Víctor Salas
El movimiento callejero de artes visuales iniciado por el maestro Víctor Argáez ha ido ganando tanto prestigio, adeptos y simpatías como espacios; y, de estos últimos, por lo menos en Mérida, han estado en lugares destacados como el Palacio de la Música, y ahora, la galería de Santa Ana, donde el grupo de artistas de distintos lugares de la península exponen cincuenta obras con una temática común –lo yucateco–, desde ópticas totalmente distintas. Pero antes de abordar lo trascendente de los trabajos expuestos en Santa Ana, es necesario apuntar que han realizado exposiciones en distintos lugares del interior de nuestra entidad; además de, tozudamente, continuar su magnífica labor en el parque Hidalgo y sus reuniones en el interior del hotel Caribe.
¿Qué es lo importante de la actual muestra? El regionalismo, el folclorismo, la iconografía tradicional de la casita de paja y anexas, toma una nueva forma al utilizar el mundo de los accesorios contemporáneos que rodean a la clase mestiza actual. Esa iconografía le da un plus a las obras que documentan las nuevas costumbres, de aquellos que son considerados los sostenedores de nuestra tradición cultural. Por ejemplo, Bartolomé Chab, la hamaca, la convierte en la exuberancia glútea de las mujeres de la región, exuberancia que ha sido exitosa en Botero, y que lo señalo para confirmar lo certero de la visión de Bartolomé. Sobre ese mismo tema tiene otros trabajos, pero ese me parece muy logrado. Por su parte Juan Gabriel Noh Moo, en lugar de una jícara, o un calabazo con pozole, nos planta una mestiza a la espera de algo, haciéndolo enfrente de una botella de Coca Cola que luce vacía. Esa ausencia del líquido nos da la idea del tiempo transcurrido en la espera que lleva esa mujer madura que tiene como contraste a otra mujer de espaldas y en penumbra. Ante esa atmósfera, las ideas hablan, se exponen solas.
Verónica Canul plasma en su trabajo la evolución del bordado del traje típico de la mestiza, el hipil, al que pinta tal cual se lo hace en esta época: grandes flores, colores llamativos, adornados con encajes muy lejanos a aquel que llamábamos, “encaje de terno de mestiza”. Y expone a una bordadora en su máquina de coser y trabajando sobre una tela negra, que es la contraria a la normal del traje blanco. O sea, la realidad actual, sobresale en cada una de las obras y temáticas.
Marco Chab, es un buen colorista y su técnica la transforma en una calle tenabense, llena de luz, casas de arquitectura mezclada y gente en actividades distintas en la calle.
Carlos Uc plasma a una mujer adulta en el Santo Rosario y lo hace con símbolos religiosos, colocados de una manera tal que crean un ambiente surrealista.
Doña Mechita, es una obra de Isaac May, y la señora está sentada en unos grandes muebles acojinados, de esos que se venden, a plazos, en conocidas cadenas comerciales.
Gran gusto causa ver que Juan Pablo Bavio se encuentra entre los expositores. El aborda al personaje de Yucatán desde una perspectiva emotiva, buscando hacer florecer sentimientos de tono trágico. Sus colores son parcos, dando peso a la soledad interna. En la misma sala que correspondió a Bavio se encuentra don Manuel Lizama, decano de los galeristas, trabajador inalterable en lo nuestro, gran humano que sabe solidarizarse con agrupaciones artísticas, como la que ha surgido a partir de Argáez, quien comparte espacio con estos dos últimos pintores. Del maestro Lizama son muy atractivas sus obras Chu’Upales y Ceremonia de Zac Nicté.
Victor Argáez expone cuatro óleos de muy sólido estilo, resultando, emotivamente, encantadora, la Chancleta y Amiguitos.
Se ha publicado un libro de esos pintores, que un trabajador de la galería me hizo favor de mostrar. Muy bien impreso, buen papel y una selección de imágenes acertada.
La exposición ha recibido a muchos turistas nacionales y extranjeros, y pocos yucatecos. Ojalá esta situación cambie.