Guillermo Fabela QuiñonesApuntes
El futuro de México está en riesgo, no por el Covid-19 sino por la impaciencia de la elite ultra conservadora por liquidar el régimen de la Cuarta Transformación. Su beligerancia va en aumento a medida que transcurren los meses, como se evidenció con las provocaciones orquestadas el Día de la Mujer. Su estrategia sigue siendo la misma de años atrás, confundir a la ciudadanía desinformada y echar la culpa al presidente López Obrador de los horrores que heredaron a los mexicanos los gobiernos neoliberales.
La realidad demuestra que el mandatario está enfrascado en corregir las causas de la descomposición social, como lo patentiza el cúmulo de iniciativas enviadas al Congreso a fin de superar los agudos problemas que enfrenta el país en lo económico, político y social. La última de éstas es de una enorme trascendencia: elevar a rango constitucional los programas sociales del régimen, lo que significa la garantía de que seguirán en lo sucesivo como política de Estado. El PAN fue el único partido que votó en contra, en concordancia con su ideología decimonónica. Al hacerlo, demostró lo que ha sido su razón de ser histórico: estar en contra de los intereses de la población mayoritaria y del progreso del país.
Lo grave de esta realidad, es decir, quitarse sin tapujos su careta de partido democrático, sin la hipocresía que lo identifica, es que al hacerlo demostró su decisión de enfrentar al régimen de la 4T con todos sus recursos y odio de clase. Pero el problema mayor es que no está solo en esta labor de zapa contra el cambio democrático, progresista y justo que anhela el pueblo de México, sino que lo acompañan los mismos que en el sexenio pasado permitieron que Enrique Peña Nieto llevara a cabo la concreción del mal llamado Pacto por México, de infausta memoria: el PRD y el PRI.
Esto no lo hacen en forma abierta, como los panistas, sino con una hipocresía manifiesta al votar en favor de la iniciativa mencionada, con la intención aviesa de no perder la oportunidad de seguir navegando con bandera “democrática” en los meses venideros, y así mantener su oportunismo convenenciero. Sin embargo, el verdadero peligro para México está en el terreno de la ambición de la extrema derecha por regresar al poder y recuperar sus privilegios, al costo que sea.
Es válido insistir en esta situación porque de avanzar su proyecto claramente subversivo (por no decir golpista), el país sufriría un retroceso mucho más calamitoso que lo que ocurrió en Chile cuando Pinochet derrocó al régimen legítimo de Salvador Allende. No es el caso, porque el presidente López Obrador es un socialdemócrata convencido, que por convicciones firmes no va más allá de este marco ideológico. Aun así, los ultra conservadores no aceptan que México avance hacia un régimen como el que quiere impulsar el inquilino del Palacio Nacional.
Lo más grave es que no se están tomando las medidas defensivas más elementales como, por ejemplo, estar muy al tanto de los planes de la reacción, con el fin de neutralizarlos a tiempo. Es incuestionable que sus líderes poseen cuantiosos recursos que no dudarían en utilizar con tal de concretar su objetivo de hacer fracasar al régimen de la 4T. Están trabajando a marchas forzadas con esa intención, pero ni el gobierno federal ni su partido parecen tener conciencia de la magnitud del ataque planeado. “Sobre advertencia no hay engaño”, dice la sabiduría popular.
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