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Cultura

Alicia nació para que Giselle no muera

Pedro de la Hoz

Cuando el crítico argentino Fernando Emery vio a Alicia Alonso en el personaje de Giselle, sobre las tablas del teatro Colón, de Buenos Aires, tuvo la convicción de haber asistido a un prodigio. Al día siguiente escribió en un diario rioplatense: “Ella nació para que Giselle no muera”.

La identificación de la artista cubana con la protagonista de una de las obras emblemáticas de la danza romántica del siglo XIX comenzó desde el mismo día que encarnó a la bella e inocente campesina alemana.

Ello aconteció el 2 de noviembre de 1943, en la Metropolitan Opera House, de Nueva York, cuando ella pertenecía al American Ballet Theater, es decir, hace exactamente 75 años.

Aunque la historia se ha revelado más de una vez, vale la pena volverla a contar. Alicia y su esposo, el también bailarín y profesor Fernando Alonso, hacían carrera en los Estados Unidos. La pérdida del sentido de la vista, un proceso progresivo que en un momento de su estancia en ese país se agudizó, la obligó a una etapa de reposo, sin movimiento alguno, en el que repasó mentalmente y pulió detalles de las obras de su preferencia, entre estas Giselle.

De modo que cuando intempestivamente le plantearon sustituir a la primera figura del elenco, Alicia Markova, indispuesta, para la función de Giselle del 2 de noviembre, salió a escena con tal dominio técnico e interpretativo, que le ganó para siempre la titularidad del personaje. A su lado estaba el bailarín inglés Anton Dolin.

A un colega del diarismo, la gran artista confesó: “La Markova estaba considerada una de las más sobresalientes bailarinas del mundo y entre las mejores Giselle de todos los tiempos. En Nueva York, ella era la única a la que habían visto interpretando a Giselle hasta entonces. Es verdad que era muy buena. Pero yo, que hacía una de las amigas de Giselle, no me perdía ni una sola función. Terminaba mi parte y salía corriendo para colocarme en la pata del teatro a observarla. No olvidaré que había temporada en la Metropolitan Opera House, y yo me preparaba en los ballets que me tocaban. Como sabes, ya era solista, aunque una solista un poco rara, pues lo mismo me ponían en el cuerpo de baile que a defender cualquier papelito. Pero Markova se enfermó y el teatro ya se había vendido. Y como buenos empresarios no querían perder la función. Le preguntaron al resto de las primeras bailarinas, pero ellas respondieron: ‘No, nosotras no hacemos de suplentes de nadie’. Creo que amén de eso, era muy difícil que alguien conociera ese ballet como yo, de atrás para adelante y de adelante para atrás. Todos los papeles. Yo bailaba Giselle en mi mente todo el tiempo.

”Bueno, el hecho fue que todas se negaron, y el coreógrafo y primer bailarín Anton Dolin, propuso: ‘Pregúntenle a la Alonso’. Estaba ensayando en el salón de arriba, pues ese día me tocaba matiné y noche. Cuando se me acercaron dije: ‘Si Mr. Dolin quiere bailar conmigo, yo me atrevo’”.

El estreno de la pieza el 28 de junio de 1841 en la Opera de París se debió a un encargo de la diva de la época, Carlotta Grisi. Una circunstancia fortuita obró para que la Alonso fuera la Giselle lúcidamente poética, perturbadora y paradigmática del siglo XX.

Relata Miguel Cabrera, historiador del Ballet Nacional de Cuba, cómo la propia Alicia, aunque tuviera a su Giselle en altísima estima, no recordaba la fecha de aquella luminosa apropiación. El la descubrió en 1968 al escudriñar en los álbumes de la artista preservados por la familia: “Allí estaban los recortes de prensa originales, con los juicios de los eminentes críticos norteamericanos John Martin, de The New York Times, y Anatole Chujoy, de Dance News, que habían sido testigos de lo ocurrido en aquella memorable. Gracias a ellos pude rescatar una fecha que pertenece a la historia: el 2 de noviembre de 1943. Logré darla a conocer públicamente el 25 de septiembre de 1968, durante una conferencia impartida en un ciclo organizado por la Comisión Cubana de la Unesco, con motivo del 20mo. aniversario de la fundación del Ballet Nacional de Cuba”.

El historiador ha recordado que Alicia bailó el papel de Giselle durante medio siglo, desde la noche del debut hasta la habanera del martes 2 de noviembre de 1993.

En la capital cubana lo interpretó por primera vez el 5 de junio de 1945 en el teatro Auditoriun, con el Ballet de la Sociedad Pro Arte Musical de La Habana, acompañada por una orquesta dirigida por el maestro José Ardévol, compositor español que lideró en Cuba el grupo Renovación Musical, de tanto impacto en la vida cultural de la isla en aquellos años. Integraron el elenco Fernando Alonso, como Albrecht; la primera bailarina norteamericana Rosella Hightower, en la Reina de las Willis, y Simón Semenoff, en Hilarión.

Por si fuera poco, la versión que hoy se halla en el repertorio de su compañía, y en otras que lo han solicitado en diferentes partes del mundo, es la que Alicia montó en 1972, cuando depuró la narración escénica, perfeccionó la cadencia de los movimientos, e impregnó con los códigos de la Escuela Cubana de Ballet los planteamientos danzarios originales de Jean Corelli y Jules Perrot.

Para celebrar el aniversario 75 de la Giselle de Alicia, el 26 Festival Internacional de Ballet de La Habana, que lleva el nombre de la eximia bailarina, previó en su agenda varias funciones del clásico del Romanticismo danzario, incluyendo una gala conmemorativa bailada por quien muchos consideran la más destacada figura del la compañía cubana en la actualidad, Viengsay Valdés. La segunda de esas funciones, a cargo de Sadaise Arencibia y Rolando Sarabia, sobrepasó las expectativas del público y la crítica.

Mientras las nuevas hornadas de bailarines se adentran en la trama de la centenaria obra, han vuelto a cobrar vigencia los criteriois que avalaron a Alicia como la intérprete ideal del personaje. En 1953, Peter Williams, de Dance and Dancers, de Londres, afirmó: “Añádase al estilo, la depurada técnica de que es poseedora la Alonso, y el resultado será la más grande interpretación de Giselle que el mundo haya conocido”. Clive Barnes en The New York Times, escribió en 1977: “Durante el segundo acto de Giselle, desde los flotantes pasos de adagio hasta su sorprendente elevación, la Alonso desplegó una rara y exquisita técnica. Pero ¿quién se atreve a medir la exquisitez cuando se trata de un genio?”.

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