Tuuskeep Kasperchack
En su fascinante libro Armas, gérmenes y acero, el historiador Jared Diamond nos recuerda que muchas de las enfermedades epidémicas que han azotado a la humanidad a lo largo de la historia han tenido como fuente de contagio original la convivencia prolongada de los hombres con animales domesticados como vacas, cerdos, ovejas, perros, gatos, etc., o bien su contacto esporádico con animales salvajes como ardillas, liebres o roedores, por nombrar solo algunos.
Cita como ejemplos de enfermedades epidémicas de nuestra historia reciente, la viruela, la gripe, la tuberculosis, la malaria, la peste, el sarampión y el cólera. Científicos chinos presumen que el emergente coronavirus Covid-19, que ha alcanzado estatus de pandemia en un tiempo récord, también tiene un origen zoonótico.
Diamond añade que puesto que las enfermedades han sido los principales elementos mortíferos de los seres humanos, también han contribuido a configurar la historia de manera decisiva.
[…] Todas las historias militares que glorifican a los grandes generales, simplifican en exceso la prosaica realidad: los vencedores de las guerras del pasado no fueron siempre los ejércitos que disponían de los mejores generales y las mejores armas, sino que a menudo fueron simplemento aquellos que portaban los gérmenes más desagradables para transmitirlos a sus enemigos […] (p. 227)
Un ejemplo contundente de lo anterior es la conquista europea de América, pues aún cuando fueron numerosos los indígenas americanos que fueron víctimas de las armas de los conquistadores españoles, fueron muchos más los que cayeron víctimas de los microbios españoles.
En el capítulo 11, que abre la tercera parte de su libro y que lleva el título “De los alimentos a las armas, los gérmenes y el acero”, Diamond propone un abordaje original de las enfermedades infecciosas: en vez de hacerlo desde el punto de vista de nosotros los humanos lo hace desde le perspectiva de los gérmenes patógenos, pues, nos dice, a fin de cuentas, tanto ellos como otros somos producto de la selección natural.
[…] Básicamente, los microbios evolucionan como otras especies. La evolución selecciona aquellos individuos más eficaces en la propagación de crías y en la propagación de estas a lugares adecuados para vivir. Para un microbio, la propagación puede definirse matemáticamente como el número de víctimas infectadas por cada paciente original. Ese número depende de cuánto tiempo siga la víctima siendo capaz de infectar nuevas víctimas y del grado de eficacia con que el microbio se transmita de una víctima a la siguiente […] (p. 228)
Indica que los microbios han desarrollado diversas maneras de propagarse de una persona a otra y de los animales a las personas. Lo más interesante, desde mi punto de vista, es que Diamond deja claro que muchos de nuestros “síntomas” de enfermedad representan en realidad formas en las que algunos microbios modifican nuestros cuerpos o nuestro comportamiento de tal manera que estemos dispuestos a propagarlos.
Añade que la forma más natural en que un germen puede propagarse consiste simplemente en esperar a ser transmitido pasivamente a la siguiente víctima. Esta es la estrategia practicada por los microbios que esperan a que un huésped sea comido por el huésped siguiente. Ejemplos: la bacteria salmonella, que contraemos cuando comemos huevos o carne infectada; el gusano responsable de la triquinosis que espera que nosotros matemos al cerdo y lo comamos sin una cocción adecuada.
Otros microbios, en cambio, no esperan a que el viejo huésped muera y sea comido, sino que viajan en la saliva de un insecto que muerde al antiguo huésped y vuela hasta encontrar uno nuevo. Este viaje puede estar a cargo de un mosquito, pulgas, piojos o moscas tse-tse que propagan la malaria, la peste, el tifus o la enfermedad del sueño, respectrivamente.
[…] Más vigorosa aún es la estrategia practicada por los microbios de la gripe, el resfriado común y la tos ferina, que inducen a la víctima a toser o estornudar, lanzando de este modo una nube de microbios hacia posibles huéspedes. Así pues, desde nuestro punto de vista las úlceras genitales, la diarrea y la tos son “síntomas” de la enfermedad. Desde el punto de vista del germen son estrategias evolutivas inteligentes para transmitir el germen […] (p. 230)
Según lo que sabemos hasta ahora, el coronavirus provoca en los seres humanos tos, estornudos y diarrea, entre otros malestares, “síntomas” que, si seguimos la explicación de Diamond, en realidad son los medios o modos con los que el Covid-19 busca expandirse.
