Luis Carlos Coto Mederos
Carilda Oliver Labra
III
831
La violeta combate
Si de niña –casi mala–
me entretuve en la libreta
simulando ser poeta
y luego quedé sin ala.
Si cada sueño me tala,
si me hablan siempre de…,
si mi familia se fue
a doler bajo la nieve
¿soy feliz o no se atreve
mi corazón de abecé?
Si en la soledad que rijo
para dárselo a la espada,
a la flor (ya es tarde y nada)
no me dio la carne un hijo;
si perdí en el acertijo
no me canso, no me hundo,
destilo un beso profundo,
salvo el odio, curo herida;
me vuelvo tierra parida
y madre de todo el mundo.
Si con la última gota
queriendo ser sangre aún
me diste, padre, un zunzún;
si de tu mano ya ignota
que me tiró la pelota
no he sabido ni sabré,
si del seno que mamé
sale imposible mi suerte,
si me ha citado la muerte:
¿estoy viviendo de qué?
Si el amor me hizo una cruz
y sigo aquí mal clavada,
si me ha durado la almohada
lo que al ciego pobre luz;
si arranco del avestruz
una pluma y me la como,
si fuego cargo por lomo,
si me patea un suicida,
si cuando estudio la vida
no encuentro el segundo tomo…
¿Qué hago con sangre y con luna?,
¿cómo disimulo el lío?
¿dónde quitan tanto frío?
¿cuándo viene la fortuna?
¿quién me acuesta en esa tuna?,
¿cuál es mi sombra además?
No me nieguen el quizás,
no me ensucien lo que brota,
no me tomen por idiota,
no me respondan: jamás…
Algún dolor extraviado
me cayó en el sentimiento.
Llévatelo de aquí, viento.
Melancolía es pecado.
Cosas, cosas del pasado
hay que dejarlas volar.
Aún tengo guiño, lunar.
Si el ayer me vuelve vieja,
si prostituye la queja
¡voy y los tiro en el mar!
Porque el débil todo pierde,
cualquiera llega y le priva
de la gaviota más viva,
de su derecho a lo verde.
Por eso, batalla, muerde,
oye la verdad que late,
entero ven al rescate.
Hay que pensar en futuro:
humilde, a pétalo puro,
ya la violeta combate.
832
Leyenda
A Julio Alemán,
líder de los henequeneros.
Obrero que tuvo en cada
suspiro un verde henequén,
arrímate por mi sien,
dame tu lengua arrancada
por asesinos. Callada
la guardaré entre mis cosas.
Fue tibia como las rosas
que nacen al fin de mayo,
tuvo la fuerza del rayo,
habló de versos y glosas.
Un día de sal fragante
y totíes agoreros:
“¡a la huelga, henequeneros!”
llamó su lengua importante.
¡Ay, lengua libre, diamante
que fulgura en este brillo
de amanecer amarillo!
¡Ay, lengua de la esperanza,
con el verbo, con la lanza
del poeta, del caudillo!
Lo soltaron como un nudo
de silencio y más allá.
En la fábrica no está;
pero dice el pueblo rudo
que el obrero, ciego y mudo,
–de los rebeldes sostén,
estatua de amor también–
envuelto en gloria y derroches
de la luna, algunas noches
nace en lengua de henequén.