
En el corazón de los pueblos mayas y mestizos del estado de Campeche, la Semana Santa no solo se vive en las iglesias y capillas, sino también en las creencias ancestrales que sobreviven entre generaciones.
Durante estos días santos, muchas comunidades rurales recomiendan a sus habitantes no salir de sus casas por la noche, pues según cuentan las leyendas, es cuando las almas malas y otros espíritus del más allá caminan libres, aprovechando el duelo espiritual por la Pasión de Cristo.
“Dicen los abuelos que en estos días el mal anda suelto, porque hasta el mismo diablo se mueve con más libertad”, comparte don Rafael, un vecino del municipio de Hopelchén. “Si alguien se atreve a salir, puede escuchar lamentos, ver sombras o sentir cómo lo siguen en silencio”.
Estas historias han pasado de voz en voz por generaciones y en pueblos como Tenabo, Calkiní, Hecelchakán y Dzibalchén, todavía hay quienes colocan cruces de palma en las puertas, evitan hacer ruido y hasta apagan las luces temprano como forma de respeto y protección.
Entre las leyendas más contadas están la aparición de perros infernales, mujeres llorando en los caminos, y sombras sin rostro que se atraviesan a quienes desobedecen las advertencias. Aunque muchos jóvenes ven estas narraciones como simples cuentos, otros prefieren no tentar al destino. “Mi abuela siempre decía: ‘No es miedo, es respeto’. Así que mejor me quedo en casa”, comenta Laura, originaria de Champotón.
La Semana Santa en Campeche, además de ser tiempo de fe y reflexión, también es una temporada donde el misticismo, el temor ancestral y la identidad cultural se entrelazan, recordándonos que las tradiciones viven tanto en los templos como en las sombras de los caminos.
JY