
Con montañas de desechos que se amontonan a cielo abierto, los llamados basureros municipales se han convertido en un problema silencioso, pero grave para Yucatán. No son espacios diseñados ni vigilados: son grandes tiraderos al aire libre que contaminan agua, suelo y aire, y que afectan directamente la vida de miles de familias.
De acuerdo con Neyra Silva Rosado, titular de la Secretaría de Desarrollo Sustentable (SDS), esta práctica golpea con especial fuerza a los municipios del interior del estado, donde cerca del 80% de las familias consume lo que produce en su propio solar: hortalizas, legumbres y animales de traspatio.
“Lo preocupante —explicó— es que esas cosechas ya están contaminadas, porque se riegan con agua cercana a los basureros o se siembran en suelos dañados por la acumulación de residuos”.
Daño ambiental y a la salud
La basura expuesta no solo afecta el paisaje. Las quemas constantes liberan humo y partículas que irritan las vías respiratorias y agravan enfermedades como asma o bronquitis. La descomposición sin control de los residuos facilita, además, la proliferación de mosquitos y roedores que transmiten dengue, zika o chikunguña.
“Dejar los desechos a cielo abierto no es una solución, es un peligro para todos”, subrayó Silva Rosado, quien recordó que los efectos no se limitan al ambiente: impactan directamente en la salud de quienes viven cerca de esos sitios.
Aunque la SDS impulsa jornadas de limpieza en playas, cenotes y espacios públicos, la funcionaria fue clara: la responsabilidad principal recae en los ayuntamientos. “Son los cabildos quienes deben clausurar esos vertederos y buscar alternativas adecuadas para disponer los residuos. Nuestro papel es asesorar, acompañar y orientar, pero las decisiones deben tomarlas los municipios”, explicó.
La dependencia estatal ofrece a los gobiernos locales herramientas para diseñar reglamentos de manejo de residuos, establecer espacios de transferencia y ubicar sitios de disposición final que cumplan con las normas ambientales. “Lo que buscamos es reducir al mínimo el impacto en la salud y en el entorno, porque al final, lo que está en juego es la calidad de vida de las comunidades”, puntualizó.
Un llamado a la conciencia
La Secretaría insiste en que más allá de la responsabilidad gubernamental, la solución también pasa por la participación de la sociedad. Reducir, separar y disponer adecuadamente la basura en casa es el primer paso para evitar que los vertederos al aire libre sigan creciendo.
El problema de los basureros a cielo abierto no es nuevo, pero hoy se vuelve más urgente: el estado crece, la generación de residuos aumenta y los riesgos ambientales se multiplican. Atenderlo no solo es un asunto de infraestructura, sino de conciencia colectiva.