Desde los 12 años, niños se integran al sector pesquero enfrentando las duras condiciones de trabajo en altamar. Ante problemas sociales y económicos y, en algunos casos, por decisión propia, menores de edad forman parte activa de esta industria, exponiéndose a riesgos físicos y a jornadas extenuantes que reflejan una cruda realidad social.
De acuerdo con los pocos datos y estimaciones que se han recabado de organismos pesqueros, se estima que el número de trabajadores menores de edad representa cerca del 5 por ciento del total de hombres de mar en Progreso. Ingresan al sector entre los 12 y 17 años. Muchas veces, según informantes, se unen a este mundo como una forma de refugiarse tras la deserción escolar.
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De acuerdo con empresarios pesqueros y armadores, que prefirieron omitir sus nombres, la entrada de menores de edad a las filas del sector es un hecho que ocurre de manera constante en el puerto, debido a que este rubro representa, junto con la albañilería, uno de los principales refugios de este grupo luego de abandonar las aulas de clase, debido a diversos factores sociales y económicos.
Los jóvenes ingresan a las labores de la pesca a muy temprana edad, por lo que la mayoría tiene secundaria o preparatoria trunca. Muchos se adentran a las labores de tiempo completo luego del primer año en el rubro.
Se estima que entre el 10 y el 15 por ciento del personal en actividades relacionadas con la pesca como transporte de producto, fileteado, trabajo en congeladoras, gavioteros y reparación de embarcaciones está compuesto por menores de edad.
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Los jóvenes trabajadores en esta actividad carecen de papeles que acrediten su labor, debido a que los documentos oficiales expedidos, como tarjetones de pesca, libretas de mar y demás son papeles a los cuales sólo se puede con la mayoría de edad, de tal forma que los patrones de barco sustentan la entrada de los niños a sus naves a través de permisos de responsabilidad firmados por sus padres o tutores, o en muchos casos llevando a cabo trucos para evitar ser detectados.
Esta situación de ilegalidad en el empleo deja a los jóvenes en evidente riesgo, debido a que no cuentan con ninguna clase de seguro que sustente su estancia en los barcos; sin embargo, la necesidad que viven termina por orillarlos a aceptar las condiciones laborales.
Además, la deserción escolar y la incorporación temprana de menores a oficios como la pesca o la albañilería han contribuido a su vulnerabilidad frente a diversas adicciones, entre ellas el alcoholismo, tabaquismo y, lamentablemente, drogas.