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Opinión

No Entiende la Ultraizquierda

Guillermo Fabela Quiñones

En las actuales circunstancias del país, cuando el nuevo régimen democrático empieza a desbrozar el camino plagado de abrojos que dejó la tecnocracia reaccionaria, es un error muy grave hacerle el juego a la clase política que perdió el poder en las urnas, con provocaciones orquestadas con el fin de hacer más difícil el despegue de la Cuarta Transformación. Bajo esta perspectiva cabe incluir el asesinato de Samir Flores Soberanes, delegado en Morelos del Consejo Nacional Indígena (CNI).

Era participante de la radio comunitaria de la región, pero sobre todo había destacado como activista opositor del llamado Plan Integral Morelos (PIM) en el que se engloban tres obras polémicas que han causado una profunda división en la comunidad rural morelense: la construcción de una planta termoeléctrica en Huesca, un gasoducto y un acueducto.

El rechazo a esta infraestructura parece tener móviles de preservación ambiental y ecológica, de lo que se han aprovechado grupos políticos de ultraizquierda que coinciden con la derecha en su enfoque radical contra el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Ambas posturas buscan crear condiciones adversas a un gobierno, el primero en la historia del país, que alcanzó el poder pacíficamente en una elección incuestionable. Que en el poco tiempo que lleva al frente de las instituciones ha demostrado voluntad política para enfrentar la raíz de los más graves problemas acumulados en cuatro décadas de inmovilismo social y nulo crecimiento económico.

Los opositores de ultraizquierda dicen que las obras mencionadas son un producto del neoliberalismo, en lo que tienen razón. Sin embargo, no la tienen en cuanto a las formas de lucha para echarlas abajo. Así le dan armas a la derecha para que subrepticiamente los utilicen como lo están haciendo, a fin de que López Obrador se vea obligado a tomar acciones represivas. Los conservadores son expertos en crear grupos de choque, quienes cuando tienen éxito logran un doble objetivo: desestabilizar al gobierno y generar inquietud política favorable a sus intereses reaccionarios.

Esto es muy peligroso, pues el nuevo régimen democrático apenas está empezando su devenir sexenal, en condiciones sumamente adversas, y necesita toda su capacidad organizativa para superarlas. La ultraderecha vislumbra, en este marco, la oportunidad que necesita para sabotear al nuevo régimen. De ahí que sea una cruel paradoja la coincidencia que tienen, en este y otros asuntos coyunturales, la derecha y la ultraizquierda.

Se entiende que las corrientes más reaccionarias ataquen con todo a un gobierno que los derrotó en las urnas; lo que no se alcanza a comprender fácilmente es que en los ataques coincidan con grupos supuestamente democráticos, que por su falta de comprensión de la realidad se dejan llevar por posiciones coincidentes con los intereses que dicen atacar.

Es preciso ver los problemas sociales y económicos bajo la perspectiva del contexto político dominante, el cual en este momento es favorable al pueblo. Por eso la derecha está fuera de quicio y se apresta a lanzar todo tipo de ataques fulminantes a López Obrador, antes de que despegue su gobierno. Le quieren sembrar de piedras la pista y la ultraizquierda los está ayudando. Lo que hay que lograr es que las obras de infraestructura sirvan a la sociedad en su conjunto, no a unos cuantos como en el neoliberalismo.

(guillermo.favela@hotmail.com)

Twitter: @VivaVilla_23

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