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Opinión

No hay silla pa’ tanta gente

Iván de la Nuez

En tiempos de crisis, que son estos tiempos, encontrar trabajo se convierte en una odisea diaria. Hay, sin embargo, una agencia de colocación que no para de crear empleos. O, por lo menos, de repartir sueldos: la política.

En esa esfera, casi siempre hay trabajo. Y si no lo hay, se inventa, se saca de abajo de las piedras, aunque se trate de plazas opacas que cambian dinero por lealtad. (Si esa lealtad es mera pantomima da para otro artículo).

“No tenemos nada para que trabajes por el futuro, pero al menos tenemos algo para que lo hagas por el voto.”

Este parece ser el lema.

El problema es que aquí no acaba la cosa. Y muy pronto el nuevo empleado querrá un escaño, presentarse a elecciones, representar al pueblo, una poltrona en la que acomodarse.

Ahí empieza el molote, porque los partidos son los que son, y los escaños son los que ya existen.

¿La solución? Pues crear nuevos partidos, ensayar fusiones extravagantes, duplicar lo que sea. Así en la paz como en la guerra, así en el poder como en la oposición, en la política se pasa menos hambre.

Pero, ¿en realidad necesitamos este mosaico de siglas, banderas, campañas y eslóganes? ¿Hay algo legible en todo esto?

No se trata, aquí, de tirar la democracia o el pluralismo por la borda, sino de establecer una sospecha sobre el pluripartidismo autoritario que define a eso que ya se ha dado en llamar “posdemocracia”. Un estadio en el que la política repite los vicios de las empresas; que trata a los ciudadanos como clientes, sustituye la ideología por el marketing y expone sus programas como se venden los productos comerciales.

Así, se nos prometen, a sabiendas, cosas que no se pueden cumplir. Como esas líneas aéreas que nos venden más pasajes de los que realmente existen.

Por eso, lo que define a la posdemocracia no es el pluralismo, sino el overbooking.

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