León García Soler
Voto unánime en el Senado de la República. Aquí donde hace unos años se quejaba amargamente uno de los hombres más ricos de nuestra desigualdad criminal: “Pobre señor Presidente (Calderón), no lo dejan gobernar”. Y los dispersos diputados del Congreso sin mayoría alguna, jugaban al asambleísmo, sacaban pancartas mal escritas en la sede del poder parlamentario, tomaban la tribuna y desbarataban el recién implantado sistema plural de partidos. Y el portento de los 127 votos de un total de 128 en el Senado, se produjo en pleno contrapunto de la voz del solista matutino, predicador de la incontestable aprobación de 85% del pueblo bueno y los dueños del 99.9% del capital nacional.
Ese es milagro y no el de la multiplicación de los auto-tanques adquiridos sin licitación por el estado de emergencia y porque nadie sospecha del predicador de la honrada medianía. En el Senado se aprobó por unanimidad el dictamen de la Guardia Nacional a la que se añadió informalmente el calificativo de Civil. Y no sonó esa flauta por casualidad. No es asunto sencillo el concierto en materia de seguridad pública y seguridad nacional, confundidas ante la ausencia de gobierno y el imperio de la violencia criminal llenando el vacío. ¿Cómo recuperar el imperio de la Ley? ¿Cómo rehacer las ruinas del Estado de Derecho y aliviar el miedo y el dolor de los mexicanos sometidos a la infernal multiplicación de cadáveres y tumbas colectivas en toda la geografía nacional?
Imposible acudir a la fuerza de una policía incapaz o cómplice de la delincuencia: Felipe Calderón declaró la guerra al crimen organizado y salieron del cuartel las fuerzas armadas del Ejército y la Marina. Ya había empezado la tarea de limpiar los establos de Áugeas el presidente Zedillo, el de la sana distancia que no logró ver aprobadas sus iniciativas de ley después de las elecciones intermedias de 1997. Y Vicente Fox habló de una policía federal, a cuyo cargo estuvo el hoy Fiscal General de AMLO, Alejandro Gertz Manero. Las tropas del Ejército dejaron los cuarteles porque en más de tres sexenios las autoridades civiles no fueron capaces de formar una policía civil y capacitada.
Tuvimos, a querer o no, un “falso” Estado de excepción. Nadie reconoció siquiera que la Constitución señalaba las facultades y condiciones del titular del Poder Ejecutivo para declarar la suspensión de garantías. Un Estado de excepción sujeto a la aprobación del Congreso y a precisar el territorio y duración de la intervención militar que lo hiciera posible. Siempre hay quienes recuerden la diferencia entre seguridad pública y seguridad nacional. En este sangriento y prolongado estado falso de excepción, algunos municipios reclamaron la disolución de la policía vecinal. Y demasiados gobernadores impusieron el mando único, no por vocación sino para controlar los recursos de la Nación entregados por el Gobierno Federal.
Todos conocemos esas historias. Todos, sin excepción, hemos reconocido que a falta de policía civil se imponía la presencia militar para combatir al crimen que se multiplicaba al caer las cabezas de los capos del narco; siempre de acuerdo con el plan impuesto por la DEA, por el gobierno del imperio vecino, intervencionista antes y después del arribo de Trump y su Muro soñado como símbolo visible desde el espacio exterior. Menos mal que sonó la flauta y hubo concierto en el Senado de la República, porque el Presidente López Obrador había alcanzado la apabullante victoria del 1º de julio y al llegar al poder dejó atrás la insistencia en devolver a los soldados a sus cuarteles. Suyo el proyecto de la Guardia Nacional y suya la insistencia en ponerla bajo mando militar.
Cuando no hay pesos ni contrapesos, el poder presidencial se convierte en el poder de un hombre solo. No es el cesarismo sexenal de los años del priato. No se impone la ficción de es la hora “que usted quiera, señor Presidente”. No es “el sistema métrico sexenal”, de la ironía de Salvador Novo. Es el peso de la mayoría que disuelve al Poder Legislativo y cada mañana hace sonar las campanas del advenimiento de la Cuarta Transformación y escucha a los augures anunciar el reconocimiento favorable del pueblo bueno y la sumisión de los dueños del dinero a la voz cuyo eco pudiera afectar el crecimiento de sus fortunas, aunque aumente la desigualdad monstruosa entre ese 0.01% y los más de cincuenta millones de mexicanos de la pobreza.
