Roldán Peniche Barrera
Yucatán Insólito
En Yucatán contamos con una lluvia de sobrenombres para señalar a las personas que no andan bien de la cabeza, y no precisamente los dementes.
Entre tales sobrenombres están “azotado/a”, “acelerado/a”, “zafado/a”, “chafado/a” y mil más que no citaremos aquí para no gastar tiempo y espacio.
Pero a todos ellos hay que añadir uno que escuchamos recientemente y que nos hizo mucha gracia: “tinjoroch”, término correspondiente al popular juego infantil y juvenil del trompo. “Tinjoroch” también es alguien que no está muy bien de la cabeza y comete tonterías, estupideces, y si no las comete las dice haciendo el ridículo ante las demás personas.
Veamos un ejemplo:
-Se me ocurre una idea -anuncia ante la gran mesa de sabios el Sr. Victoria y Díaz- y es de lo más humanitaria que he podido concebir.
-¿Y cuál es esa maravillosa idea, mi jefe? -pregunta intrigado el Yorch.
-¡Hombe, secre! Invitar una de estas mañanas a todos los mendigos que pasan por aquí a compartir el café mañanero con nosotros.
-Oiga ¿y ya hizo la lista?
-Casi la completo: el “Champion”, el “Chino” y otros limpiabotas que pululan por acá; los oaxaqueños que vienen con su tambora…
-¡Muy bien jefe! ¿Incluiría usté al Gasolina?
-¡Ay, no! Ese está medio “tinjoroch”…
Narrativa
Otro sueño de primavera
J. Mijangos
Hace un tiempo, no recuerdo dónde y cuándo, me sentí muerto, frío, sin cuerpo y sin espacio; sin embargo sabía quién era pero no entendía dónde estaba ni qué me había pasado ni qué pasaba.
Empecé a pensar que estaba soñando o tal vez una pesadilla; también pensé que ya estaba muerto y que no tenía ningún problema porque al llamarme San Pedro, me checaría mi tarjeta del IFE, y abriría la puerta rápidamente porque nunca hice mal.
Todo empezó fácil, pero también ya comenzó la burocracia hasta en el cielo y no es por dinero, sino como sindicatos campechanos -¿entienden?- o sea que los patrones tienen que hacer la tarea como romper piedras para subir poco a poco el camino hacia el cielo.
-A ver, me preguntaron- ¿conoció el Museo de Lara?, ¿nunca has dormido en la tierra de Tixkokob?, ¿conoces los cenotes?
-Yo sólo conozco a la Panchita, a veces visito a Herminia o Helodia, pero son mis amigas y…
-Párale, ya estuvo suave -me dijo el informador-, yo te pregunté por los cenotes de Chen-Ha, Pebá o Media Luna o algunos pueblos como Espita, Bécal o la tierra de mi amigo San Crisanto.
-¡No!, yo no hacía nada, nunca iba a ningún lado; no hice maldades y creo que puedo entrar por la puerta grande, ¿no? -le dije al informador.
-Tienes un pequeño problema, Juanito -me dijo, aunque no dije nada porque ya no aguantaba por mi carácter-, me dijeron que tú supiste que las aves se encontraron un día en el alambre para platicar y hacer un congreso o consejo. ¿Es verdad?, que todos hablaron con muchas ganas de ayudar a los… fregados pero todos se hacían de pico y lengua y nada más.
(Concluye mañana)