La renuncia de Germán Martínez Cázares a la dirección del IMSS es la primera baja de importancia real en el gabinete de Andrés Manuel López Obrador, producida justo cuando estamos a escasos días de cumplirse el primer semestre de su gobierno. El hecho ha motivado una serie de reacciones en todos los tonos, una gran parte haciendo eco de las denuncias del ex panista, pero otro sector, importante también, acusando al abogado de tibieza, falta de compromiso y moderación.
A nosotros nos parece que el hecho en realidad señala una durísima lucha en el seno del gobierno de la Cuarta Transformación: por una parte los partidarios de una austeridad a rajatabla, sin consideraciones funcionales, humanitarias ni mediáticas –posición hasta ahora apoyada por el presidente–; por la otra, la de funcionarios honestos, comprometidos y congruentes, que exigen que se priorice precisamente el humanismo, la solidaridad e incluso la vida –y la calidad de vida– como valores fundamentales, ante los que la cacareada austeridad tiene que ajustarse.
No pecamos de inocentes al realizar este planteamiento. En el proceso de la Cuarta también se está enfrentado a la vileza, la corrupción, la inequidad y la iniquidad, lamentablemente tanto entre la burocracia que permanece como entre el equipo que está llegando. Pero, si bien estos factores indudablemente afectan la transición en el IMSS, como en el resto de las dependencias, no están siendo preponderantes en el pugilato que vemos en la administración de la institución, y que ya costó la cabeza a su primer director. Insistimos: la durísima confrontación se da entre dos visiones, bien intencionadas e incluso inicialmente apoyadas ambas desde la presidencia, aunque al final, López Obrador se decantó por el riguroso control por encima de las consideraciones humanitarias.
Tampoco podemos llamarnos a engaño respecto de las ideologías de estos funcionarios: tanto Martínez Cázares como el secretario de Hacienda, Dr. Carlos Urzúa Macías, proceden de universidades privadas de ideología ultra-neoliberal: el ex panista de La Salle, el ministro del Tec de Monterrey. Sin embargo, en la coyuntura, el abogado lasallista produjo un discurso de extraordinaria calidad y profundo sentido humano, defendiendo punto por punto tanto los principios que inspiraron la candidatura de López Obrador como los que sostiene la Cuarta Transformación ya en el gobierno. Urzúa, e incluso el propio AMLO, se han abstenido de polemizar, aunque dejando entrever que los incumplimientos que denunció Martínez no son tan graves, se están corrigiendo y se justifican como parte del necesario combate a la corrupción.
En las filas de los militantes y simpatizantes de MORENA, la confrontación está calando hondo. Como dijimos, Martínez Cázares supo vender muy bien su renuncia, y el golpe mediático ha impactado al gobierno. AMLO ha salido al paso de las críticas, prometiendo una pronta transformación del sistema de salud, pero los críticos de la austeridad a ultranza han respondido, utilizando el discurso de Martínez e inundando las redes y los medios de cientos de ejemplos de personas que hoy por hoy, hora por hora, sufren lo indecible ante el desabasto de medicamentos, la saturación de los servicios y el colapso de los quirófanos.
Como derechohabiente del IMSS, a quien la institución no cubre las secuelas del glaucoma, una de las enfermedades crónicas más dolorosas que existen –nunca se ha cubierto, tal vez se crea que nuestro dolor es fifí, porque nuestros medicamentos de control son carísimos– entiendo que la cruzada contra la corrupción no dará resultados en 15 minutos, pero también entiendo la congruencia de Martínez Cázares al renunciar ante la imposibilidad material de cumplir con su compromiso, dados los recortes y congelamientos decretados por el secretario Urzúa. Las batallas por la Cuarta son duras, y requieren un mayor análisis y una mejor jerarquización de prioridades para no caer en el anti-humanismo que tanto se criticó.