Jesús Peraza Menéndez
Ayer llegaron pateando las puertas de la vecindad que es un refugio de migrantes dedicados al comercio ambulante cercano a la Plaza Grande de Mérida, eran hombres con pasamontañas que parecían de película, con armas largas de última moda jalaron con toda la mercancía de chiapanecos, tzotziles, tzeltales prendas magníficas bordadas con paisajes indios. Pronto estábamos todas con todos boca abajo tendidas en el suelo con las manos en la espalda, encañonadas, chicas, grandes, ancianas igual con los hombres. Detuvieron a todas con todos, se llevaron a una niña con las mercancías que hallaron en un cuarto estrecho, bodega y dormitorio para las escasas horas de descanso de esta pequeña tzotzil menor de 11 años, vendedora de calle, quien habita la vecindad sin familia, a veces con otras “enganchadas” por traficantes de personas que pagan a las familias para ponerlas a vender en jornadas extenuantes con escasos alimentos chatarras para engañar el hambre bajo el control de capataces hostiles. Una que es “rentada” y va contribuyendo para traer a sus conocidas, todas de familias en extrema pobreza de los altos de Chiapas.
Había acuerdos tácitos de no rentar locales a indios dada la desconfianza en su capacidad de pago o porque entran a la competencia en el mercado de la ciudad con la principal actividad generadora de dinero, el comercio dedicado al turismo. Los comerciantes les vendían o pagaban en parte con materias primas, los mayas eran proveedores de su creación pero no entraban al comercio, generalmente hay excepciones en la regla vía consanguínea o porque su dinero compra, rompe cercos, al fin es igual que otro. La pequeña empresa fue creciendo con la demanda de artesanías chiapaneco-guatemaltecas, son una región en plena convivencia, las fronteras son simbólicas, las tzotziles y tzeltales llaman a los mayas guatemaltecos “hermanos chapines” geográficamente no hay muros y comparten zonas que los antropólogos llaman hinterland, espacios de transición cultural de formas derivadas de los grupos culturales y consanguíneos, San Cristóbal de las Casas es uno de éstos o Chalatenango en Guatemala.
Ya instalados y multiplicados las comerciantes, muchas manufactureras de sus productos, se amplió la oferta del mercado turístico de Yucatán y frente a éste se les reclama “no ser yucatecos” tampoco los son las trasnacionales que igual chinas o hindúes compiten o venden mayoreo a comerciantes de menudeo y tienen razón, no son “yucatecos”, son mayas tzotziles, tzeltales de una región embestida por la Conquista, la Colonia y el capitalismo depredador del despojo. Tampoco son traficantes de seres humanos que los hay y no pocos son tzotziles ladinos con yucatecos ladinos ligados al narcotráfico, lavado de dinero y tráfico de armas como en San Juan Chamula con el gobierno de Velasco, el junior del cacique histórico de Chiapas ahora cobijado por MORENA y son traficantes de seres humanos, de niñas principalmente. El operativo arrasó, se llevaron todo, a las personas que trafican con las que son trabajadores honrados, rescataron algunas niñas pero amenazan a las otras que son ciudadanas tzotziles-tzeltales-mayas y no son los federales o la policía estadounidense son los estatales al servicio de intereses mezquinos que no han podido competir con la artesanía y el esmero maya centroamericano-continental, este proceso debe detener el tráfico de personas para trabajo esclavo y explotación sexual, pero cuidar de no perjudicar los comercios legítimos, legales y florecientes mayas-chiapanecos o guatemaltecos.
Nota: También volvió a clausurar nuestro taller en Dzityá la dirección de Desarrollo Urbano del Municipio de Mérida con la misma imputación de generar “polvo y ruido”, estamos amparados, pero ejercita prepotente al lado de un casa-terrateniente-especulador y como si fuera el único taller en un sitio históricamente dedicado a la talla de cantera más de 30 talleres de distintas capacidades industriales, semiindustrializados y artesanales. Dice Federico Sauri “director” hace diez años, son los “rebeldes” cuando avanzan las construcciones verticales en las que fueron tierras ejidales compradas en el mercado negro a precios irrisorios, cuando el proyecto especulativo urbano carece de visión ecológica-productiva, son negocios de ganancia a toda costa y sin visión humanista de futuro.