Roldán Peniche Barrera
Yucatán Insólito
Ojalá existieran más cronistas como el Ing. D. Lorenzo Couoh Ku, con el entusiasmo que le es privativo, don Lorenzo (también distinguido maestro), se ha consagrado a la loable tarea de rescatar las tradiciones de su pueblo Dzidzantún, cuna del ilustre trovador Pepe Domínguez. Y lo ha realizado con un notable sentido de la observación y del detalle.
En el presente libro (su tercero) nos regala con un divertido tour por el lado festivo de su pueblo, poniendo extremo cuidado en que cada uno de sus relatos lo ilustrara su hermano Marcial, ágil caricaturista del estilo de los antiguos dibujantes humorísticos mexicanos. Bajo el rubro de “Anécdotas Ilustradas”, el Mtro. Couoh Ku se refocila recordando a personajes y hechos risibles de Dzidzantún y otros lugares a la manera de poetas y cronistas festivos como Alberto Loría Trejo, Jaime Celis, el popular Leo Jemar, el bachiller Amílcar Piña y Mendoza y otros que escapan a nuestra memoria.
De los Zaldívar que registra, fuera de Pepe Domínguez (Zaldívar) sólo recordamos a “Poncho” Zaldívar, pelotero de alta estatura en tiempos de la Liga Peninsular de los años cuarenta y cincuenta, y a nuestro discípulo y hoy maestro D. Ariel Zaldívar, parroquiano del café de Moncho. Y aunque el autor ha escrito estas anécdotas para estimular nuestro buen humor, al propio tiempo estimula nuestro anhelo por conocer más de Dzidzantún nombrando lugares, familias, personas y sucesos que nos revelan parte de la historia del pueblo, lo que evidencia las naturales inclinaciones didácticas de don Lorenzo. Lo referente a “los inolvidables Lizama” nos parece de antología y el cronista festivo Mtro. Celis estuvo de acuerdo con nosotros tachándolos de “geniales”. Y es que ambos Lizama sólo pensaban en divertirse a costa de los demás y sus respuestas a preguntas que les formulaban sus interlocutores demuestran que, diciendo la verdad, no podían ser discípulos de Pero Grullo. Los Lizama eran de café y cigarrillo, de reírse del prójimo y de hacer y decir cosas verdaderamente inopinadas. Como buen observador que es D. Lorenzo, sabe guardar en su memoria los hechos ocurrentes y la anécdota festiva que luego volcará en sus producciones. Es, como se ve, un auténtico cronista.
“Estas anécdotas, nos dice el autor en su “presentación”, fueron registradas por el pensamiento lleno de una lógica contundente y gracias de ciertos simpáticos personajes de este municipio, donde siempre han existido personas habilidosas y creativas que dan celebridad a su pueblo natal”.
Nada más cierto. Felicitaciones, y esperamos más libros del autor.
Wachy Bates
Divulgación
Julio César, Craso y Pompeyo
Cayo Licinio Craso, aferrado a su craso error de ir colgando en intervalos, por toda la Vía Apia desde Capua, a cada uno de los seis mil prisioneros del derrotado ejército rebelde de Espartaco, tardó mucho en llegar a Roma y por tanto, Pompeyo, el comandante de las otras legiones, le comió el mandado. Sucedió que Pompeyo al ser informado de la victoria de Craso, llevó sus tropas al menguado campamento rebelde y masacró a los sobrevivientes tomando todavía prisioneros y aunque nunca se encontró el cadáver de Espartaco rápidamente enfiló sus legiones rumbo a la capital de Italia, llegando mucho antes que Craso para plantarse ante el Senado y el pueblo como al héroe victorioso en la lucha contra la rebelión de los esclavos. El Senado lo premia con un triunfo, el desfile de la victoria por todas las avenidas principales hasta llegar ante la sede del poder romano, donde lo agasajaron con fiestas populares y le obsequiaron un edicto que proclamaba una semana de festejos para que el pueblo celebrara con lo que tanto le gustaba, vino, pan y circo. Así que cuando por fin Craso arribó a las puertas de Roma, la fiesta en grande ya casi finalizaba y se le invitó a unirse a los festejos; magnánimamente, Pompeyo concedió el reconocimiento de que Craso había ganado la primera batalla contra Espartaco, pero palo dado ni Dios lo quita. Todo aquello no quedó sólo así porque sí, y a la de nos vemos a la salida de Roma, donde tenía acantonada sus tropas, Craso le declaró la guerra a Pompeyo quien tenía a sus legiones dentro de la ciudad festejando, poniendo a la República al borde de una guerra civil que hubiera sido el acabose para Roma, si no es que Julio César convoca a los dos generalotes en disputa y les propone formar un triunvirato para tomar el poder y entre ellos tres gobernar con la anuencia del Senado, voluntariamente a la fuerza. Así se instala en el poder el llamado primer triunvirato con Julio César como Cónsul controlando el Senado y Craso y Pompeyo como Prefectos para pasar leyes que los favoreciera en los negocios y amasar fortunas personales cuantiosas, convirtiéndose Julio César ahora sí en un potentado muy rico. Al pasar el tiempo, Craso y Pompeyo se alían y deciden apartar del poder a Julio César, éste protesta todo lo necesario pero se da cuenta que no podía hacer nada sin legiones a su mando y decide aceptar la gubernatura que le otorgan como premio de consolación, opta por ir a gobernar el territorio de la Galia, la frontera más conflictiva de la República. Astutamente de esta manera se hace del mando de las legiones y se lanza a la ocupación y pacificación del territorio Galo y lo anexa a Roma, convirtiéndose, ahora sí, en un conquistador con vastas legiones a su mando y una fortuna muy superior a la que poseía. Y marcha hacia Roma a tomar el poder con el apoyo de sus victoriosas Legiones de veteranos de guerra. ¡Orale!
(Continuará)
wachybatesphoto@gmail.com