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Opinión

¿Y el Estado y el Gobierno laicos, también al diablo?

Alvaro Cepeda Neri

¿Y el Estado y el Gobierno laicos, también al diablo?

I.- Tal parece que López Obrador se quedó con el síndrome de candidato donde en sus mítines hablaba por horas, después de haberlo llevado a cabo durante tres veces; hasta que como dice el dicho: “la tercera es la vencida” y en ésta logró con holgura llegar al cargo. Y es que cada vez más (con su esposa ya en el protagonismo del disfraz de “primera dama”) en sus declaraciones intercala sus preferencias religiosas contra lo dispuesto constitucionalmente sobre la separación de las iglesias y el Estado; lo que ha sembrado malestares a diestra y siniestra ya que privilegia a la corriente de los evangélicos-cristianos y sus militantes están recibiendo apoyos presidenciales, que elevan la tensión con las iglesias protestantes; y de igual manera con las católicas que dependen de El Vaticano. Hay que recordar que en una de sus campañas para buscar el cargo que ahora ostenta con más que plenos poderes y radicalización de la democracia que se vuelve populismo, López Obrador gritó: “¡Al Diablo las instituciones!”.

II.- Instituciones constitucionales con las que ha estado tropezándose para poder ejercer la administración federal, controlar al Congreso y meterle mano al Poder Judicial, empezando por la Suprema Corte donde ya nombró a ministros afines. Invoca a su religión y pide a los mexicanos que se “porten bien”, porque Cristo y él solicitan “amor y paz” para arreglar los problemas; verbigracia de la sangrienta violencia y la incontenible corrupción. No debe negarse que existe la libertad de cultos y cada quien puede optar con militar en una u otra iglesia, conforme a sus creencias personales y familiares; pero, eso ha de ser cuestión privada y respetar la tolerancia religiosa para evitar conflictos. Empero, si es el presidente quien está alimentando el hacer públicas sus creencias evangelistas y hasta su iglesia le da alas, es claro que tenemos un problema; nada celestial y sí bastante infernal que en el corto plazo puede generar que el Estado y Gobierno Laicos, como instituciones, se “vayan al diablo”.

III.- Ya ha sido resuelto amplia y puntualmente el tema del laicismo desde la Reforma y las Constituciones históricas de 1857 y 1917, para que ahora quien se dice juarista y enarbola los principios políticos laicos, esté usando sin pudor alguno su religión para mezclarla con asuntos del Estado y el Gobierno. Por lo tanto, debe López Obrador inmediatamente rectificar su actitud y someterse a lo que dicta el imperio de la ley constitucional. De lo contrario estaremos en vísperas de conflictos que alimenten las pasiones religiosas. Esas pasiones que indefectiblemente pueden poner las condiciones para llevar a los mexicanos al “teatro de las disputas sin término”; lo que se sumará a los problemas de violencia que ya nos ahogan. Y de esta manera la sociedad, como pueblo, como populismo, llegue a enfrentamientos por ver qué iglesias y quiénes son los que tienen la preferencia presidencial. Por ahora parece que ya se decidió por la iglesia donde milita López Obrador.

cepedaneri@prodigy.net.mx

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