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Yucatán

En Yucatán, mientras Chichén Itzá y Uxmal se saturan de turistas, Chacmultún y Loltún pasa meses sin visitantes

Cifras de la Secretaría de Turismo revelan el desigual interés de los visitantes por las zonas arqueológicas de Yucatán.
Chichén y Uxmal atraen multitudes, mientras los templos ocultos del Sur sobreviven entre la quietud y la falta de refl ectores
Chichén y Uxmal atraen multitudes, mientras los templos ocultos del Sur sobreviven entre la quietud y la falta de refl ectores / Por Esto!

Yucatán es, desde hace décadas, uno de los estados con mayor densidad de vestigios arqueológicos abiertos al público. De acuerdo con listados oficiales y portales de cultura, entre 17 y 19 zonas arqueológicas del estado aparecen registradas como abiertas a la visita, según la fuente consultada: el catálogo del Sistema de Información Cultural de la Secretaría de Cultura señala 17 zonas para Yucatán, mientras que el Centro INAH-Yucatán y otras guías oficiales listan un conjunto similar de sitios que van desde Chichén Itzá y Uxmal hasta Xcambó, Dzibilchaltún, Ek Balam y Chacmultún. Esa variedad espacial incluye tanto grandes centros ceremoniales como asentamientos menores integrados en la ruta Puuc y otros corredores históricos.

En el ámbito nacional, el INAH reportó en 2025 que existen alrededor de 193 zonas arqueológicas –y una paleontológica– bajo tutela y abiertas al público en el país; esa cifra ayuda a comprender el papel que Yucatán desempeña dentro de la oferta arqueológica mexicana.

Las reinas atractivas

Frente a ese mapa institucional, la realidad de la afluencia es profundamente desigual. Chichén Itzá mantiene su posición hegemónica: en 2025 acumuló cientos de miles y, en algunos periodos, más de un millón de visitas; la Secretaría de Turismo y boletines oficiales coincidieron en que, solo en los primeros meses del año, Chichén Itzá concentró cifras que lo sitúan entre las zonas arqueológicas más visitadas del país. Incluso en fechas puntuales –como el equinoccio de primavera– el sitio registró decenas de miles de asistentes en pocos días, un flujo que obliga a operativos especiales del INAH y a medidas de control y conservación.

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Uxmal, la otra gran referencia de Yucatán y cabecera arquitectónica de la Ruta Puuc, también figura entre los sitios con mayor afluencia, aunque en una escala sensiblemente menor que Chichén Itzá. Eventos programados, espectáculos nocturnos y la cercanía a circuitos turísticos consolidados explican su flujo constante de visitantes y su presencia en los circuitos de viaje.

Una joya olvidada

En contraste aparece Chacmultún, una joya menos conocida en el Sur del estado (municipio de Tekax). Datos publicados en los padrones estadísticos del INAH y retomados por medios locales muestran que, durante los primeros meses de 2025, Chacmultún acumuló cifras modestísimas: los registros mensuales consignaron números que van desde más de 300 visitantes en enero hasta meses con menos de 100; el total anual parcial reportado rondó el orden de los miles, cifra que choca con las decenas o centenas de miles que ven pasar diariamente por los grandes centros. Esa baja afluencia convierte a Chacmultún en un sitio casi intacto para quien busca una visita silenciosa, pero también plantea retos de difusión y de sostenibilidad económica para las comunidades locales.

Cero visitantes

Además de Chacmultún, el registro de visitantes muestra que algunos sitios como Balamcanché, Loltún y Mayapán registraron cifras próximas a cero en determinados meses de 2025. Es importante precisar que un registro en cero no siempre significa desinterés permanente: con frecuencia responde a cierres temporales por trabajos de conservación, mantenimiento, o a restricciones operativas que impiden la entrada del público; en otros casos puede reflejar problemas de registro o cobertura estadística. El INAH y las autoridades locales han anunciado intervenciones y operativos para mantener la integridad de los bienes y regular la afluencia en los puntos de mayor presión turística.

Consecuencias negativas

Ese contraste entre “masas” y “silencios” tiene consecuencias prácticas. Los sitios de alta demanda generan ingresos directos (taquillas, comercio local, servicios turísticos) pero también sufren desgaste físico y presiones ambientales que obligan a calendarios de restauración, restricciones de acceso y campañas de manejo de visitantes.

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Por su parte, los sitios poco visitados suelen carecer de infraestructura, servicios de atención al turista y, en ocasiones, de señalización adecuada; esto los vuelve menos atractivos en términos comerciales, pero los preserva mejor desde el punto de vista arqueológico. La balanza entre conservación y aprovechamiento turístico es, por tanto, delicada.

Para quienes buscan explorar fuera de los circuitos masivos, Chacmultún y otros enclaves ofrecen valor añadido: frescura del paisaje, arquitectura con rasgos únicos –Chacmultún recibe su nombre por el tono rojizo de sus muros y conserva murales y palacios que documentan variantes regionales del estilo Puuc– y la posibilidad de recorridos más reposados.

Sin embargo, el acceso suele ser menos cómodo (caminos rurales, escasa señalización) y la oferta de servicios limitada; por eso muchas autoridades locales y especialistas en turismo cultural han propuesto acciones concretas: inversión mínima en senderos, capacitar guías locales, mejorar la señalética y diseñar rutas temáticas que distribuyan mejor la demanda entre los distintos sitios.

Intentos por atraer turismo

Del lado institucional, el INAH y la Secretaría de Cultura han implementado operativos puntuales durante temporadas de alta visita –como vacaciones y equinoccios– y actualizado las tarifas y normas de ingreso para 2025, con la intención de armonizar la atención al público con la protección del patrimonio.

Al mismo tiempo, la Secretaría de Turismo reporta grandes agregados de visitantes a museos y zonas arqueológicas en lo que va del año, subrayando que sólo unas pocas zonas concentran la mayor parte de las visitas nacionales. Esa concentración obliga a pensar políticas de desconcentración turística que no sacrifiquen la conservación.

Patrimonio diverso

¿Qué deja en claro este mapa de afluencias? Primero, que el patrimonio arqueológico de Yucatán no es homogéneo: conviven monumentos de talla mundial con sitios de escala local que, por ahora, viven en una relativa reserva. Segundo, que la protección del patrimonio exige combinar medidas de gestión (control de flujos, mantenimiento, arqueología preventiva) con estrategias de desarrollo local que permitan que la comunidad se beneficie sin sobreexplotar los recursos. Y tercero, que para el visitante existe hoy una alternativa real: además de las multitudes de Chichén Itzá y Uxmal, hay sitios silenciosos que ofrecen experiencias más íntimas y sostenibles, siempre que su acceso y promoción se hagan con responsabilidad científica y social.

En la práctica, esa alternativa depende tanto de decisiones institucionales –presupuestos de conservación, campañas de difusión, apertura controlada– como de la voluntad de quienes viajan: priorizar la conservación, respetar normas de visita y preferir circuitos que repartan la afluencia.

Si se logra ese equilibrio, Yucatán podrá mantener simultáneamente la vitalidad del turismo cultural y la integridad de los sitios menos concurridos, garantizando que sus ruinas sigan siendo un patrimonio vivo para las generaciones presentes y futuras.

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