
La historia del altar de Nuestra Señora del Carmen en el Santuario Diocesano Mariano es un testimonio vivo de fe, dedicación y amor inquebrantable de los carmelitas a su patrona.

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Desde su primera gran transformación en 1956, con motivo de la coronación pontificia de la Virgen, hasta la reciente renovación concluida en 2024, cada intervención ha buscado rendir homenaje a su importancia espiritual, destacó el cronista del santuario, Mario Antonio Moreno Heredia, al señalar que ese recinto sagrado es “un tributo del pueblo carmelita a su Virgen amada con el corazón y con el alma”.
Según explicó, revisando sus archivos, para dar testimonio al actual rector José Francisco Verdejo Aguilera, quien quería saber más acerca de los materiales y procesos que ha llevado el altar del santuario, indicó que, en el año 1956, bajo la guía de monseñor Faustino Rebolledo Blanco, el altar original de madera fue enriquecido con una base de mármol de Carrara de color rosa y blanco. Dicha estructura, que era una elegante combinación de madera tallada, columnas dóricas, media cúpula con arabescos dorados y una cruz rematada con un Corazón de Jesús, custodió durante décadas la venerada imagen de la Virgen.

Sin embargo, los embates del tiempo, la humedad y las plagas propias de la Isla dañaron el altar de madera. Aunque Monseñor Rebolledo proyectó reemplazarlo, su fallecimiento en 1979 dejó la misión inconclusa, por lo que fue el presbítero Alejandro Serrato Carrasco quien, para conmemorar los 25 años de la coronación, encargó en Puebla un nuevo ciprés de mármol, inspirado en el altar de la Catedral de Toluca, aunque su conclusión se demoró hasta 1984 bajo la gestión del presbítero Próspero Francisco Huchín Sánchez.
El altar de mármol sirvió fielmente hasta un triste incidente en 1995, cuando hace 30 años un fanático religioso intentó dañar la imagen. Esto orilló al entonces párroco, el presbítero José Encarnación Cervera y Torres, a demoler las escaleras de acceso para proteger la urna. Posteriormente, en preparación para la proclamación del templo como Santuario Diocesano en 1997, Cervera impulsó una nueva transformación: se trataba de un altar de madera que evocaba el diseño original de 1956, aunque al estar elaborado mayormente en triplay, pronto sufrió de un progresivo deterioro.
Para el año 2024, la situación se tornó crítica, puesto que aunque por fuera pareciera mármol, lo que ahí había era una estructura de madera, la cual amenazaba con colapsar sobre la imagen tricentenaria de la Virgen y sobre quienes acudían a venerarla.
Ante el inminente peligro, el actual rector José Francisco Verdejo Aguilera, con el respaldo del Obispo José Francisco González González, solicitó autorización al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), para hacer reparaciones, las cuales fueron integrales, toda vez que era necesaria la demolición del viejo altar.
Con el esfuerzo conjunto de la feligresía y grupos apostólicos, se recaudaron los fondos necesarios para encargar un nuevo altar completamente elaborado en mármol de Carrara. Y fue la empresa “Las manos de Puebla”, liderada hasta su fallecimiento por Noé Hernández Flores, y posteriormente por su familia, la encargada de materializar esta magna obra, ensamblada pieza por pieza en el suelo carmelita.
El 13 de junio de 2024, día de San Antonio de Padua, quedó concluido el nuevo altar. A ello siguió una etapa de decoración ideada por el propio Verdejo Aguilera, la cual finalizó el 30 de agosto de 2024, festividad de Santa Rosa de Lima. Finalmente, el nuevo ciprés de mármol fue bendecido el 9 de septiembre de 2024 por el Obispo de Campeche.
En palabras del historiador, “el Santuario Diocesano Mariano de Nuestra Señora del Carmen resplandece con un altar que no sólo honra su historia, sino que asegura la preservación de su legado para las generaciones venideras, una obra que es un tributo del pueblo carmelita a su Virgen amada con el corazón y con el alma”.
JGH