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Opinión

El aria al amanecer

León García Soler

Vuela el tiempo. Tiene prisa el que se levanta temprano para que no se le adelante otro que no se acueste. Nunca es más oscura la noche que cuando va a amanecer. Y a sabiendas de que podrían topar todavía con una sonrisa y la frase burlona de “lo que diga mi dedito”, los reporteros que cubren la fuente de la Presidencia (ahora, nada menos que en Palacio Nacional) cruzan la enloquecedora metrópoli con los ojos bien abiertos para llegar a tiempo de escuchar el discurso matutino, el aria del amanecer. Y preguntan. Y asienten. Y envían sus notas e imágenes a la ya innecesaria redacción de los medios en los se refleja el otro lado del espejo.

Rápido transcurren las horas del gobierno de AMLO. Tanta paciencia, tantos kilómetros, tantos discursos y compromisos a lo largo de una docena de años. Y una campaña definida por el candidato vitalicio como “la tercera es la vencida”, predicción profética con palabras infantiles que mal exponen el peso del poder recibido en el mandato de más de treinta y un millones de mexicanos. Y, como prueba de que el alud no era prisa por la cuarta transformación, se reflejó el apuro por dejar atrás los desastres sexenales que llegaron con el vuelco finisecular y repartieron las culpas hasta convertir el afán democratizante en prematuro hartazgo. Y el desprecio por los partidos políticos, en sentencia de muerte para la política y las galas de la democracia sinónimo del capitalismo financiero.

En un mes y cinco días quedó sellado al ataúd del reformismo optimista que para enterrar al PRI cavó la tumba del PAN. Lo que se emprendió como reforma política concluyó en una seria infinita de reformas electorales. Hoy las voces infantiles de los dueños del dinero y los detentadores del poder son coro fúnebre entonado cada madrugada para dar marco al aria del que retorna vencedor, como operático Radamés. Y tras condenar al ya viejo régimen insepulto, Andrés Manuel López Obrador perdona a los autores de todos los males que en el mundo han sido, a los beneficiarios del ya indefinible “neoliberalismo”. Paz y amor. Perdón y no olvido. Y sin embargo, cada mañana amanece nueva tempestad del Júpiter tonante.

Males son del tiempo y no del predicador tropical. AMLO abrió los brazos para reconciliarse con los financieros, empresarios y hombres de negocios que integraron sus consejos desde el instante en que Llegó a Los Pinos Miguel Alemán. Mucho antes del largo infierno del neoliberalismo al que ha condenado cada mañana el Presidente López Obrador. Antes del arribo a la Secretaría de Hacienda en la que Antonio Ortiz Mena instauraría el “desarrollo estabilizador” del crecimiento anual de más del seis por ciento. Del milagro mexicano al que invocó AMLO y revivió la suspicacia y el odio por el nacionalismo revolucionario, de los que él llama fifís.

Confusión al amanecer y al caer cada noche. Porque los de abajo, los del hoy llamado “pueblo sabio”, dejaron atrás la sucesión y transición de seda. El solidario y multitudinario contingente ciudadano hizo suyo el mandato de los treinta millones y atendió al llamado de López Obrador a rechazar las cacerías de brujas. Pero no acaba de perdonar a los malos del pasado y conceder amplia amnistía a los atrapados en las redes delincuenciales; viciados por la corrupción o a salvo ya por la impunidad imperante. A primera hora, diría en vísperas del Día de Reyes que se podría hacer una consulta para decidir si se lleva a juicio a los cinco ex presidentes sobrevivientes, a los que ya se privó de la generosa pensión que la ley otorgara en tiempos del cesarismo sexenal: Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón a las filas de los mexicanos del común.

Ah, pero los de abajo también dieron por concluida la luna de miel que Alfonso Romo diría era ya un “matrimonio católico”. Y como los del EZLN no han firmado la paz con el Estado mexicano, en Chiapas volvieron a negar apoyo al profeta tropical. Lo que le dijo el comandante Moisés no es para tallarse en piedra. Pero ni el trenecito Maya ni el tránsito a la Cuarta Transformación son aceptados por los que alguna vez ilusionaron a las izquierdas en reposo y dieron fama universal al poético subcomandante Marcos. De madrugada, AMLO evadió el debate y se negó a pelear con los zapatistas del sur al que tan tardíamente llegó la reforma agraria.

