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Yucatán

Nueva terminal de ADO revitaliza el entorno de la calle 70

En su silla de ruedas en el comedor de su domicilio, en la calle 70, donde el ruido del tráfico no alcanza escucharse, Ligia Bertha Gió Chan afirma, sin duda alguna, que la remodelación de la antigua terminal de Autobuses de Oriente (ADO) dará, por fin, una nueva cara al rumbo.

“Está bien bonita y nos dará seguridad por acá”, afirma esta vecina, integrante de una de las tres familias que aún quedan sobre la calle 70, entre 69 y 71. Pero no sólo ella coincide en que la renovación del espacio le dará otro rostro, sino que comerciantes, taxistas, vecinos y empleados también se encuentran motivados.

“Hace unos años esto era un prostíbulo al aire libre, no sólo veías chicas, sino chicos, y se armaba el escándalo. Miedo daba cruzar por la 68 desde la 71 hasta la 69, porque te rodeaban los travestis”, comenta un veterano taxista del Frente Único de Trabajadores del Volante.

En efecto, hubo un tiempo en que aquella parte de la ciudad se había convertido en una mini zona de tolerancia desde San Juan por toda la calle 69 e incluso en pequeños hoteles de una o dos estrellas ubicados en varias cuadras a la redonda de la terminal de autobuses.

El centro de la atención nocturna era el cabaret Grijalva, en cuyas puertas dominaban los travestis en una Mérida de la que nadie quería ni pretendía hablar, pero que ahí estaba. Al paso del tiempo, los hijos e hijas de las familias del rumbo fueron creciendo y se fueron yendo a vivir a otros lugares. La zona se fue quedando, de algún modo, sola.

Pero ahora, con la renovación y la nueva imagen urbana, además de que desde hace algunos años las prostitutas y los travestis se fueron de allá, los vecinos y los comerciantes confían en que habrá un cambio positivo.

Es más, esperan que el anuncio de convertir en un centro comercial la terminal CAME, en la esquina de la 70 con 71 sea pronto una realidad y así la influencia abarque más áreas urbanas, porque, de momento, a los de San Sebastián ni les da ni les quita la remodelación, ya que ahora no hay un impacto, la vida sigue siendo monótona en esas casas que parecen abandonadas pero que muchas no lo están.

A nadie le gustan los cambios, aunque traigan algo bueno. Cuesta trabajo admitir las transformaciones, así sean para bien. Benjamín Quintal, del pequeño restaurante “Petrópolis”, sobre la calle 70 se lamenta porque ahora los clientes no cruzarán frente a su negocio cuando vayan por el autobús.

“Hay clientes fijos, pero es un poco contraproducente. Yo tengo aquí como 25 años y esperamos que en la terminal que ya no se usa hagan algo porque yo desconozco que habrá allá”, dijo al cronista. Y aunque se le precisó que será un centro comercial, mostró su escepticismo.

Los taxistas del FUTV siguen en la calle 70. “La salida (de los pasajeros) es en la 68 y nosotros acá, en la otra esquina, ¿así como vamos a recoger pasaje? No nos han dado permiso de pasar a la 70, pero sí hay taxistas que no son del Volante que se paran allá”, dijo Abraham Euán, con 40 años de experiencia en el automóvil de alquiler.

“Ojalá nos den un permiso para pasarnos allá porque así tendríamos más chance de agarrar pasaje, acá, velo, salen allá y nosotros acá, nadie va a caminar para tomar el taxi porque llegan cansados del viaje, lo que quieren es ir a su destino final pronto”, agregó.

Y ya que lo mencionó, un punto que hay que considerar con esta remodelación es el tráfico. No es una zona transitada como en otras urbes, aún se respira esa cierta comodidad de circular sin problemas, pero lo cierto es que hay choferes de taxis que se estacionan donde sea, sin importar si perjudican o no, porque hay gente que los llama. También hay los clásicos automovilistas que no quieren caminar, pretenden llegar con sus vehículos lo más cerca posible de la puerta y algunos sólo provocan el enojo de los que quieren aprovechar la luz verde del semáforo.

No es un problema, pero es una situación un tanto incómoda para los que tienen cierta prisa, o los que no están acostumbrados a esperar en una ciudad que aún ofrece calma en el tráfico en determinadas horas y zonas.

La terminal de autobuses original se inauguró el 2 de junio de 1968. Se llamaba Terminal de la Unión de Camioneros de Yucatán, propiedad de esa organización, pero construida por la compañía González y Ponce, de los ingenieros Ulises González Torre, Luis Barrueta Gamboa y el arquitecto Fernando García Ponce. Llevó el nombre de “Fernando Vargas Ocampo”, el fundador de la Unión de Camioneros de Yucatán y antes de su edificación funcionó en ese terreno el hotel “Los Dos Estados”. La construcción costó 10 millones de pesos.

