Guillermo Fabela QuiñonesApuntes
Aunque algunos de los responsables de la crisis económica y social que atraviesa México no concuerden con lo dicho por el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, la realidad nos patentiza que la bancarrota a la que se refirió en un mitin en Tepic, Nayarit, es un hecho que demuestran los datos duros más significativos, como un endeudamiento público que rebasa los 10 billones de pesos, más de la mitad de la población en situación de pobreza y 30 millones en pobreza extrema.
Afirmó: “Por la bancarrota del país es posible que no se pueda realizar todo lo que se demande”. Sin embargo, precisó: “Que quede claro, vamos a cumplir todo lo que ofrecimos en campaña. Ese es el piso y de ahí para arriba”. Por supuesto, hubo voces en el sector privado contrarias a este señalamiento, lo cual es explicable porque la elite empresarial disfruta de una situación bonancible muy alejada de la que atraviesa la mayoría de la sociedad nacional.
México es uno de los países cuya economía está prendida de alfileres, que se pueden caer con un mínimo movimiento, gracias a que el Estado subsidia en buena medida a los principales sectores productivos privados, vía devolución de impuestos, trato preferencial en las tarifas de servicios, energéticos baratos, etcétera. No es casual que los bancos, en su mayoría extranjeros, tengan en nuestro país sus más altas utilidades, imposibles de lograr en otros mercados.
Sin embargo, Claudio X. González Laporte dijo que lo expresado por López Obrador, tiene como finalidad “matizar” el hecho de que “no cumplirá con todas las promesas que hizo en campaña”. No lo haría, por supuesto, si continuara la estrategia neoliberal de quitar la renta que corresponde a los más pobres para otorgársela a la minoría privilegiada, como ha sucedido en las pasadas tres décadas y media. En tal sentido es una medida atinada la que anunció el presidente electo, de cambiar las funciones del Bansefi, “el único banco que dejaron del sector público”, para que el crédito “llegue a las comunidades más apartadas”.
Se habrá de llamar Banco de Bienestar del Pueblo, nombre que sin duda algunos lo utilizarán para calificar a López Obrador de “populista”. No así Enrique Bojórquez, presidente de la Asociación Mexicana de Entidades Financieras Especializadas, quien señaló: “No estamos en una economía boyante, no somos un país rico. Estamos en desarrollo, me parece extremo pensar que estamos en bancarrota”. Sin embargo, reconoció que “sigue sin llegar el financiamiento a zonas rezagadas en el país. Si seguimos haciendo lo mismo, no se van a poder reducir los índices de marginación”.
¿Acaso no es un caso extremo que tengamos una deuda externa de más de 10 billones de pesos mientras alrededor de 30 millones de mexicanos subsisten en la marginación? Esto es lo que conviene que comprenda la sociedad en su conjunto, pues de no hacerlo ahora para tomar las providencias necesarias, si no estamos hoy en bancarrota pronto lo estaremos porque no tendremos recursos en nuestras manos para solventar las necesidades de una población que sigue aumentando.
Por eso es inaplazable revertir las políticas públicas neoliberales que han favorecido la dramática desigualdad que sufre el país, las cuales lo único que están logrando es empobrecer más a México y meterlo en una dinámica de dolor y sufrimiento cada vez más explosivo. No hay otro camino que sumar fuerzas gobernantes y gobernados, con el propósito no sólo de preservar los “alfileres” que sostienen a la economía nacional, sino de asegurar que no se necesiten en el futuro.
López Obrador, sin duda tiene una honesta voluntad de cumplir sus promesas de campaña. Lo podrá lograr sin contratiempos si las clases mayoritarias dan la espalda a los agoreros de la derrota del pueblo en los hechos, y las minorías dejan de lado su egoísmo y falta de solidaridad con la nación. Ni qué decir que el futuro está en nuestras manos.
(guillermo.favela@hotmail.com)
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