El corazón de Mindi se afligió al enterarse de que estaría en la primera línea de combate contra el coronavirus COVID-19, por primera vez en sus 20 años como profesional de la enfermería sintió miedo, pero no a la enfermedad, ni a las horas de trabajo que eso significaba, sino porque implicaba tomar decisiones drásticas, dolorosas y rápidas: debía separarse de sus hijos.
Este martes se cumplió un mes de estar lejos de su hija de 14 años y su pequeño de seis años, el único consuelo que le inyecta fuerzas para seguir adelante es saber que ellos están bien y por el momento se conforma con usar sus almohadas y sus sábanas para sentirlos un poco menos lejos.
“Fue muy difícil tomar la decisión, yo no hallaba el momento de decirles que mi nombre estaba en la lista de personal de Salud asignado al área de terapia intensiva. No sabía cómo decírselos”, narró en un tono desesperado, emulando su sentir en aquellos momentos.
Mindi todos los días se topa de frente con el virus que muchos cancunenses están tratando de esquivar desde marzo pasado; ella sabía, desde semanas antes de que fuera asignada a la primera fila de combate, que el momento de demostrar la humanidad y humildad que la hizo elegir la profesión de enfermería, estaba por llegar.
Antes de dar la noticia a sus hijos, habló con su esposo y demás red familiar, para pedirles ayuda y encontrar una solución que alejara a sus dos pequeños del riesgo de contagio. Quedarse en Cancún no era opción, pues el único familiar que vive aquí no está en condiciones de hacerse cargo de los menores.
El sitio en dónde ella sabía que los pequeños estarían bien y alejados del riesgo, está a tres horas y media de Cancún, y con dolor en el alma habló con sus familiares que viven en Muna, Yucatán, para pedirles su apoyo, aun sabiendo que por semanas no podría verlos ni siquiera de lejos.
Era domingo y el momento de hablar con los menores ya no podía retrasarse más. La noticia de que debían irse y de que mamá estaría en zona de alto riesgo cayó como balde de agua fría sobre los pequeños. El menor se mostró comprensivo, pero la adolescente se negó a aceptar separarse, buscó diversas alternativas para poder quedarse en casa, sin embargo, la decisión, basada en el amor de madre, estaba tomada. En cuestión de horas, ese mismo día ya estaban en la terminal de camiones subiendo al autobús que los llevó a Yucatán.
En unos días su hija cumplirá 15 años y no sabe si al menos podrá verla, abrazarla y decirle en persona el amor que siente por ella, Mindi ansía que los casos bajen, que las personas permanezcan en casa, pues de eso depende que se acorte el tiempo para que ella y sus compañeras, también alejadas de sus hijos, puedan estar junto a su familia una vez más.
No sabe cuándo tendrá la libertad de ver y abrazar a sus hijos sin miedo a ponerlos en riesgo; no sabe si estará con su hija en su cumpleaños, no sabe cuándo volverá a sentir el calor de sus caricias.
En este mes ha hecho lo posible por estar con ellos aún en la distancia, pues a pesar de la cercanía que ahora proporciona la tecnología, en la zona en la que están viviendo la señal de Internet no es la óptima.
Todos los días ve las clases en la televisión y cuando acaban se pone en contacto con sus hijos para aclararles dudas, hacer la tarea y enviarla a los maestros.
“Hacemos videollamadas cuando se puede, pero yo quiero verlos en persona, quiero abrazarlos, sé que ahora no se puede, sé que allá están bien y lejos del riesgo y es lo mejor, pero los extraño mucho”, reconoció Mindi, enfermera del Sector Salud público y privado.
Con información de Eva Murillo
Por Redacción Por Esto!