semejante, sabrá poner un hasta aquí a los anuncios ominosos que repite sin límite su candidato fascista, favorito para ganar en la segunda vuelta. Después de todo Brasil es un país con grandes reservas democráticas que. esperemos surjan en la misma segunda vuelta, para cerrarle el paso con anticipación a Jair Bolsonaro. Creo, en todo caso, que es la hora precisa en que el resto de los países latinoamericanos, sus “hermanos”, pero también Estados Unidos y Canadá, se expresen ya en contra del posible “golpe de estado” legal y fascista que pudiera presentarse en el gran país del sur continental.
Por lo que hace al segundo sobresalto que vive en la actualidad América Latina, debemos decir que México ha quedado como emparedado entre las exigencias de Donald Trump que debieran, según su tono, cumplirse inmediatamente, y el problema no fácil de resolver de tres o cuatro mil centroamericanos, principalmente hondureños, que eventualmente se quedarían en México, ya que Trump estaría decidido a no recibir a uno solo, para lo cual ha amenazado inclusive con llevar a su frontera sur al propio ejército de los Estados Unidos, lo cual ha reforzado además sus argumentos para pedir a su legislatura la cifra suficiente para construir el famoso muro, eso si no le exige su pago o parte del mismo a México. Por fortuna en este aspecto parece haber ya un firme acuerdo nacional con el concurso de los dos presidentes, el saliente y el entrante.
Pero la cuestión para México no es solo con Estados Unidos sino el problema objetivo de recibir a varios miles de inmigrantes. Pero también por fortuna López Obrador parece lo suficientemente flexible y ambicioso para enfrentarse a la cuestión, al decir que la mayoría de ellos podrían trabajar en la zona sur y sureste del país, en los proyectos que ha planteado de nuevas comunicaciones por ferrocarril, precisamente en esas zonas de México. Como se ve, la cuestión no es fácil, ya que se trata de proyectos complicados cuya realización es aún más compleja, tanto desde el punto de vista de su planeación, de su financiamiento hasta su misma ejecución. Si al proyecto de los ferrocarriles en el sur y sureste del país agregamos el plan de construir una o dos refinerías no demasiado lejos de esas zonas, la cuestión de resolver el trabajo de los migrantes tal vez pueda ser enfrentado, pero debe decirse que su ejecución, en sus distintas fases, en el mejor de los casos llevará demasiado tiempo, y que no es fácil ver el problema con una solución a corto o mediano plazo, ni siquiera con la fuerza de trabajo excedente que representa esa migración.
Ocurre lo mismo con la magnifica idea de AMLO de convencer a nuestros socios del tratado comercial de América del Norte de realizar inversiones importantes en los países centroamericanos que más lo necesiten, como una forma de detener las migraciones que se originan esencialmente por la falta de trabajo en sus lugares de orígen. Vemos pues que las migraciones centroamericanas se presentan, y crecen, por un conjunto de factores y de carencias que no son de fácil solución. O con soluciones que por necesidad requieren de plazos mucho más amplios.
En el caso de México, el problema caerá sobre todo en el tiempo de la presidencia de Andrés Manuel López Obrador, que se añade a otros de mayor o igual urgencia en el ámbito interno del país. Como si fuera poco, ya que esta cuestión puede desatar una serie de presiones internacionales cuyo alcance es imposible de precisar ahora.