Todo cambió después del arribo del predicador de paz y amor. Él mismo integró a los militares a las funciones del poder civil y al presentar la iniciativa de reforma constitucional que creará una Guardia Nacional, rechazó los argumentos de aquellos que hablan de la “militarización” de los cuerpos de seguridad pública; y de la administración del aeropuerto internacional de Santa Lucía, donde tendríamos un aeropuerto dual, civil y militar: Declaración del oficial a cargo del inicio de los trabajos de la segunda pista indispensable y obras adicionales. Esos son otros López, pueden decir los seguidores del líder tan incorruptible como Robespierre. Pero una Guardia Nacional integrada por soldados y marinos de las fuerzas militares, con algunos miles de la policía federal, aprobados y probados, eso inquietó a la plácida y aplaudidora mayoría del 85% que aprueba la tarea de AMLO.
Y, por lo visto, despertó a los que hacen como que hacen política en el Senado de la transición en presente continuo. Ricardo Monreal, otrora gobernador de Zacatecas, se reunió con los coordinadores del PAN, del PRI, del MC y el resto de sobrevivientes del 1º de julio. Y decidieron discutir el tema a fondo, acordar lo posible y concertar un dictamen que borrará el mando dual, como el del aeropuerto de Santa Lucía, y precisara que se trata de una institución de naturaleza civil; que la Sedena no tendrá el control operativo y la responsabilidad recae en la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana.
Y más. El uso de las fuerzas armadas en tareas de seguridad pública será temporal, de cinco años; “extraordinaria, regulada, fiscalizada y complementaria”, dicta el artículo transitorio. Ya no habrá fuero militar en caso de faltas cometidas por personal del Ejército y la Marina de Guerra. Un solo fuero, el civil en la Guardia Nacional, que movió a entusiasmo inquietante a los senadores del PAN que proclamaban la creación de una Guardia Civil. Las palabras tienen peso y valor propio, inalterables, en la memoria del hombre y las luchas por el derecho individual, social, humano “Tienen, por eso no lloran, de plomo las calaveras”, dice García Lorca de la Guardia Civil española del franquismo, la Falange y el fascismo.
Ni modo, ni manera, dijo Pánfilo Natera. El villista paisano de Ricardo Monreal, del que tocó la flauta y logró el concierto. La oposición fue ahora de veras. No negoció centavos ni tantos por ciento. Se acordaron del deber ser en la democracia representativa: “La función de la oposición es oponerse”. Y no únicamente en aras del escándalo artificioso o de la parálisis política, sino como instrumento del debate, de la concertación de los opuestos, del quehacer propio de los parlamentarios. “Hay que decirlo con toda claridad: fue gracias a la labor de la oposición que se lograron los cambios importantes al dictamen”, diría el senador Miguel Ángel Osorio Chong, líder del PRI en el Senado.
Las palabras son tan ciertas y vigorosas como los hechos. Pero cuando la oposición es de varios partidos, opuestos entre sí, tanto o más que a la mayoría sin contrapesos, hay que reconocer el valor de hacer política que hubo en la tarea de Dante Delgado y sus compañeros del MC; y de los panistas entusiasmados que proclamaron victoria: “Demostramos que en la oposición también somos opción”, proclamó el coordinador Mauricio Kuri.
No todo el monte es orégano. “La facultad para nombrar al jefe de la Guardia Nacional recae en el titular del Poder Ejecutivo”, dijo el Presidente al amanecer. Y aunque nadie desconfía del de la honestidad valiente, hubo un instante de angustia, que apenas se calmó al escucharlo concluir; “...y puede ser un civil retirado o en activo. Todo esto es importante que se aclare.” Efectivamente. Porque si bien puede ser un militar en activo, tendrá que solicitar licencia y abandonar la milicia antes de tomar el mando de la Guardia Nacional en tareas de seguridad pública.
A ver cómo nos fue en la consulta por encima de toda sospecha en Morelos. Porque asesinaron al activista Samir Flores Soberanes, líder natural de los opositores a la Termoeléctrica de Huesca. Y los de abajo, los morelenses del común, rurales o no, rechazaron la validez de la consulta. Y alzaron la voz dura y amarga: “¡Agua sí, termo no! ¡Samir no murió, el gobierno lo mató”.
Cuando el pueblo dice que es de noche, hay que encender los faroles aunque brille el Sol del mediodía. Esto lo repetía el huracán del Sureste, Carlos A. Madrazo, paisano del triunfador del 1º de julio, cuya aceptación popular aumenta sin cesar en las cuentas de los augures de la Cuarta Transformación.