Ivi May Dzib
Apuntes de un escribidor
Es en estos días cuando la nostalgia y el recuerdo abrazan los corazones, cuando muchos se ríen de las tradiciones y otros agradecen que éstas existan, ya que sienten que es la mejor forma de tener una conexión con los que ya no están en nuestra vida cotidiana. También son días para comercializar y aprovechar para vender a sobreprecio los tamales, las flores, las frutas, los dulces y hasta el papel picado. Es el día del asueto el que aprovechamos para descansar, ya que la vida nos trae de aquí para allá, pero sonreímos cuando a alguien se le ocurre decir que ya descansaremos cuando hayamos pasado a mejor vida.
Hoy es el día en el que recordamos a nuestros muertos, les ponemos un altar, los invitamos a saborear la esencia de los alimentos, rezamos por ellos, les mostramos que permanecen en nuestra memoria y que anidan en nuestro corazón. Ante la muerte es el amor quien mantiene viva la luz de las almas, los cuerpos inanimados que en su momento nos robaron todos los sentidos van quedando en paz con nuestra piel, porque es el recuerdo quien cobijó el corazón frío que nos había heredado la pérdida, para poder estar después de cierto tiempo en un estado de paz.
Días como hoy me hacen recordar a muchos compañeros que ya no están, pero que vivieron la vida de manera intensa y que tomaron muchos riesgos para poder conseguir lo que siempre visualizaron. Compañeros que con suma congruencia asumieron que la vida es riesgo o abstinencia y que la mayoría de la gente se queda en la estática sólo por no correr el riesgo de morir, pero la muerte no es algo que se pueda prever; siempre se esconde sin darte tiempo de prevenirte, porque no conoce de plazos o segundas oportunidades, está cuando debe de estar y de nada sirve esconderse.
Hay para quienes este día no significa mucho, porque el recuerdo es un tren que partió hace muchas lunas, por eso no ofrendan, ya que para ellos la vida es tan material que después del cuerpo no les queda nada. Ante la muerte tenemos dos opciones: recordar u olvidar. Es más fácil el olvido, no sólo cuando se trata de la muerte, sino también de la vida, de ahí que cuando terminamos una relación de pareja, para muchos lo mejor es negar lo pasado y guardar rencor, porque eso hace que el dolor amaine y que el olvido se torne aún más rápido, hacer como que las cosas no pasaron nos exenta de volver a vivirlas y abrazarlas. En cambio, cuando se elige el recuerdo, es inevitable pasar por toda una galería de momentos que nos llenan de dolor, pero es un dolor que va tornándose en nostalgia, ya que la felicidad se guarda como un tesoro y los recuerdos afloran, de ahí que amar sea doloroso, de ahí que no muchos lo consideren inadecuado y por eso no crean necesario realizar un ritual para acordarse de los que ya partieron.
A veces recordar los momentos maravillosos hace que la herida se reabra, pero también ayuda a que valoremos lo hermoso que pueden llegar a ser las vidas de las personas cuando se topan con la tuya. Es entonces que no podemos criticar a quien decida creer o a quien no se atreva a hacerlo; tal vez a quienes se le puede cuestionar es a las personas que quieren imponer cualquiera de estas dos formas. El punto es que en este Día de Muertos debemos valorar la vida, pero también rendirle culto a la muerte, porque ambas están dentro de nosotros y el mundo.
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