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Opinión

Desnivel de conciencias ante la nueva Revolución Mexicana

Alejandro Solalinde

No dejaré de hablar de la diversidad humana, ¡lo más sorprendente de nuestra existencia, de todas las realidades que observamos! ¿Cómo no admirarnos ante el hecho de que ninguna persona se repite? ¿Cómo no llenarnos de asombro al constatar que somos diferentes y que nunca ha existido, ni existirá, nadie igual a otro?

Si la vida es en sí un misterio que posiblemente nunca alcancemos a descifrar del todo; la humanidad constituye otro gran misterio, como cada persona. Podemos afirmar con la ciencia que procedemos de una mujer ancestral que han llamado Lucy, cuya existencia se remonta a 120 millones de años, en Africa. Pero no sabemos a ciencia cierta cuándo surgió, y cómo, la vida de la conciencia: la vida propiamente humana.

Desafortunadamente vivimos hoy en día con mucha prisa, llenándonos de atracciones o distracciones visuales que nos roban la oportunidad de incursionar en las profundidades de nuestro interior, de nuestra conciencia. Los dispositivos electrónicos ocupan el primer sitio de atención de cuanto nos rodea, incluso la propia familia. Cada vez es más común que la gente sola, en público, o en núcleos muy cercanos, esté cada quien con su móvil. Y entonces, están juntos pero cada uno con su tema.

Por eso, hoy más que nunca, urge hacer una reflexión sobre la importancia de nuestra conciencia y su relación con otras. Si nuestros rasgos físicos y nuestra personalidad nos definen ante los demás, la parte más profunda, la conciencia, es la parte más característica y peculiar, aunque es intangible. La conciencia nunca la podremos ver, pero sí estarán a nuestro alcance sus rasgos, sus manifestaciones externas, como: pensamientos, sentimientos, convicciones, visiones, creencias, expresados por los signos de la palabra, el lenguaje corporal, no verbal, por obras de arte, por acciones, actuaciones.

Cuando hablo de diversidad humana me refiero al hecho de la originalidad de cada quien; cuando hablamos de diversidad sexual señalo las características, gamas y preferencias de la vida sexual. Esto es sólo una parte de la complejidad humana. La diversidad humana, en sentido amplio, no es un problema en sí, puesto que es una realidad que existe, más allá que nos parezca o no. El único problema que se puede plantear sería para alguien que no estuviera de acuerdo con dichas realidades, y se propusiera negarlas y exterminarlas, como ha sido al caso del nazismo, del fascismo y todo tipo de intolerancia.

No, la diversidad humana no es un problema, pero el desnivel de una conciencia a otra ¡sí lo es! Todos los días estamos conviviendo con gente diferente y hasta opuesta y contrastante. El reto es cuando tenemos que realizar una obra común; mientras más grande sea una empresa, resultará más compleja la armonización de diferentes conocimientos, visiones, convicciones, opciones prácticas, etc.

¿Qué hay dentro de eso que llamamos conciencia? ¿Cuáles son los aspectos en donde se presentan los desniveles de la conciencia comparativamente de un individuo a otro? ¿Qué repercusiones genera las diferencias de niveles de conciencia? ¿Qué aspectos o campos de la conciencia se pueden cualificar y cuantificar, para hablar de niveles?

Antes de responder a estas cuestiones pienso que es pertinente justificar porqué hago tanto énfasis en la importancia de la conciencia y los diferentes niveles que hay entre unas y otras, porque la conciencia juega un papel vital en este proceso de la nueva transformación que experimenta el país. Porque en este nuevo modelo democrático se cuenta libremente con las personas, ni se les amenaza, ni se les compra, ni se les manipula. No hay chantajes, únicamente llamados a la conciencia. Si hay un grado considerable de convicción los cambios por la democracia permanecerán, aunque surjan nuevos intentos de la oligarquía conservadora por regresar a su mundo de dominio y corrupción. Quien se volvió adicto al poder y al dinero los buscará obsesiva y compulsivamente. Y se va a morir buscando ansiosamente su dosis.

¿Qué hay dentro de la conciencia?

Este complejo comprende: experiencias, conocimientos, sufrimientos, emociones, ejemplos motivadores, situación cultural, memoria histórica, moral, ética, fe, religión, concepción teológica, aspiraciones, o no, anhelos futuros, prospectiva, esperanza o desesperanza, contexto histórico, clase económica, pertenencia partidista o no, aceptación del bien común, más atenta a lo que divide que a lo que une; aceptación de conceptos y realidades con interpretaciones prestadas, o construir un enfoque propio, fruto del análisis, la crítica constructiva, con nuevos y sólidos referentes.

En cada una de estas variables se dan grados, niveles, intensidades. Hay conciencias más adelantadas a su tiempo, con una visión más amplia, más abarcadora en el tiempo y en el espacio, más extendida y profunda. Una conciencia no la podemos ver, sin embargo, a través de sus manifestaciones podemos conocer mejor a las personas.

