Francisco Javier Pizarro ChávezDe la conmemoración a
Ayer se conmemoró a lo largo y ancho del país el 50 aniversario de la masacre del 2 de octubre de 1968.
Miles de mexicanos rindieron homenaje a los caídos en la Plaza de las Tres Culturas, desde ahí se trasladaron al Zócalo, donde fue izada la bandera nacional a media asta, en señal de duelo.
Desde ayer el gobierno de la Ciudad de México, retiró las placas colocadas en estaciones del Metro, inauguradas por el entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz, artífice de la masacre, lo que motivó que se esparciera rápidamente en el país, la demanda de que se quite de escuelas, calles, bulevares, edificios públicos y colonias, el nombre de Gustavo Días Ordaz.
En el Senado de la República también se conmemoró durante la sesión ordinaria esta fecha histórica y se colocó en la primera Sala plenaria una placa en letras doradas con la leyenda “Movimiento Estudiantil de 1968”, en memoria de ese acontecimiento histórico, por los legisladores de las diversas bancadas que hicieron uso de la tribuna.
En diversos canales televisivos como los de TV Unam y el canal 22 del Instituto Politécnico Nacional se difundieron documentales que ilustran, etapa por etapa, como se desarrolló el movimiento estudiantil de 1968 y el autoritarismo y barbarie con que respondió el gobierno a las demandas de los estudiantes.
Las preguntas que todos debemos hacernos es ¿Basta esa conmemoración para hacer justicia a los caídos y exorcizar los demonios de un sistema político en decadencia, corrupto y represor? ¿Realmente es posible a medio siglo de lo ocurrido castigar a los culpables de esa atroz masacre—muchos de los cuales ya han muerto?
¿Creen ustedes que la CIA, las áreas de inteligencia de las fuerzas armadas y corporaciones policiacas que asesinaron y desaparecieron a cientos de estudiantes y encarcelaron a otros, van a aportar documentos e información respecto a lo que sucedió ese 2 de octubre?
Por supuesto que no. Las redes de impunidad creadas por el actual sistema se mantienen incólumes. Si no se ha logrado dar con el paradero de los 43 normalistas de Ayotzinapa, ni procesado y dictado sentencia a quienes están involucrados en ese otro caso de lesa humanidad, es realmente ingenuo suponer que se haga justicia y se castigue a quienes ordenaron y operaron la masacre de la Plaza de las Tres Culturas. El único sobreviviente es el sucesor de Gustavo Díaz Ordaz, quien logró salir impune de la investigación que realizaba la Comisión de la Verdad tanto sobre la masacre del 2 de octubre, como la del 10 de junio de 1971.
Tengo para mí que la única y verdadera forma de reivindicar el movimiento estudiantil de 1968, es la transformación de fondo del sistema político presidencialista, centralista, manipulador, corrupto, represor vigente de 1968 a la fecha.
La alternancia en el poder, como ha quedado fehacientemente demostrado, no garantiza la democracia, la libertad, el combate a la corrupción y la impunidad, y en consecuencia la libertad y los derechos humanos de los ciudadanos.
La Cuarta transformación de México que Andrés Manuel López Obrador declara impulsará una vez que asuma la Presidencia de la República no puede ni debe quedar en un capítulo más de frustración popular como ha ocurrido desde la independencia, la Reforma y la Revolución.
Se requiere un cambio estructural del sistema de partidos, el electoral y el de representación. Y esto no lo puede hacer por sí mismo ni AMLO, ni Morena y sus aliados.
Se requiere de la participación de los ciudadanos, no solamente mediante consultas en torno a obras y políticas públicas (que es un buen comienzo) sino también y ante todo, empoderándolos en la toma de decisiones y supervisión del desempeño del Estado.
Finalmente es el pueblo, no el presidente quien tiene el mandato para poner orden y exigir presidentes municipales, gobernadores, legisladores estatales y federales se respete y acate la constitución, el Estado de Derecho, la justicia y se hagan valer en la realidad los derechos humanos de los ciudadanos.
Y la única vía sensata y razonable para lograrlo es la democracia participativa para establecer un nuevo pacto social consensado de todos los sectores para impulsar un proyecto de nación que combata la desigualdad social, la corrupción, la impunidad, y haga valer el Estado de Derecho y la soberanía de México.
Ese sería el mejor homenaje que se debe rendir a los estudiantes del movimiento del 68, el de 1971; a los familiares de las víctimas de la “guerra sucia” de los setenta; a los padres de los 43 normalistas de Ayotzinapa; de los desplazados por el crimen organizado; al 50 por ciento de los agentes de la Policía Federal que han sucumbido ante la narcoviolencia y por supuesto a todos los mexicanos en extrema pobreza, insalubridad y nulo desarrollo humano, que desde mi punto de vista son los delitos de lesa humanidad mas recurrentes e ignorados.