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Yucatán

Gala Yucateca en el Peón Contreras

Víctor Salas

El sustantivo gala, usado teatralmente como algo sobresaliente, fue empleado en Mérida por primera vez cuando la maestro Socorro Cerón trajo al Ballet Nacional de Cuba, con Alicia Alonso a la cabeza, para arrancar las actividades culturales de ese teatro. De ahí que entonces se iniciaron todo tipo de galas en nuestra capital. ¿Y, cómo tuvo esa ocurrencia la maestra Cerón? Ella viajaba mucho a Cuba, en especial a los Festivales Internacionales de Ballet, y en el marco de él, iban a Cuba muchas compañías importantes de ballet que eran presentadas -para diferenciarlas de otras funciones- como Gala de Ballet.

Con esa denominación se presentó una revista musical a cargo de varias agrupaciones que se inspiraron en nuestro folclore para tal efecto.

El teatro de revista, el teatro musical o cualquier género escénico tiene muchos detalles profesionales que de no cuidarse o respetarse, se cae en cualquier bufonada.

La función inicia con unos músicos sin ninguna imagen o actitud teatral. Ellos son el pretexto para presentar a un coro detrás de una gasa que buscaría manifestarnos dos planos o espacios geográficos. El coro canta el Caminante del Mayab y se hace una trivial representación de un leñador que sediento bebe agua de un calabazo. Sigue su camino y desaparece.

El siguiente cuadro se llamaría “El Inexplicable”, ya que de la nada entra un grupo de bailarines interpretando una jota aragonesa, con unos contorneos que parecían juguetes mecánicos a los que se les rompió la cuerda. La jota no formó parte de las influencias españolas en Yucatán en ningún momento de nuestra historia dancística, porque ella surgió en la propia España en el siglo XIX. Y si se cree que la influencia es por las castañuelas, se debe saber que ese instrumento musical se utilizaba en la Península Ibérica desde el siglo XVII o antes. Las danzas que deben haber influido a los yucatecos son Los Canarios (una danza muy parecida a la actual jarana) y La Chacona. (Deberían ver el Sarao de la Chacona, de Juan de Aranés. Les garantizo que al poco rato ya lo tendrán en repertorio). Es una tremenda mentira decir que los mayas tronaban los dedos por imitación de las castañuelas. Hay que leer a John Stephens, para saber sobre el chasquido de los dedos. Y, evidentemente, los mayas nunca tocaron castañuelas como se presenta en la Gala del Peón Contreras. Y en la historia de la ocupación española a nuestras tierras, nunca la estirpe maya caminó hombro con hombro con los españoles. Es caprichosamente antihistórica esa escena, desconocedora de nuestra historia de las luchas y la resistencia maya.

Las danzas de la jota a la jarana (nombre original) no forma parte de nuestro folclore. Esa bella idea surgió de Rubén Darío Herrera y Fernando Mediz Bolio, en la obra regional El Rosario de Filigrana. Los actuales maestros la conocieron gracias a la reposición que hicieron de ella Socorro Cerón, Tomás Ceballos y Víctor Salas. Socorrito conocía la obra, pues trabajó en ella. Era nuera de don Mario Herrera y novia de Héctor Herrera. Evidentemente la actual versión nada tiene que ver con la magistral que se hizo para el Peón Contreras. La actual carece de elegancia al no poner a los bailarines con traje de gala, haciendo parecer la superioridad española sobre la yucateca. Y vuelvo a lo dicho antes: tanta exageración en los movimientos es producto de que hay carencia de conocimientos de la magia escénica, de los géneros teatrales y del folclore de cada geografía.

Acompañados de una canción del trío, se realiza la Boda Mestiza (aportación de Menalio Garrido al repertorio yucateco), en que la novia lleva un traje que parece una cartera de lentejuela para una fiesta nocturna. Si la idea del maestro de escena era llevar esos cuadros a otros planos, era tan sencillo como llamarle a esa representación fantasía coreográfica, donde cabe todo. Hasta poner en topless a la novia. Luego se desata la vaquería, en la que intervinieron, por lo menos, tres niveles de danzantes, los maduros, los jóvenes y los niños. Con mucho, los maduros del Ballet Folclórico del Estado fueron los mejores, maduros, acentuados, musicales y en el tono que le imprimió el maestro Alfredo Cortés (+) a la danza yucateca de representación escénica.

Yendo hacia el final se fueron incorporando todos los grupos hasta hacer parecer aquello la conclusión de un festival de fin de curso de cualquier academia particular de la ciudad.

No se sabe quién dirigió ese trabajo, pero se nota que no tiene luces para proyecto musical escénico. No le supo dar hilaridad, no respetó la historia, deformó vestuario y no pudo uniformar brazos y pasos de cada grupo de danzantes.

Cosas buenas: el teatro se llenó en tres niveles. La señora Erica Millet Corona, secretaria de la Cultura y las Artes, debe estar comprobando que no era necesario ningún diagnóstico cultural, propuesto por Ana Ceballos, para hacer finalmente lo que está haciendo, que es lo que ya estaba hecho.

Esa idea de unir agrupaciones de la Sedeculta, se la escuché muchas veces a Martín Maldonado. Ojalá que así sea. Hacen falta dos cosas: una, director de escena, y dos, respeto a la ciencia histórica. O que le cambien el nombre por el de Gala Fantasía Yucateca desligada del folclore yucateco.

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