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Cultura

De almas enfermas

Ivi May Dzib

Pensando en la violencia intrafamiliar y en casos donde se ejerce una violencia desmedida en relaciones de pareja, pero también escuchando los comentarios de mucha gente, se cree que la problemática se resolvería si la mujer pusiera un alto a las relaciones tóxicas y decidiera levantar la voz y abandonar a su pareja. Esta es una visión limitada, pero se tiene la creencia de que con esto se solucionaría. No nos hemos puesto a pensar en lo complicado que a veces resulta. En muchos casos la pareja no se conforma con la negativa, incrementando el nivel de violencia que puede llegar a ejercer sobre la persona que ha decidido cortar la relación. En otros casos, el acoso es sistemático y se espera el momento justo para agredir a la persona que lo hizo sentir rechazado. Y no podemos hacer a un lado la falta de interés de muchos de los trabajadores del aparato judicial, empezando con los policías y terminando con los administrativos y jueces, que han hecho que muchas mujeres consideren imposible defenderse de vivir bajo la amenaza de una persona violenta, debido que no hay penas ejemplares ni garantías de protección contra los agresores.

A veces los encargados de impartir justicia revictimizan a la mujer, echándole la culpa por no abandonar al marido, pensando que la situación de vida de la víctima está rodeada de las mismas circunstancias que la suya. Hay una falta de educación emocional y prácticas culturales que están muy arraigadas y que permiten que se vea como algo “normal” que el hombre tenga derecho de violentar a su pareja, no se puede desprogramarlas de repente, ya que incluso son reforzadas por las mismas instituciones que ven el sistema patriarcal como intocable. Y ante la falta de solución o de acciones serias que hagan a una mujer sentirse segura de la violencia por la que padece, a veces se decide no denunciar e, incluso, hacerse justicia por mano propia.

El periodismo mismo ha hecho a través de la textualidad que la mujer se convierte en una víctima que buscó su propia muerte y que justifica la agresión que se ejerce contra ella, ya sea con la adjetivación o con la reconstrucción de una posible historia que justifique al asesino, o que cuando siente empatía por la víctima se celebre a sí mismo por hacerlo. Cuando un feminicidio ocurre hay quien incluso señala que no se saben los motivos del asesino, preguntándose cuál pudo haber sido, cuando cumple con todas las características de un crimen de odio contra la mujer. Pero ese cuestionamiento parece que lleva un dejo de esperanza que pueda justificar que los hombres no son parte de ese problema. No hay justificación de ninguna índole para ese nivel de violencia.

Una mujer apuñala a su marido y no falta el idiota que comenta, dirigiéndose a sus amigos del face, que espera que también por este caso se exija justicia y ahí es cuando queda claro que no hemos entendido nada. En un mundo machista, donde las mujeres tienen que emular ese mismo comportamiento para acceder a un puesto de poder, no se necesita exigir justicia por casos como estos, la “justicia” da por sentada que la lección que la mujer tiene que recibir debe de ser contundente, por lo mismo vemos que se vuelve un calvario si una mujer mata a su violador en defensa propia, ya que tuvo la osadía de actuar de manera diferente a lo que se espera de ella. Decir las mujeres también golpean o también matan es la mejor forma de querer desdeñar el tema del feminicidio, la mejor forma de revictimizar y la mejor forma de justificar nuestra propia alma enferma.

ivimayd@hotmail.com

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