Nuestros cuerpos, máquinas extraordinarias producto de la evolución, tienen respuestas para enfrentar a los patógenos intrusos, como desarrollar fiebre o bien movilizar nuestro sistema inmunológico para matarlos.
[…] Lamentablemente, algunos microbios inteligentes no ceden ante nuestras defensas inmunitarias. Algunos han aprendido a engañarnos cambiando las piezas moleculares del microbio (llamados los “antígenos”) que nuestros anticuerpos reconocen. La constante evolución o reciclado de nuevas cepas de gripe, con diferentes antígenos, explica por qué el haber pasado la gripe dos años antes no nos protege de la cepa distinta que ha llegado este año […] (p. 231)
Diamond subraya que nuestra respuesta defensiva más lenta es a través de la selección natural, que cambia nuestras frecuencias genéticas de una generación a otra.
[…] Para prácticamente cualquier enfermedad, algunas personas resultan ser genéticamente más resistentes que otras. En una epidemia, las personas dotadas de genes para la resistencia a ese microbio en particular tienen más probalidades de sobrevivir que las personas que carecen de esos genes. En consecuencia, en el transcurso de la historia, las poblaciones humanas expuestas reiteradamente a un patógeno en particular han llegado a estar formadas por una proporción más alta de individuos dotados de esos genes de la resistencia, simplemente porque los desdichados individuos que no tenían los genes tenían menos probabilidades de sobrevivir para transmitir sus genes a sus hijos […] Esta respuesta evolutiva no le hace ningún bien al individuo moribundo genéticamente sensible. Pero significa, sin embargo, que una población humana en su conjunto llega a estar mejor protegida del patógeno […] (p. 232)
Diamod advierte que nosotros y nuestros patógenos estamos enfrascados ahora en una escalada de competición evolutiva, con la muerte de un contendiente como precio de la derrota, y con la selección natural que desempeña el papel de árbitro.
Pero se trata de una ¿guerra relámpago o una guerra de guerrillas?
[…] Las enfermedades infecciosas que nos visitan en forma de epidemia, en vez de hacerlo como un goteo constante de casos, comparten varias características. En primer lugar, se propagan rápida y eficazmente a partir de una persona infectada a una persona sana cercana, con el resultado de que toda la población acaba estando expuesta en un breve periodo. En segundo lugar, son enfermedades “agudas”: en un breve lapso de tiempo, el paciente muere o se recupera por completo. En tercer lugar, los afortunados de nosotros que nos recuperamos desarrollamos anticuerpos que nos dejan inmunes contra la reaparición de la enfermedad durante mucho tiempo, posiblemente para el resto de nuestras vidas. Finalmente, estas enfermedades tienden a estar cincunscritas a los humanos; los microbios que las causan tienden a no vivir en el suelo ni en otros animales […] (pp. 233-234)
Parece ser que, por lo que respecta al último punto que señala el autor, el Covid-19 sí tiene capacidad de sobrevivir en el suelo o en otras superficies durante determinado número de días; de ahí su gran capacidad de contagio.
Finalmente, Diamond nos dice que una enfermedad para convertirse en epidemia o, peor aún, en una pandemia, requieren ciertas condiciones: una población humana suficientemente numerosa y suficientemente densa, así como un contacto entre diferentes regiones del planeta, lo cual se ha facilitado en nuestros días por el desarrollo de medios de transporte cada vez más veloces, como los aviones a reacción.
¿Qué podemos sacar de provecho de esta interesante lectura? Desde mi perspectiva una muy provechosa: si se trata, en efecto, de una competencia de inteligencia evolutiva o de una guerra entre nosotros y los gérmenes, en este caso específico, el Covid-19, podemos competir con ventaja en su contra pues ya conocemos sus “estrategias” de cómo y por qué se propaga y, en consecuencia, podemos contarrestarlas con contraestratagemas: lavarse frecuentemente las manos con jabón y/o gel antibacterial; al estornudar o toser cubrirse la nariz y boca con un pañuelo desechable o con el ángulo interno del brazo; no frecuentar lugar concurridos; evitar el contacto con personas que tengan síntomas de resfriado o gripe y no automedicarse; observar una sana distancia con nuestros semejantes y, en caso de ser posible, permanecer mayor tiempo posible en casa.
Referencia
Diamond, Jared. (2016). Armas, gérmenes y acero. Trad. de Fabián Chueca. Penguin Random House (Debolsillo), 3ª ed., 590 p.