
Frente a uno de los tramos más renovados del malecón campechano, bajo las aguas calmas del Golfo, yacen los restos del Lola, un barco de vapor francés varado desde 1864. Pocas historias locales combinan tanto misterio, nostalgia y valor patrimonial como la de esta embarcación, considerada hoy Patrimonio Cultural Subacuático de México.

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El Lola era un mercante a vapor de bandera francesa que navegaba entre Frontera, Tabasco, y San Francisco de Campeche. El 20 de noviembre de 1864, durante una maniobra mal ejecutada por su capitán, Diego Begovich, el barco encalló frente al antiguo hospital de San Lázaro.

Pese a los esfuerzos, la nave no pudo ser rescatada, y su tripulación la abandonó. Desde entonces, su casco de 65 metros de eslora quedó abrazado al lecho marino, convirtiéndose en un testigo silencioso del auge comercial del siglo XIX.
El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) ha documentado el valor técnico y arqueológico del Lola, cuya estructura da cuenta del tránsito entre la navegación a vela y la propulsión mecánica por vapor, símbolo del cambio industrial en la región. Hoy forma parte del inventario oficial de bienes culturales sumergidos, aunque la mayoría de los campechanos solo conocen su historia por referencias o leyendas locales.

Y como si la memoria decidiera emerger por un instante, hace apenas un mes una inusual marea baja permitió divisar desde el malecón segmentos del casco, la hélice y otras partes de la caldera del Lola. Fue una escena casi fantasmal: paseantes y curiosos captaron imágenes del navío entre las rocas y la espuma, como un recordatorio de que la historia nunca está del todo enterrada.
JGH