El Presidente Gustavo Díaz Ordaz cortó el listón inaugural en una visita de varios días por Quintana Roo y Yucatán. Además, en esa ocasión, el 1 de junio, conmemoró aquí el Día de la Marina Nacional y entregó las obras del nuevo Puerto de Abrigo de Yucalpetén, en Progreso.

“Recuerdo muy bien cuando se inauguró la primera terminal, uno de mis hijos que ya falleció estaba bien chiquitito, tenía dos meses, hasta el Presidente de la República vino”, dice la señora Gió y Chan evoca que ese evento debió ocurrir por ahí de julio de 1966. Pero no. La fecha exacta fue el 2 de junio de 1968, según constató el cronista en los diarios de la época.

“Pero a la de antier no nos invitaron, se olvidaron de los vecinos, y eso que vino hasta el Gobernador Mauricio Vila Dosal. Yo no puedo caminar y no salgo, pero mi marido, don Papo, me dijo hay un señor allá en la puerta preguntando dónde va a ser la fiesta de la nueva terminal porque él tenía que servir los helados, estaba buscando la dirección y lo tenía enfrente”, narró la señora.

—Pero ahora cómo ve usted la nueva terminal, ¿beneficiará a la zona?

—Es muy bonita y ¡claro que sí! Esto ahora está más iluminado, hay más seguridad, se ve la gente que pasa, la que viene a tomar el camión y el movimiento.

La mujer tiene 72 años de edad, dice que ahí nació y que a pesar de que sus hijos le dicen que venda la casa, ella y su marido se niegan. “Aquí nos vamos a quedar hasta el último día”, sostiene.

—¿Cuántos vecinos quedan?

—Nosotros y dos familias más, una en la esquina de la 69 y otra pegada donde funcionó CAME, ahí al lado donde está el puesto de cochinita.

En la zona no solamente la terminal es antigua. Hay un negocio tan mítico como las leyendas del Mayab eterno. Se llamaba “La Jérica” y en un principio estuvo en la esquina de la 69 con 68. Ahora es “La Nueva Jérica” y se ubica en la 70 con 69.

Ramón Ramírez Buenfil, fallecido hace algunos años y casado con María Luisa Alam Duarte, levantó el mito con sus tortas. Fue de tal fama que hoy existe una torta epónima: La Torta Merex, su apodo, que consiste en francés con jamón, pastel pimiento, pastel mosaico, queso de puerco, mortadela y queso Deysi.

Su hija, Marilú Ramírez Alam, es la propietaria de la tienda y de la tortería y considera que ahora el rumbo estará, por lo menos más seguro, más iluminado, con mayor atractivo por la remodelación del ADO. “Estaba feo, oscuro, pero ahora ya no”, agrega.

La tienda tiene 52 años. Era propiedad de la familia de María Luisa, su madre, y su padre era cliente asiduo, así la conoció, se enamoraron y se casaron. “Era de abarrotes pero mi madre comenzó con esto de las tortas, eran de relleno negro y de asado”, narra y ahora son de carnes frías. Muy famosas. Tanto, que los periodistas y fotógrafos de POR ESTO! ahí pasaban a desayunar cuando Merex aún vivía. “¿Con huevo o sin huevo?”, era la pregunta. Y la diferencia.

Toda el área del ADO, que abarca varias cuadras desde San Juan hasta San Sebastián tiene 15 mil 420 habitantes, según el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, y un sinnúmero de negocios de todo tipo, hoteles, taquerías, expendios de cochinita, lavanderías, tiendas de abarrotes, agencias de cervezas, tiendas de ropa, sorbeterías (la famosa del Negro en la 68), de modo que el punto es neurálgico.

Por ahí vivieron y viven personajes de la escena urbana como El Cadáver, que armaba los carnavales de La Ermita; Moncho Cruz, el hotel de la esquina de la 70 con 69 de Jorge “El Huiro” Sosa, y el famoso Pompidú, Rey Feo de los Carnavales de Mérida, sólo que ahora tiene nueva imagen.

“Es lo mismo, bueno, cambia la imagen urbana pero nada más”, estima la mujer que atiende el hotel San Jacobo, antes San Jorge, justo frente a la terminal.

—¿Pero les beneficia?

—En seguridad sí, pero en hospedaje no. La gente sale y quiere ir a su destino. Nosotros tenemos clientela fija, trabajadores que vienen por una semana y los choferes del ADO que aquí descansan. Eso sí, hay mucha más vigilancia.

La tarde cae lenta por el ADO y se antoja una cerveza en La Ruina, bar donde también se puede almorzar, ahí a una cuadra de la terminal, pero el cronista lo piensa dos veces, ya no tiene 25 años y mejor decide que ya no está para esos menesteres y opta por ir a seguir con su chamba, total, aún quedan historias por escribirse en esa y otras partes de la ciudad.

(Rafael Gómez Chi)

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