
A pesar de la tensión en la política migratoria de Estados Unidos, las remesas enviadas por yucatecos permanecen fuertes, alcanzando 221.6 millones de dólares en el primer semestre de 2025, mientras que el número de compatriotas repatriados al estado se mantiene relativamente bajo, con entre 20 y 30 casos atendidos por Indemaya, evidenciando que, aunque la incertidumbre persiste, la mayoría de las familias continúa recibiendo el apoyo económico de sus familiares en el extranjero.
El flujo de remesas que envían los yucatecos que viven en Estados Unidos sigue siendo un sostén crucial para la economía familiar. Durante el primer semestre de 2025, Yucatán captó más de cuatro mil millones de pesos, según datos del Banco de México, apenas un 0.7% menos que en el mismo periodo del año anterior.
Aunque la caída es mínima, refleja la presión que generan las políticas migratorias y los riesgos asociados al traslado de dinero desde el exterior.
Entre abril y junio, se registraron 113.9 millones de dólares, una ligera alza respecto al primer trimestre, lo que permite cierto alivio a las familias que dependen de estos recursos.
Sin embargo, especialistas advierten que cualquier nueva restricción o temor a redadas podría disminuir este flujo en los próximos meses, afectando la capacidad de los hogares para cubrir necesidades básicas como alimentación, transporte, educación y servicios médicos.
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En municipios como Oxkutzcab, Tekax, Peto y Mérida, donde la migración es alta, las remesas no sólo representan un ingreso económico, sino también un vínculo constante entre las familias que permanecen en México y los que viven en el extranjero, sosteniendo sueños y proyectos de vida.
El rostro humano de las expulsiones
Paralelo al flujo económico, la deportación de yucatecos se ha convertido en un fenómeno que impacta a familias enteras. El Instituto para el Desarrollo de la Cultura Maya del Estado de Yucatán (Indemaya) reporta que entre 20 y 30 personas repatriadas han solicitado apoyo formal, aunque organizaciones civiles consideran que la cifra real podría ser mayor, al incluir quienes no buscan asistencia institucional.
Los retornados enfrentan la pérdida de propiedades, vehículos, herramientas y pertenencias; muchos deben dejar atrás años de inversión y trabajo en Estados Unidos.
A esto se suma el desarraigo emocional: la frustración de un proyecto migratorio truncado, la incertidumbre de comenzar de cero y la tensión de reintegrarse en comunidades que, aunque acogedoras, ya no son las mismas que dejaron al emigrar.
El Indemaya ofrece 20 mil pesos, en dos pagos, junto con asesoría legal, acompañamiento psicológico y vinculación con empleadores locales, buscando que los repatriados se reintegren de manera digna. Sin embargo, los expertos destacan que la atención debe ser integral: incluir programas de empleo, capacitación, salud mental y apoyo social, para evitar que el retorno se convierta en un ciclo de vulnerabilidad.
Contexto migratorio: tensiones y miedo
El México de 2025 vive un momento de incertidumbre en materia migratoria. Las redadas, la aplicación estricta de leyes en Estados Unidos y la propuesta de gravar las remesas enviadas por personas sin estatus legal han generado temor entre los migrantes.
Muchos reducen su movilidad, evitan trabajar o cambian de ciudad dentro del país vecino para minimizar riesgos, lo que inevitablemente repercute en la economía de quienes esperan esos recursos en Yucatán.
A nivel nacional, en mayo de 2025 se registró una caída de 4.6 % en remesas, un reflejo de la tensión migratoria y de los efectos de las políticas de control en Estados Unidos.
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La estabilidad relativa que muestra Yucatán en este contexto es positiva, pero frágil, y depende en gran medida de la seguridad y la libertad de movimiento de los yucatecos en el extranjero.
Historias que reflejan la realidad
Los relatos de los repatriados muestran el impacto humano. Algunos perdieron vehículos, herramientas de trabajo y pertenencias personales; otros han sufrido enfermedades o problemas psicológicos derivados del estrés del viaje y la incertidumbre.
Familias que dependen de las remesas para pagar estudios, servicios básicos o alimentación sienten cada variación en el flujo económico y, muchas veces, el regreso de un familiar deportado representa no solo un desafío emocional, sino también una presión económica adicional.
Estas historias ponen en evidencia que detrás de cada cifra hay sueños truncados, sacrificios enormes y la necesidad de políticas públicas sensibles que protejan tanto a los migrantes como a sus familias en México.