Pedro de la Hoz
La foto más famosa de Che Guevara es la de Alberto Korda y esta, a su vez, es la que hizo de su autor una celebridad artística. La mirada penetrante del guerrillero, tocado con la boina negra y la estrella solitaria, y la corta melena batida por el viento, ha dado la vuelta al mundo en un periplo que no termina. Captada por el fotógrafo durante las exequias de las víctimas del sabotaje al buque La Coubre, en la rada habanera, en marzo de 1960, la imagen ha adquirido una indiscutible connotación simbólica.
Pero Korda, cuyo nombre real fue Alberto Díaz Gutiérrez, nacido en La Habana el 14 de septiembre de 1928, era desde antes un fotógrafo reconocido. La afición inicial del egresado de una academia comercial y agente de ventas de medicamentos y materiales de oficina se convirtió en profesión a partir de la fundación del Estudio Korda a mediados de los años 50 junto a sus compañeros Luis Peirce y Newton Estapé. El nombre del estudio –les pareció atractivo por la similitud fonética con la marca de películas Kodak y lo mucho que apreciaban al cineasta húngaro Alexander Korda– pasó a ser el apellido de Alberto y sus colegas.
Pronto se posesionaron en el mercado publicitario doméstico. Alberto se reservó los trabajos en los que la figura femenina tuviera protagonismo, y trascendió los encargos para desarrollar una línea muy personal del retrato que había comenzado en su etapa de aficionado.
Decir Korda en La Habana de aquella época equivalía a distinguir al fotógrafo de la belleza femenina, apreciado sobre todo en el ámbito de la moda. Si en un principio las pautas seguidas por el artista eran las de revistas como Vogue y Harper’s Baazar, y en particular la obra de Irving Penn, a corto plazo logró una estética personal, caracterizada por el contraste entre modelo y entorno y el manejo de la luz en exteriores.
Ese Korda es el que recuerda la Fototeca de Cuba a propósito del aniversario 90 de su nacimiento. La Habana, obsesiones interruptas, recoge la obra del fotógrafo consagrada a la mujer, no solo en la etapa prerrevolucionaria, sino a la que a esa misma temática dedicó después, pues una y otra vez los rostros, los gestos y la presencia de la mujer nutrieron su vastísimo catálogo.
En una ocasión Korda declaró: “El triunfo de una revolución, dirigida por hombres, fue todavía más bello que la belleza de las mujeres y me dediqué a ella”. En efecto, a partir de 1959 se integró a la redacción del diario Revolución y por casi una década acompañó a Fidel Castro en sus recorridos por la isla y sus viajes al exterior. Pero como en el proceso de transformaciones inaugurado por los barbudos rebeldes las mujeres tenían un papel activo, en el que fueron dejando de ser un ente subordinado en la escala social, ellas aparecieron también en las fotografías de Korda.
La filosofía creativa del artista quedó resumida por él mismo con estas palabras: “La foto está en el ojo del fotógrafo. Conozco colegas que saben mucho de química, mucho de óptica, mucho de teoría fotográfica, pero nunca han sido capaces de atrapar una imagen que emocione. Mi ojo busca lo que propicia esa emoción, en mis fotos hay un 90 por ciento de búsqueda y un 10 por ciento de casualidad”.