Edgar Rodríguez Cimé
Autor mayor del arte contemporáneo
II y última
En lugar de guiarse por el camino de grandes autores reconocidos, la obra plástica del maestro juchiteco Francisco (Benjamín López) Toledo reconoce su sustento cultural mesoamericano, pero le imprime su huella “naturalista” –sobre todo del bestiario regional “feo” o “pernicioso”– reconocida universalmente dentro y fuera de México, hablando de arte universal contemporáneo.
En la ficha de este artista mexicano (Juchitán, Oaxaca / 1940) en la Wikipedia, aparece como “dibujante, pintor, escultor, ceramista e impresor”, además de que su alter ego como “activista de izquierda, luchador social, ambientalista, promotor cultural y mecenas-filántropo”, que ha sembrado y cosechado, hermanado con su pueblo, importantes proyectos culturales a favor de los que menos tienen.
Proveniente de la tradición juchiteca, este artista plástico, crecido y desarrollado a mitad del siglo XX, durante la etapa llamada de la “ruptura” (cuando los pintores se alejan de la tradición muralística de la Escuela Mexicana de Pintura al surgir el “abstracto” en México); sin embargo, encuentra su propia ruta estética imponiendo en su obra la huella del “naturalismo” de animales regionales que, convencionalmente, no son asociados con los modelos estéticos de Occidente: monos, murciélagos, iguanas, sapos e insectos.
En la escultura de Toledo sobresalen dos formas de expresión: una que representa imágenes del mundo natural, específicamente bestiarios de animales, incluyendo especies heterodoxas para la “mirada estética de Occidente”; y otra donde literalmente “alucina” creativamente hablando. Su cosmovisión estética incluye lo real y lo metafórico, representando animales y figuras humanas “apareadas”, donde surge la “androginia”, en un afán “naturalista”.
Al contrario de los “artistas conceptuales” norteamericanos y europeos que “se apropian” de arte mexicano (cerámica) para “integrarlo” en un “concepto estético vanguardista”, el irreverente Toledo “se apropió” de elementos de “la modernidad” y las “vanguardias”, sobre todo la europea, para cristalizar el “espíritu fantástico” de su obra: criaturas antropomórficas, monstruosas pero juguetonas, para sus “papalotes (papagayos), libros de arte, máscaras, joyería y alucinantes grabados”.
El talento de Toledo, nacido de Francisco López Orozco y Florencia Toledo Nolasco, inicia su cultivo a los 14 años en el taller de grabado de Arturo García Bustos, para luego ingresar al Taller Libre de Grabado, de la Escuela de Diseño y Artesanías, del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), en la Ciudad de México.
Como creador, en 1959 comienza exhibiendo su obra en la Galería Antonio Souza y en Fort Worth Center, en Texas. En 1960 viaja a la meca del arte de Occidente: París, donde profundiza en técnicas de grabado. Conoce museos, galerías, artistas plásticos y escritores de vanguardia que alimentaron su visión del arte. Regresa a México en 1965 con una nueva óptica estética que imprimirá a su obra.
Entre los numerosos premios obtenidos, están: Premio Nacional de Ciencias y Artes (Bellas Artes) en 1998; el Premio Príncipe Clauss en 2000; el Premio Rigth Livelihood en 2005; en 2007, Doctorado Honoris Causa, otorgado por la Universidad Autónoma Benito Juárez. En 2015, el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO) entrega al INBA una colección de arte de más de 125 mil objetos, destacando fotos y documentos de los siglos XIX y XX, incluidos dos edificios donde se localiza el IAGO.
Su obra plástica se encuentra en los museos de arte modero de México, París, Nueva York y Filadelfia, así como en la New York Public Library, la Tate Gallery de Londres y la Kunstnaneshus de Oslo, Noruega. Ha participado en numerosas exposiciones colectivas e individuales en ciudades como Nueva York, Londres, París o Ginebra, entre otras.
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Colectivo cultural Felipa Poot Tzuc