Pedro de la Hoz
“No lo vas a creer, pero 50 años en estos afanes pesan por un lado pero me levantan por otro, y no paro hasta que se comprenda que la moda, como la siento, es creación cultural, arte, y no un negocio”, me dice Francis Montesinos tras admirar los cuadros abstractos de Enrique Báster colgados en las paredes de la galería Villa Manuela, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.
En efecto, Montesinos estuvo en La Habana para celebrar los 500 años de la ciudad e iniciar las jornadas por el medio siglo de sus faenas en el diseño. Es una marca más que acreditada. Dígase Montesinos y, los que están al tanto de ese universo, lo reconocen entre los más talentosos e imaginativos creadores de España y mucho más allá de sus fronteras, por su talante rupturista e innovador.
Vende como otros; de hecho, luego de formarse como diseñador de interiores en su natal Valencia, reformuló la tienda de la familia en el popular barrio del Carmen; arma colecciones, tributa a las pasarelas y se queja de ser “un esclavo del sistema de la moda, donde tienes que pasar página de un año a otro, de una a otra temporada, porque así está dispuesto”.
Lejos, pero nunca olvidados, están los días en que anunciaba en un suelto la venta de artículos “para señora y caballero” a base de “sedas estampadas con dibujos ricos, maravillosos y exclusivos, y exquisitas muselinas”, con el gancho de mantener “estrecho contacto con los centros de París y Londres”. Desde entonces se propuso hacer de Valencia “un centro de creación a la altura de cualquiera” y “colocar la moda mediterránea”.
Esto lo ha conseguido. Que alguien de la moda acumule tantos méritos no es obra de la casualidad. Montesinos ostenta la Aguja de Oro de la Moda (1985), el Premio de la Generalitat Valenciana (1986), y la Medalla al Mérito en las Bellas Artes (2006).
Y están esos otros premios vinculados a otra de sus importantes facetas creativas. En 2004 recibió en España su segundo Premio de las Artes Escénicas por el vestuario y los accesorios para la puesta en escena de la trilogía Comedias bárbaras, de Valle Inclán, en el montaje teatral propuesto por el muy establecido realizador cinematográfico Bigas Luna.
Tres años antes había resultado distinguido por primera vez con ese prestigioso galardón. “Ah, sí, fue por El lago…”, acota cuando se lo recuerdo y la mirada se ilumina. Montesinos vistió en 2000 la nueva producción de El lago de los cisnes, de Alicia Alonso y el Ballet Nacional de Cuba.
“Alicia siempre será una reina, una artista muy especial; entendió mi propuesta y eso que era en cierto sentido atrevida”, recuerda Montesinos. Particularmente él no era un balletómano, gustaba de la danza, pero nunca pensó que le caería esa encomienda. Primero vio, como dijo entonces, “todos los Lagos del mundo”. “El primer reto fue llegar al casamiento Alonso-Montesinos”, cuenta. “Alicia quería algo más clásico –declaró a un colega español– , un Lago que fuese para siempre. Encontrar un equilibrio entre este deseo y que el nuevo vestuario no dejase de ser un producto Montesinos llevó trabajo”. La aprobación fue absoluta; la huella Montesinos se aprecia cada vez que la obra cobra vida en la escena. Ignoro si existe un registro testimonial de un acto protagonizado por el diseñador por esos días: la presentación de los trajes en la plaza de Armas, de La Habana, antes de que Alicia diera luz verde a la producción. Valdría la pena repasar la pasarela El lago del siglo XXI, que reunió a un nutrido público en pleno Centro Histórico habanero.
“El trabajo en equipo garantiza que todo salga a punto”, subraya Montesinos y menciona a un artista cubano al que respeta y admira al evocar aquella experiencia, Ricardo Reymena, autor de la escenografía renovada y actual de El lago de Alicia y el BNC. “Además –acota pícaramente–, sus daiquiríes son memorables”.
“La moda nunca me ha encasillado; al contrario, ha valido para que otros creadores se acuerden de mí”, refiere al abordar el tema de las colaboraciones. Una de las más entrañables con Pedro Almodóvar. “Pura casualidad –evoca–, Carmen Maura compró un vestido mío que se puso en Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, y luego Pedro, para Entre tinieblas y mejor aún en Matador utilizó mis diseños”. De igual modo se emociona cuando rememora su labor para “un genio de la danza”, su compatriota Nacho Duato.
¿Por qué La Habana nuevamente? “Siento a esta ciudad como mía, y a su gente también y me gustó que los 50 años de mi vida artística comenzara a celebrarlos aquí y, por qué no soñar, que culminaran aquí”.
Propició el nuevo encuentro la directora general de Cultura y Patrimonio de la Generalitat valenciana, Carmen Amoraga, quien pronunció la conferencia 50 años de moda y libertad en España, en el Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba, tomando la obra de Montesinos como pivote. Y Montesinos se mostró en el foro Arte y Moda, iniciativa del maestro cubano Rafael Méndez y el regisseur Juan Carlos Marrero Urquiola, también en Bellas Artes, con una pasarela espectacular. Los asistentes probaron el bocado como aperitivo de lo que será en marzo próximo de la muestra conmemorativa del cincuentenario en el Museo valenciano, curada por el experimentado Amador Griñó.