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Yucatán

Un umanense llamado Jesús Sansores dio vida a Mayambé

Víctor Salas

En este año que termina hubiera cumplido setenta y tres años, pues había nacido, en Umán, Yucatán, el 2 de noviembre de 1946.

En su natal ciudad siempre causó revuelo, despertó admiración y sobre todo el cariño que le manifestaban todos, conocidos y ajenos a su amistad, sin importar lo diferente que resultaba su conducta para los segundos.

Jesús Sansores, “Chucho”, como le decían sus amistades cercanas, decidió un día dejar el pueblo para afincarse en la capital yucateca, donde podía seguir el “cuscús” que le anidaba en el corazón.

Después de esa decisión, no podía haber caído en mejores manos que en las de la maestra Socorro Cerón Herrera y su esposo Héctor Herrera, a quienes desde ese momento llamó Mamá Soco y Papá Héctor. Socorro lo instruyó en la danza clásica y al actor cómico lo ayudaba en su camerino en todo lo necesario para su arreglo escénico. Efectos de maquillaje teatral y danza fueron un ambiente que le llenó la vida de ilusiones y felicidad. Nada le faltaba en ese entonces.

Un día, el matrimonio Herrera Cerón se vio en la necesidad de abandonar Mérida, para residir en la capital del país. Entristecido, preguntó qué harían con él. “Chulo, vienes con nosotros. ¿Cómo te vamos a dejar aquí? Aquello era un salto inesperado en su vida de sueños secretos.

Instalados en la capital, logró un permiso especial para tomar clases de ballet con los bailarines de la compañía oficial del país. Quienes lo conocieron adentro del salón de clases decían, que cuando lo enfurecían las ironías de los bailarines chilangos, de su boca salían las palabras más altisonantes en lengua maya, que dominaba a la perfección. Cuando él quería ofender a alguien lo hacía en ese idioma y se reía enormemente, por la cara que ponía su interlocutor.

Sus tardes las ocupaba en acompañar a papá Héctor al teatro Fábregas, donde éste trabajaba, al lado del famoso Manolo del mismo apellido. Estaba en un medio teatral altamente profesional y le seguía creciendo una secreta ilusión.

Durante las comedias musicales, se paraba entre piernas y bailaba y cantaba las canciones de la obra. Con los ojos cerrados realizaba las entradas y salidas del escenario de todos los artistas. Un día faltó un bailarín y Manolo Fábregas y Héctor Herrera buscaban una solución a ese problema. Chucho dijo: “A lo hago, papá”. “¿Te sabes esa parte?”. “¡Me sé de memoria toda la obra!”. Ese fue su debut escénico.

La familia había crecido. María Elenita Herrera Cerón había llegado al mundo y parte del tiempo de “Chucho” era dedicada a la niña.

Un día, fue anunciada en Mérida la deslumbrante actuación de la vedette Mayambé. Ese debut fue todo un acontecimiento. El centro nocturno vivió uno de sus mejores momentos, ya que el público abarrotaba el lugar. Después de ese éxito, cada cierta temporada anual se tenía la presencia de Mayambé, con el mismo éxito que el precedente.

Mayambé era espectacular, porque bailaba y cantaba e imitaba, a veces, a Libertad Lamarque. Se vestía de una manera espectacular para la época en que los travestis no tenían presencia en la ciudad. Ella cuidaba todo, el peso de su cuerpo siempre excedido un poco para lograr crear una cintura muy femenina.

Mayambé era “Chucho” Sansores, el umanense que hizo vida en México acompañando a Socorrito Cerón y Cholo Herrera, en sus nuevas carreras, la una en la gimnasia rítmica, el otro en el teatro musical.

Una de las últimas temporadas de Mayambé en Mérida, fue en el teatro Héctor Herrera, que Cholo había convertido en el santuario del teatro regional. Fueron tan exitosas sus presentaciones, que se convirtieron en un escándalo social que orilló al capitán Leopoldo Gamboa, a cerrar el teatro para impedir la presentación del travestista, quien después de enloquecer al público, haciéndoles creer que veían a una hermosa mujer, se quitaba la peluca y el bikini, tapándose el pene con la mano, sonriendo con enorme picardía, mientras la luz se apagaba y el cuchicheo del público se escuchaba en la sala.

Este artista yucateco hizo largas temporadas en cabarets de México, el norte del país y Acapulco.

Su figura nunca recibió inyecciones, operaciones plásticas o prótesis de ningún tipo. Todo eran trucos y maquillaje.

Él falleció hace algunos años en Acapulco y me pareció que era el momento de recordar, con mucho cariño, a alguien que vendió ilusión a miles de seres humanos que fueron felices viéndolo actuar.

Mayambé quizá no lo sepa, pero está hoy, en la gloria de la eternidad.

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