Eudaldo Chávez Molina ¡Crónicas del T´nab!
Son días nublados, a veces de lluvias misteriosas, entre los pueblos mayas del Camino Real, cuando el otoño llega a su ocaso, las mañanas comienzan a enfriarse y el viento sopla, como si tuviera navajitas que se clavan en la piel. A veces se oscurece por las tardes y la nostalgia se convierte en melancolía.
Es la señal de que se acerca el Día de Muertos, una de las fiestas costumbristas más representativas de los pueblos originarios de nuestro país. Entre los mayas recobra esplendor una de las tradiciones más arraigadas entre el pueblo y Tenabo, inmerso en sus costumbres populares, acude puntual al rito de bienvenida de sus seres queridos. Bienvenidos, amados padres, en el día sagrado del reencuentro.
Son días de nublados y de grises tardes, del renacer de las flores de xpujuc, de las frutas de la época como los cítricos, jícamas, nances, calabazas y papayas almibaradas, y de una gran variedad de mazapanes que dan colorido y misticismo al santuario de los muertos, que en estos días llegan a convivir con sus seres queridos. Bienvenidos, amados padres, la casa maya donde crecimos está lista, ha recobrado vida con su energía positiva donde sentimos tu presencia sagrada.
Las lluvias salen de su letargo acompasado; según nuestros ancestros son lluvias que el cielo deja caer para lavar el camino por donde pasarán las ánimas, pero también para que fertilicen el suelo para que crezca el xpujuc, el kan’lool, el chacsic, la ruda y la albahaca, que servirán lo mismo para perfumar y adornar los sepulcros y osarios, como para adornar el altar sagrado que el lugar principal de la casa instalará su dueño, anfitrión de los que vienen del más allá.
Para los pueblos mayas como el de la gran T´nab, los habitantes creen que al morir una persona, su alma inicia un camino desde su tumba o desde el lugar donde murió. Ese sagrado camino vincula varios espacios desde los dos metros de tierra donde es sepultado hasta el altar donde él llegará durante su regreso, durante el transcurso del viaje.
El tan esperado visitante recorre diversos lugares del cosmos comunitario maya, que son lugares conocidos por el alma; se piensa que las almas no pierden contacto con los lugares donde vivió, trabajó o convivió y conoció durante su efímero paso por este mundo terrenal.
El punto de encuentro con sus seres queridos en la visita de las ánimas, es el altar, que es un espacio sagrado para dar la bienvenida al Pixán, que significa “lo que está oculto o no se puede ver”.
En este altar, que se instala en cada hogar maya, ocurren acontecimientos trascendentales para toda la familia, porque representa contactos misteriosos y sagrados de convivencia entre vivos y muertos.
Las oraciones, plegarias y rituales durante estos días, se reflejan bajo la sombra de la luz de las velas y veladoras, que se consumen en sincrética fusión del incienso y el romero.
Entonces, todo huele a espíritus y ánimas en la antigua T´nab, que celebra entre los vivos sus días de muertos, en reencuentro tan esperado, que entre oraciones son actos solemnes llenos de fe y esperanza.
Estas prácticas se realizan durante el día o por la madrugada. Mis abuelos me contaban que los solares mayas en estos días se llenaban de misterios y sonidos extraños; hay momentos en que se siente la presencia de “alguien” o los relatos de los vecinos que aseguran sentir al ser querido y su fresca presencia.
El biix o finados cumple con la creencia de esperar y ofrecer a los pixano’ob que nos visitan, chakwajes, caldo de pollo o tamalitos, para que ofrezcan a los del otro mundo. Acompañados con incienso, veladoras y flores. La lluvia tenue nocturna señala que las almas pronto vendrán; juntos meten la ropa lavada, caminan entre las hamacas de sus hijos, como protección bajo la luz de las veladoras.
Los mayores contaban que los perros anuncian la llegada de los difuntos. Nuestra cultura maya asegura que las almas salen del cuerpo y recorren diversos lugares de la geografía comunitarias de los mayas. Las ánimas regresan cada año a visitar a sus familiares aquí en la Tierra y tomar sus alimentos del altar sagrado de la familia, que se arregla especialmente para recibir a los Fieles Difuntos.
El 1y 2 de noviembre, los panteones estuvieron de fiesta, previamente habían recibido el ritual de la limpieza de las osamentas y el cambio de vestimenta, se limpian las tumbas, chapean, lavan, reparan o cambian la cruz hecha de madera o cemento y cambian las flores con otras más frescas, como el xk’anlool, el muul, xtees, puujuc, y otras flores silvestres o cultivada, que son cortadas para aromatizar o engalanar las tumbas.
Es una tradición también pintar el nicho del difunto ,para esperar con respeto la misa en el panteón. El regreso anual de los pixano’ob se manifiesta con la colocación de las velas, a las puertas de las casas, en la albarrada familiar o a un costado del sakbej, anuncia que los difuntos han iniciado el viaje de regreso, recorriendo nuevamente los espacios y caminos que anduvieron durante su estancia entre los vivos.
El Día de Muertos, es una tradición siempre viva; refleja la vitalidad con que se lleva a cabo la celebración anual que los pueblos mayas realizan para esperar con ansias el reencuentro con sus seres queridos. Es una costumbre muy arraigada en la vieja T´nab. Son días aromatizados por el humo y el olor a hornos con pibes enterrados.
Es el ritual de la esperanza por volver a convivir con los que se han ido, pero que están en cada lugar donde vivieron. Son días de misterios, de tradiciones, de vivencias, de espantos y de recrear los misterios en el Paseo de las Animas, que este 31 de octubre se volvió a retomar en la antigua T´nab, comarca prehispánica de los mayas.
Aquí donde Ah-Puch tiene su aposento y se le puede ver en estos días en su lento peregrinar por las calles oscuras y entre los muros de las exhaciendas, donde varias vidas quedaron sepultadas.
El Paseo de las Animas, que salió del cementerio segundo y llegó al parque central, fue un reencuentro con nuestras costumbres. Un buen acierto de las autoridades por rescatar tradiciones ancestrales. Este Paseo, que se había propuesto hace años, pero que había sido indiferente a los ex ediles, hoy es una realidad que reivindica a Tenabo dentro de los pueblos de origen maya que celebran la muerte con la vida.
En Tenabo, el Día de Muertos es una tradición siempre viva. Es de un sui géneris el caminar de las mestizas, que llevan en la cabeza o en la cadera su palangana. Es el rítmico andar de la vida. Ellas van a la molienda con su granos de mazorca fresca, y caminan entre el humo penetrante de los hornos encendidos con olor a leña verde.
El Paseo de las Animas llena de colorido y el festival de la muerte en honor a la vida. Una costumbre recreada con talento y amor a Tenabo, con su “catrina gigante” por el Centro Histórico que nos recordó el esplendor de las haciendas de la época porfiriana.
Las casas de paja parecen sonreír con sus albarradas pintadas de cal, que semejan grandes dientes, otros van rumbo al cementerio a llevar flores, con olor a lluvia fresca. Es el Día de Muertos en Tenabo, el pueblo que resalta entre el humo misterioso de la tarde, y muestra su esplendor en la pasarela natural de las flores que aromatizan el mercado tradicional de mi barrio costumbrista. ¡Día de muertos, una tradición siempre viva en la prehispánica T´nab!