El presidente Andrés Manuel enfocó el proyecto de nación hacia la democracia, es decir algo que nunca se ha dado en México; se trata de un cambio radical, una verdadera revolución pacífica, que reconoce los derechos humanos, la diversidad humana, preferencia por los más empobrecidos y excluidos. La prioridad, lo repite casi siempre, es la concientización, la formación de la conciencia, sin manipulaciones.

Ante el misterio de la conciencia propia y ajena, lo mínimo que debemos tener es respeto, reconocimiento a su dignidad, buscar sin miedo el encuentro, dialogar los contrastes, enriquecernos mutuamente y crecer en acciones por el bien común.

¿Cómo se percibe el andar de nuestras conciencias en este inicio de nueva transformación?

Hablar de ciudadanía es hablar del 82% católico; y si sumamos los cristianos evangélicos, somos una gran mayoría convertida en feligresías. Los católicos de hoy somos el resultado de varias tradiciones y procesos históricos; elementos judeocristianos, medievales y modernos nos configuran. Nos caracteriza el haber estado sometidos casi siempre por instituciones autoritarias, verticales que, por sus mismas dinámicas se impusieron por el miedo, el control social y de la conciencia. A eso hay que sumar las últimas décadas de nefasta tecnocracia neoliberal que tuvo el atrevimiento de llegar a la cúspide del cinismo y la corrupción. El pueblo nunca importó, por eso no le informaban ni lo tomaban en cuenta, nunca se preocuparon por generar una participación ciudadana, dispusieron de los dineros de la ciudadanía como si fueran los dueños. Los gobiernos corruptos del PRIAN y sus satélites pensaron que iban a ser eternos y cambiar de las oportunidades para todas y todos con patria por dinero y pensaron sólo en ellos y estiraron al máximo la liga, hasta que se reventó. Y vino la rebelión sabia y pacífica; llegó el cambio: millones votaron por un nuevo modelo económico, político, social, cultural, religioso, en una palabra: un cambio radical ¡una revolución! Pacífica, democrática, pero una revolución.

Pero años de dominación y vasallaje no se corrigen con una votación, es preciso echar a andar una súper campaña de educación, deconstruir toda estructura opresora que no respete las personas y la tierra; los derechos humanos y los de la tierra. La verdadera reforma educativa tendrá que apuntar hacia una visión crítica, analítica, liberadora, ecológica e incluyente. Una revolución de las conciencias para encontrarnos sin muros, con nosotros mismos, con el próximo, con el Dios de la vida, con la madre tierra, de la mano de nuestros Pueblos originarios y, por supuesto, con la riqueza de nuestras hermanas y hermanos migrantes. Todos juntos podemos construir el espacio nacional que anhelamos.

México ya no está en venta, no es mercancía en manos de políticos y empresarios sin escrúpulos, Dios es el único dueño de todo. Fuera del templo los especuladores de la vida. Otra conciencia ciudadana es posible: las feligresías emergentes sustentadas en la fuerza laical, relegada por el clericalismo, está tomando la iniciativa en la transformación del país; hoy más que nunca urge una Pascua nacional, el paso de la corrupción a la honestidad, de la injusticia e impunidad a la justicia para todos, de la hiriente desigualdad a las oportunidades para todas y todos, de la terrible inseguridad y violencia a un país pacificado y respetuoso.

Las feligresías necesitamos encontrarnos con el maravilloso joven Jesús de Nazaret, el Cristo, escucharlo, caminar con él, asumir su causa del Reino y la prioridad de su justicia. Es preciso aprovechar la gracia divina y dejarnos guiar por el otro joven indómito y rebelde, el Espíritu Santo que empuja toda transformación liberadora, pascual.

Es momento de decidir qué le vamos a meter a nuestra conciencia y qué tenemos que sacarle: información basura, miedo, prejuicios, desesperanza y tantas idolatrías neoliberales. Es tiempo de seleccionar una buena alimentación nutritiva, sana que abone a la solidaridad nacional. En nuestro santuario interior pueden caber todas y todos los que anhelamos superar cosas y construir nuevas.

El reto más grande de nuestro actual mandatario y de todos los que buscamos una vida nacional equilibrada es el desarrollo de nuestra conciencia. En este campo se juega el futuro de México. Somos concientes que la ciudadanía con un mejor nivel de conciencia tendría más facilidad para contribuir firmemente a la transformación; mientras que el resto estaría expuesto a la manipulación, al engaño y la resistencia al cambio. Con gente inconciente podían volver lacras del pasado.

Por eso es preciso trabajar duro en la nivelación de las conciencias, que no es lo mismo que homogeneizarlas. Cada conciencia será diferente como las huellas digitales.

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