Ramón Huertas Soris
Cada experiencia de vida, cada suceso que protagonizamos o conocemos, cada emoción, decisión, propósito o acción concreta para alcanzar algo, es una lucha. La existencia toda es una lucha, donde el hombre se afana, con más o menos apasionamiento y eficiencia, para lograr que algunos futuros deseados se concreten haciéndose realidades. Siempre mi lucha de hoy dejará una huella en mi persona, capaz de modificar mis posibilidades para las nuevas luchas que viviré; se trata de la experiencia. Aprender a potenciar las experiencias y a organizarlas es un requisito para el desarrollo personal.
Las personas son lo que su mente y pensamiento puede proyectar y esa proyección se puede modificar positivamente mediante las experiencias que viven, si se tiene una actitud positiva que implica siempre ese optimismo que se manifiesta como fe en que podré lograr siempre mejorar mis posibilidades personales. Algunas veces las circunstancias y las acciones personales nos llevan a vivir en situaciones delicadas, donde todo se hace un poco más difícil y riesgoso, le llamamos momentos críticos de nuestra existencia. Toda crisis tiene dos caras, en una se ubica un peligro y en la otra se ubica una oportunidad.
Las personas que cumplen una condena como internos se encuentran en una situación que es crítica, por lo desagradable y vulnerable del modo de vida en que se ven obligados a vivir. Los internos en un penal están sujetos a una férrea disciplina e interactuando con otras personas en un obligado espacio muy reducido, donde suelen reinar leyes que ponen el poder de grupos más fuertes sobre otros más débiles. Los internos deben, para sortear los peligros naturales inherentes a su situación, desarrollar ciertas cualidades personales como son el control emocional, para evitar todo lo perjudicial que se pueda evadir y también para enfrentar con total decisión lo que no sea agradable pero no se pudo evitar. Es muy importante para un interno inspirar respeto y si es posible, de su parte, también inspirar afecto; para lograrlo debe darle valor a su palabra y su actitud debe ser siempre serena e inteligente; servicial sí, pero dándole prioridad a los que estén más débiles y necesitados en lo material y en lo espiritual. La mejor visión, enfoque existencial y estrategia de vida de un interno en un penal es la que se fundamenta en lo siguiente: “Sólo pueden dar los que tienen”. Se ocupará de actuar siempre para cultivar en él la serenidad, confianza en sí mismo, inteligencia, fe, salud, energía, recursos materiales y amistades suficientes; entonces la sociedad en sus programas de rehabilitación debe brindar acceso a todas esas cualidades claves en la medida y la forma en que proceda hacerlo; de acuerdo con las leyes institucionales que lo rigen y también con las leyes que el colectivo en que viven los reclusos ha implantado paralelamente a las primeras. La fuente de todos esos recursos que permiten tener para dar, reside fundamentalmente en la calidad de los procesos mentales de la persona que hacen la inteligencia, la eficiencia y la productividad en la vida de un interno.
La Lámpara de Aladino de nuestras vidas es una actitud enfocada hacia lograr calidad; sí, calidad de nuestra mente que es el útero del buen pensamiento y calidad en el pensamiento para fortalecer la eficiencia de nuestro escenario mental. El ajedrez es una herramienta, una mina de oportunidades para interactuar con nosotros mismos, en pos de entrenarnos mentalmente para así desarrollar cualidades pensantes, que nos permitan la aplicación de métodos eficientes para pensar con productividad. Junto a las facultades requeridas para pensar con eficiencia y productividad se requiere del motor que las active y las ponga en marcha firme y perseverante, hablamos de las actitudes para el éxito mental.
Las facultades y las actitudes para el pensamiento eficaz son las bases para el rendimiento mental. Cuando entrenamos el pensamiento buscamos adquirir facultades y concretar actitudes necesarias:
“El buen rendimiento en cualquier actividad contempla facultades y actitudes, las primeras son específicas de la actividad que se trate; las segundas son generales y se aplican a diferentes actividades; o sea, suelen ser las mismas actitudes las que dan garantías para el éxito en tareas diferentes donde requiero rendir mucho”.
Una persona que cumple una sentencia como interno en un penal experimenta una gran conmoción emocional en su existencia, todo lo material y espiritual de su vida se ve estremecido y dentro de ese panorama crítico surge una posibilidad hermosa que borra todo pesimismo y que convierte la energía personal en extremadamente positiva: tenemos tiempo, tenemos un fuerte compromiso de actuar para resolver, para solucionar la situación que vivimos de la mejor manera posible y tenemos por dentro una luz y una música que nos está diciendo que sí lo vamos a lograr. Hay que dar un paso concreto, un primer paso; un primer paso esencial, preciso, perfecto, que sea la base suficiente para que día con día aumenten mis posibilidades de triunfo y poco a poco progrese en mi objetivo de reconstruir las posibilidades de mi vida. Al principio parecería que el éxito reside concretamente en alcanzar la libertad, pero pronto comprendo que la libertad no sólo está bloqueada por la obligación de permanecer interno. La libertad no está garantizada totalmente afuera, porque una parte clave de la libertad se alcanza cuando logramos convertirnos en un ser con dominio mental, emocional y con una apertura a la inteligencia, que nos permite aprender todo lo necesario para hacer bien todo lo que nos propongamos aprender o hacer.
La libertad total necesita comenzar en la mente y para lograrla todos debemos poner atención al hermoso lema del programa “Ajedrez Social” que plantea: “Todo Comienza en la Mente”. Sí, definitivamente en el panorama de nuestra mente, que adopta la forma variable de nuestros pensamientos, se deciden todos los acontecimientos de nuestras vidas en cada uno de los futuros posibles de los que saldrá ganador el futuro que sea apoyado por nuestras acciones; porque, a fin de cuentas, esas acciones responden a nuestras decisiones, que fueron tomadas con base en nuestros pensamientos forjados en nuestra mente.
El programa Ajedrez Social ofrece a los internos la perspectiva de pensarse pensando, de sentirse sintiendo y de ir actuando como entrenadores de ellas mismos, para alcanzar las facultades que requiera la eficiencia particular en las acciones concretas que requieren hacer para modificar favorablemente su situación actual y, también, para elevar sus rendimiento en esos temas vitales para conquistar los sueños que les guiarán hasta los futuros que como seres humanos merecen alcanzar.
El Cereso de Yucatán, el Cresey, con su programa de ajedrez Capablanca, con sus etapas de esplendor y apagamiento, desde su fundación brinda a todos los reclusorios de México y el mundo un modelo de acción reeducativa en el centro mismo de las causas de toda derrota o éxito humano. Felicitaciones a todos los que con su esfuerzo y participación han hecho posible que un programa tan hermoso exista desde hace ya casi 30 años.