Jorge Lara Rivera
La conseja popular acierta al recomendar que “vale más ser cabeza de ratón que cola de león”. A propósito se ha dicho que “los Estados Unidos no tienen amigos, sólo intereses”.
Toca ahora constatarlo, amargamente, a las fuerzas rebeldes kurdo/sirias por estos días en que, tras ser instrumentalizadas para los fines de Estados Unidos y la Unión Europea contra el Califato (ISIS o Estado Islámico), se han visto de pronto abandonadas a su suerte… especialmente mala tras la inesperada victoria de las fuerzas gobiernistas sirias en la guerra civil librada por más de 8 años en aquél país del Medio Oriente.
Cumplidos sus propios objetivos Washington no ha tenido empacho en desembarazarse de quienes asumieron riesgos y peligro de extermino defendiendo su causa e intereses a lo largo de la guerra civil siria, hermanados por las armas con la coalición occidental por la Casa Blanca liderada.
Y así, aunque con demora, finalmente el megalómano presidente de Turquía, Tayyip Recep Erdogan cumplió este octubre su amenaza de desencadenar un “operativo para exterminar a terroristas separatistas” (como llama a esa etnia minoritaria) en Siria, tras la repentina y aún no explicable retirada estadounidense de esa zona y sin detenerse a considerar que se trataría del territorio de un país soberano que cuenta con el apoyo ruso y la asistencia irania.
Y es que Rusia, Turquía y Siria, junto con Irán e Irak se repartieron y ocupan el Kurdistán, territorio nacional de la minoría étnica más numerosa de Oriente Medio (rebasa los 30 millones) cuya cultura se remonta a finales del siglo VII antes de la era cristiana, a quienes han masacrado, marginado y perseguido por miles de años.
La delimitación de objetivos turcos en Siria de crear una zona libre de kurdos a lo largo de la frontera turco/siria para evitar que los milicianos apoyen o den refugio a los integrantes del partido obrero del Kurdistán, parece obedecer una lógica más de cautela ante la amenaza de Irán de confrontar al ejército turco y al condicionamiento de sus tratos con el Kremlin con quien mantiene un acercamiento inquietante para la OTAN y las tropas de los Estados Unidos estacionadas en la enorme base de Inclirk; que a los acuerdos de hacerse cargo de ISIS pactados con Donald Trump y, más recientemente, al acuerdo de cese al fuego que permitiría la evacuación urgente de los kurdos de ese intrusivo “corredor de seguridad” impuesto por Ankara, sustentado por las amenazas del inquilino de la Casa Blanca de “devastar la economía” de Turquía que buscaron salvar apariencias ante sus aliados europeos y asiáticos por la erosión de la credibilidad en la protección que significaba la alianza con Washington, puesta en tela de duda por la abrupta retirada.
Así, poco cuenta la reivindicación del papel kurdo en la derrota del Califato y el acorralamiento y eliminación de su principal dirigente, la suerte está echada.
De cualquier forma, humillados, los kurdos de Siria han tenido que pedir apoyo al gobierno de Damasco que combatieron para no ser masacrados por la operación “Paz y seguridad” y las garantías recibidas, se entiende, apenas son confiables. Los soldados sirios han dicho que no serán los primeros en disparar contra el ejército turco, pero que cumplirán con su deber de defender a su patria. En tanto la supervivencia de los kurdos depende otra vez de lo que decidan sus enemigos de siglos.