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Yucatán / Mérida

Mérida se gentrifica: El Centro es imán para extranjeros, crece el desplazamiento de pobladores y las rentas inmobiliarias se disparan

Cada año llegan cerca de 20 mil familias a Yucatán, principalmente originarias de Estados Unidos y Canadá.
El crecimiento inmobiliario enciende la alerta por gentrificación y desplazamiento a pobladores
El crecimiento inmobiliario enciende la alerta por gentrificación y desplazamiento a pobladores / Por Esto!

En calles adoquinadas donde antes solo se escuchaba el canto de los pájaros y las voces en maya de vecinos centenarios, hoy se habla inglés fluido entre fachadas coloniales de predios valuados en hasta 15 millones de pesos.

Mérida se ha transformado en un imán para retirados de lujo, sobre todo estadounidenses y canadienses, que ven en la capital yucateca una joya tropical con precios aún competitivos, buena conectividad, bajo índice de violencia y una oferta arquitectónica sin igual. Pero junto al auge inmobiliario, también crece una sombra: la gentrificación que expulsa silenciosamente a los habitantes originarios.

Especialistas del sector reconocen que el fenómeno de migración extranjera a Mérida va en aumento, motivado por el deseo de vivir el “México auténtico”, pero con comodidades de primer mundo. “Muchos buscan casas en el Centro Histórico, entre los 11 millones y 16 millones de pesos, cuidadosamente restauradas por arquitectos que preservan el estilo colonial”, explicó a Por Esto! Nicole Álvarez, presidenta de la AMPI en Playa del Carmen.

Según el Censo de 2020, el 28.9% de la población extranjera residente en Yucatán proviene de Estados Unidos, mientras que la ciudad de Mérida concentra casi el 80% del total de residentes nacidos en otro país. A esta cifra se suman quienes llegan desde otros estados del país, atraídos por la seguridad y el costo de vida, lo que ha disparado la demanda de vivienda.

Boom inmobiliario con rostro nuevo

Pero contrario a lo que se pensaba, el nuevo mercado no está compuesto únicamente por jubilados. Hoy llegan también familias jóvenes, muchas de ellas latinas que vivían en Estados Unidos y que han decidido mudarse de forma permanente a Mérida con hijos pequeños. “Este fenómeno se ha intensificado en los últimos seis meses”, afirma Álvarez.

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Las zonas como Temozón, al norte de la ciudad, se han convertido en polos de alta demanda por ofrecer departamentos desde los 2 millones de pesos y residencias modernas con alberca, entre 6 y 15 millones de pesos, pensadas para compradores con alto poder adquisitivo.

Este crecimiento se refleja en cifras concretas no sólo para los de alto poder adquisitivo, sino para la población en general: durante el primer trimestre de 2025, el precio promedio de una vivienda comprada con crédito hipotecario en Yucatán fue de 2 millones 319 mil pesos, un aumento del 12.66 % respecto al mismo periodo de 2024. Yucatán ocupa ya el tercer lugar nacional en aumento de precios de vivienda, solo detrás de Nayarit y Baja California.

A esto se suma que el precio por metro cuadrado construido se ubicó en 27 mil 502 pesos, con un incremento acumulado del 5.7%, frente al 1.9% nacional. De hecho, Mérida concentra el 9.4% de las búsquedas nacionales de propiedades, según datos de la Sociedad Hipotecaria Federal.

Mientras tanto, en el Centro, las casonas restauradas se han convertido en verdaderos tesoros arquitectónicos, transformadas en residencias de lujo habitadas por extranjeros de tiempo completo.

Aunque este fenómeno ha inyectado dinamismo económico a ciertos sectores, también ha desplazado a comunidades enteras. “No se trata solo de vender propiedades, sino de construir comunidades armónicas y respetuosas del entorno”, advierten los expertos. La venta indiscriminada de terrenos y la especulación inmobiliaria ya provocan tensiones visibles en distintas zonas de Mérida y sus alrededores.

Gentrificación, un costo oculto

Pero este auge inmobiliario tiene un costo que no aparece en los folletos de promoción. La gentrificación —el desplazamiento social y económico de los habitantes originales— ya se deja sentir en colonias céntricas, comisarías periurbanas y zonas costeras del estado, así como en ciudades coloniales como Valladolid, y hasta en Pueblos Mágicos como Motul y Sucilá.

La Cámara Nacional de la Industria de Desarrollo y Promoción de Vivienda (Canadevi) en Yucatán reconoce el impacto del fenómeno. “Se está encareciendo tanto la vivienda como las rentas. Necesitamos políticas públicas para mitigar los efectos de la gentrificación y proteger la esencia yucateca”, señala.

La gentrificación ha dejado huellas en el Centro Histórico, comisarías con desarrollos inmobiliarios y, sobre todo, en la costa. Se estima que cada año llegan alrededor de 20 mil nuevas familias a Yucatán, una tendencia que comenzó a acelerarse hace al menos cuatro años.

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En comunidades como Chablekal o Santa Gertrudis Copó, las denuncias por despojo, destrucción de viviendas y desplazamiento forzado se han vuelto frecuentes. En Chablekal, por ejemplo, más de 300 pobladores formaron una unión para frenar la venta masiva de tierras ejidales. “No hay espacio ni para ampliar el cementerio, estamos cercados por residenciales que ni siquiera son para nosotros”, denuncian.

La ciudad que se desborda

La capital yucateca no crece hacia arriba, sino hacia los costados. Sus nuevos desarrollos privados avanzan sobre comunidades mayas que terminan siendo absorbidas por un urbanismo que no les pertenece. Mientras tanto, el 14% de las viviendas familiares permanecen vacías, compradas como inversión, muchas veces especulativa.

Desde los años 70, tras la caída del auge henequenero, la industria inmobiliaria tomó el relevo como principal fuente de ingresos para Yucatán. Hoy, el “henequén de asfalto” domina la agenda económica, pero sin una planeación que garantice justicia social o equidad territorial.

El reto está en equilibrar el crecimiento con la preservación de la identidad. Especialistas proponen frenar la expansión desordenada y priorizar la consolidación de zonas urbanas ya existentes, con infraestructura adecuada y programas de vivienda social.

“No se trata de cerrar las puertas a quienes llegan, sino de asegurar que quienes ya estaban no sean desplazados. El reto de Mérida es crecer sin perder su alma”, concluyen especialistas inmobiliarios.

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