“No me van a cucar”, dijo el del amor y paz. Y no hubo necesidad de que el vocero emulara al que explicaba lo que el señor Presidente quiso decir en tiempos de la incontinencia verbal de Vicente Fox. No por mucho madrugar... Pero en el discurso matutino habló del llamado a los jóvenes a las armas, a incorporarse a la Guardia Nacional, cuerpo que todavía no existe legalmente y ya ha provocado discusiones en las Cámaras del Congreso de la Unión. Ah, la dicha de cumplir los mandamientos del prócer, sin pecar de orgullo ni confesar en cada discurso que se es creyente, que Dios es amor y Cristo es el defensor de los pobres. Martí Batres dejó al Niño Dios vestido de AMLO en su cuna; y dejó que fray Mario Delgado calmara las apostasías panistas y el discurso laico del diputado veracruzano, Héctor Yunes Landa, para colmo del PRI:

“Sí, tenemos prisa, qué bueno que ya se haya convocado a aquellos que estén interesados, que empiecen a tener información sobre lo que será la Guardia Nacional”, dijo el discípulo de Marcelo Ebrard. Ya en el aria matutina, Andrés Manuel López Obrador había justificado la convocatoria: “no queremos perder tiempo”, Pero sabedor del precio de mandar al diablo a las instituciones, expresó confianza en que se aprueben las reformas que den vida a la Guardia Nacional en el periodo extraordinario de sesiones al que ya se puso fecha.

Despacio que voy de prisa. Ya ve usted, silencio ante las andanadas de Trump. Y un llamado del Canciller Ebrard, también amigo del yerno del de las torres del oro, para dar respuesta a las dudas del cuerpo diplomático. La frontera entre México y los Estados Unidos de América está en el río Bravo y no en el Suchiate. Y si tienen que hablar de muros, recuerden a los vecinos del norte que no somos ni seremos policía migratoria del gobierno del señor Trump. Y de paso, que se aprendan el grito en Berlín de Ronald Reagan, ídolo y precursor de la ultraderecha: “Derribe ese muro, señor Gorbachov, ¡derribe ese muro!”

Ojalá. Porque el tiempo vuela y van a sobrar inconformes con la austeridad como remedio para todos los males. Apenas van a llegar los reyes de oriente y tanto en el SAT como en el Banco de México ya pusieron los zapatos del amparo en el alfeizar de las ventanas de la Suprema Corte que estrena Ministro Presidente. Allá donde se repite la amenaza de las multitudes al grito de ¡viva el caos anarquizante! Y las autoridades de la CDMX no envían más que felicitaciones al ministro Arturo Zaldívar.

Llega la aurora y en Palacio reivindica López Obrador su derecho a la réplica. Libertad de expresión no es igualdad en el trato o discordia entre quien tiene el bastón de mando y las infanterías de quienes el difícil oficio de exponer la opinión, sin ignorar que sin exhibir los hechos mal pueden servir a la búsqueda de la verdad. Siempre es ventaja debatir desde las alturas. Y ni siquiera ampararse en reformar la Constitución obliga a ignorar lo que la misma norma expresa desde 1917 en defensa de la separación de poderes. Nadie va a ganar más que el Presidente de la República, dijo el titular del Poder Ejecutivo; que no cree que el poder Judicial se vaya a atrever a pasar por encima de la Carta Magna.

Y no habría tal atropello. Los derechos y límites de ambos poderes está en negro sobre blanco en sendos artículos de la Constitución. Los trabajadores de organismos autónomos están en su derecho de ampararse. Así como los del Poder Legislativo lo están para acatar la voluntad expresa del Ejecutivo, aunque el César sexenal haya desaparecido en la crisis constitucional y social de aquí y del resto del mundo de la globalidad de oligarquías y el imperio del capital en la desigualdad cósmica.

A propósito de dinero y activos, AMLO hizo pública la declaración patrimonial que presentó ya ante la Secretaría de la Función Pública: no posee propiedades, ni cuentas de cheques, ni vehículos, ni riqueza alguna. Una cartera celosamente cuidada en las campañas y debates, con un billete de veinte dólares y otro de doscientos pesos. La familia, bien. Ajena a las fortunas del Rey Midas, pero bien. La ley no exige hacer pública dicha declaración, pero quienes quieran colaborar conmigo, sentenció el del perdón sin olvido, estarán obligados a dar a conocer sus bienes.

Y ahí empieza y termina la distancia entre la obligación “moral” y la defensa del ancho y ajeno mundo de la desigualdad y el delito. El otrora delfín panista, Germán Martínez Cázares, y el hoy secretario de Seguridad en recomposición, Alfonso Durazo, redujeron su declaración a los sueldos de funcionarios del gobierno de la honradez valiente. Olga Sánchez Cordero únicamente informó sobre su experiencia laboral y grados académicos: envidiable riqueza ésta. Esteban Moctezuma Barragán y Josefa González Blanco. En el gabinete, así como Alfonso Romo y Julio Scherer Ibarra, de la Casa Presidencial, optaron por la discreción extrema.

Silencio/ que están durmiendo/ los nardos y las azucenas...

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