Víctor Salas
Entrevistar a un maestro titulado y licenciado en Leyes, quien además tiene maestrías en Educación Superior, doctorado en Ciencias Pedagógicas y ha sido siempre poeta, cuentista, dramaturgo, ensayista laureado, narrador, articulista y conferencista, es tarea que se antoja complicada, severa y profunda. Todos esos conocimientos y carreras académicas, carga sobre sus hombros Brígido Redondo, además de la vasta experiencia vivencial que le deben haber dejado sus ochenta años de vida, en la que siempre hubo éxito y facilidad para con el fruto del trabajo realizado, a excepción de un período en el que un jefe suyo –al que apoda el Tirano y del que se niega a dar su nombre– lo hizo sufrir lo indecible, hasta el punto de ponerlo a disposición de personal… pero, en la Ciudad de México, lo cual significaba un destierro indeseado por un poeta enamorado de su flor náutica, de la ciudad de Campeche, en la que ha escrito toda la vastedad de su obra poética y de otros géneros literarios en los que el idioma se convierte en materia para la elaboración de piezas de escritura maravillosa.
Estamos en el restaurante de un conocido hotel en la ciudad porteña. Durante horas el lugar está atiborrado de gente, mucha de la cual lo saluda con cariño profundo y con respeto expreso. Los saludos vienen tanto de gente adulta como de jóvenes y niños, a quienes regala palabras, mimos y buenos deseos. A uno de ellos, director de un coro eclesial, le ofrece de regalo un villancico que le canta entre toda esa gente. “Puedes hacer que lo cante un grupo y luego otro y mezclas las voces y haces eso que sabes hacer muy bien con el coro”. “¡Claro, que sí, maestro!”. Se voltea hacia nosotros y nos comenta, “es de Sor Juana”.
En la mesa, en la entrevista, se encuentra su hermano, quien es doctor, músico, investigador musical y tiene su propio trío de trova. El anima la reunión, nos hace reír con sus acotaciones y conocimientos.
Cimbras la primacía de la cumbre
Del gozo de este gozo que se eriza
Guardas la hiel que el vientre cauteriza
Del sueño de mi sueño y su costumbre
Brígido Redondo
Ese domingo 27 de octubre recuerda que hace unos días el tiempo lo coronó con ochenta años, y entonces, goza del gozo lo que viene con ello, un mes completo de celebraciones por ese acontecimiento, que lo ha acercado nuevamente a sus compañeros de generación de estudios y, de nueva cuenta, a muchos amigos entrañables. En ese vericueto del pasado feliz surge la visión de la familia, forjadora del espíritu del poeta, del padre que era un huasteco entregado plenamente a la música de Agustín Lara, pasión que supo compartir con su esposa, inundando de paso la imaginación y sensibilidad del vate en forja, quien llegó a utilizar las canciones del “Flaco de Oro” para hacer los primeros y rudimentarios esquemas de sus poemas incipientes. Brígido, antes de aprender otras muchas cosas, aprendió a tocar guitarra y al arrullo de la “Luna que se quiebra sobre las tinieblas de mi soledad”, hizo los primeros esbozos de la obra propia, que llegó a magnitudes insospechadas en ese entonces; y significada hoy en cincuenta y seis ediciones literarias. Todas ellas imaginadas y escritas en Campeche, la Rosa Náutica del poeta, que conoce de la literatura lorquiana todo y todo sabe de ella de memoria y la dice y la disfruta y los ojos se le encienden dando una brillante luz, cuando el poeta del Romancero Gitano, Bernarda Alba o Yerma son nombradas por el poeta que para las artes escénicas escribió el Traje de Novia y como expresión de su fervor lorquiano hizo la tesis titulada Lo Yermo en Yerma.
Dame la misma arquitectura de mi sueño
Jocoso, come el pan que le han traído en un plato. “El pan es mi debilidad”, dice, pero ha ordenado galletas saladas, y exige que sean de la marca que a él le gustan. “Vayan a comprarlas a la tienda de enfrente”, dice, bonachón, amigable y sonriente, al capitán de meseros, quien lo trata con suma afabilidad y cortesía. Son para su ensalada de pollo y mayonesa, a la que le agrega manzana y durazno. Mientras come pausadamente, dice ser privilegiado porque nunca le costó trabajo hacer y obtener las cosas convertidas en sucesos de su vida. En el marco de ese eufórico momento memorial, la única isla de recuerdo que lo entristece es cuando en una creciente del mar, éste se metió hasta su casa inundándola toda y acabando con cuatro mil libros de su biblioteca, reduciéndola a solamente once mil volúmenes literarios, entre los que hay piezas raras, valiosas por escasas y gran cantidad de ellas, históricas. “En mi casa, las paredes están llenas de obras de artes plásticas, de esculturas y de libros. Para el próximo huracán, voy a abrir las puertas y que entre el mar, que pase de largo hasta el patio. De esa biblioteca, ningún familiar mío ha hecho uso de ella. ¡Bueno!, nada más un primo que me pidió un libro para hacer su tesis. Y ahora, un sobrinito que desde que llega a visitarme se mete a la biblioteca y me pide algún libro para luego decirme que yo se lo lea. Obvio que no entendería nada de él. Entonces, lo abro, hago como que lo leo y le cuento un cuento inventado en ese momento.
Las preseas que ha recibido no han sido solamente en su Campeche natal. Mérida lo ha premiado con la medalla Guty Cárdenas, la Fundación de Mérida y la Antonio Mediz Bolio.
Cita de Sombras, es una obra de teatro suya que le satisface, pero a la cual considera difícil de representar porque en primer lugar las cinco mujeres-personajes deben saber hablar en verso…y en verso largo que es más complicado. Sucede en Visnar, el lugar del asesinato de Lorca, y ellas son también personajes inspirados en las mujeres de la dramaturgia del poeta español. Para ponerla hay que enseñar a las actrices a decir el verso y luego hacer el ensayo.
En ese repaso de su vida uno encuentra a un ser extraordinario, a un sabio de las letras, a un gran creador hasta de bambucos. Y ahí interviene su hermano quien dice que en un CD de su trío trovero “Presentimiento”, hay canciones de Brígido. Tiene muchas. “Grabamos un disco con 35 décimas del poeta. En especial el bambuco, del que estoy haciendo una investigación de campo. Me fui a Colombia, a Antioquia, donde hay un poblado que se llama Bambuco, lugar donde la etnia africana cantaba canciones acompañadas de guitarra. De ahí surge el nombre del bambuco colombiano. Las investigaciones deben ser así, hay que ir a rastrear el origen de las cosas”.
Han transcurrido doscientos cuarenta minutos de charla literaria y de evocaciones sociales, políticas, familiares y artísticas. El poeta de la Rosa Náutica sigue fresco en la creación y en la acción cotidiana. Tiene una jiribilla que le mantiene el entusiasmo con el que hace una jerentina y media, en toda circunstancia.
Sergio Núñez y yo nos sentimos felices con sus enseñanzas al evocar, al hablar como lo hace y al ser como es. Gracias, por todo, maestro Brígido Redondo.