
En el antiguo barrio de Guadalupe, donde las noches parecen más densas y los murmullos se confunden con el viento, existía un pasadizo que los campechanos evitaban incluso con la luz del día. Lo llamaban el Callejón del Diablo, y su fama de lugar maldito se extendió por generaciones.

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Este callejón, hoy desaparecido físicamente, comenzaba en el despoblado conocido como San Martín, actual Parque IV Centenario, y desembocaba en la zona de La Zanja, un tramo oscuro bordeado por árboles frondosos y casas humildes. En ese rincón vivía un hombre de aspecto macilento, con malformaciones físicas que lo hacían parecer más criatura que humano. Aprovechando el temor popular, se dedicaba a asustar a los transeúntes, encendiendo cartuchos de azufre que llenaban el aire de humo y olor a infierno, haciéndose pasar por el mismísimo Lucifer.
El terror nocturno
Quienes se atrevían a cruzar el callejón después del ocaso hablaban de una figura peluda, con cuernos y cola larga, que emergía entre las sombras con una risa diabólica. El miedo fue tal que los vecinos comenzaron a dejar ofrendas de oro y joyas bajo un árbol, con la esperanza de apaciguar al ente infernal. Cada mañana, los objetos desaparecían, alimentando la creencia de que el Diablo aceptaba los regalos.

Pero no todos se dejaron engañar. Una noche, dos pescadores curtidos por el mar, acostumbrados a enfrentar tormentas y leyendas de ultramar, decidieron enfrentar al supuesto demonio. Lo sorprendieron justo cuando encendía su cartucho de azufre y, sin titubear, le marcaron las posaderas con un carbón al rojo vivo. El hombre huyó gritando, enfermo y humillado. Poco después, donó parte de las riquezas acumuladas a una institución para pobres, cerrando así su ciclo de terror.
¿Dónde está hoy el Callejón?

Aunque el callejón original ya no existe, se sabe que estaba ubicado en las inmediaciones del actual Parque IV Centenario, en el barrio de Guadalupe. Hoy, el lugar está rodeado de viviendas, comercios y calles urbanizadas, pero la memoria colectiva insiste en mantener viva la leyenda.
Mito, advertencia o reflejo social
Más allá del susto, el Callejón del Diablo representa una advertencia contra el engaño, la superstición y la avaricia. Algunos lo interpretan como una metáfora del miedo colectivo; otros, como un reflejo de cómo la ignorancia puede ser manipulada. Lo cierto es que, aunque el pasadizo fue borrado por la modernidad, su historia sigue viva, y hay quienes aseguran que, en noches sin luna, aún se escuchan risas extrañas entre los árboles del parque.
JGH