Paloma Bello
De Teatro y respuestas…
Querido Fernando: En tu artículo del pasado martes, titulado Estimada Paloma (supongo que dirigido a mí) formulas 11 preguntas relacionadas con el teatro que se hace en Mérida, sin aclarar los géneros. Quisiera ayudarte a resolver tus dudas, pero existe un impedimento.
Cuando publiqué mi libro Así que pasen 50 años, en 1994, requerí de un lustro hasta verlo en prensa. Realicé la investigación periodística (Hemeroteca en la tarde y entrevistas en el día) en los años 1987, 1988 y unos meses del 89, tiempo que radiqué en Mérida. Al retornar a Nuevo Laredo, me llevó otro tiempo procesar los datos, ordenarlos y escribirlos durante las tardes, y después un tiempo más para que la Universidad de Yucatán aprobara su publicación.
Menciono esto como antecedente, porque después de aquel periodo, perdí contacto con el movimiento escénico de Mérida y, aunque últimamente he regresado a esta ciudad a pasar temporadas más largas que otras veces, no he tenido oportunidad de involucrarme con las actividades que se llevan a cabo.
De lejos, he observado la falta de participación de la sociedad civil con el movimiento cultural en general. Aparentemente, solo la Orquesta Sinfónica de Yucatán y el Museo García Ponce cuentan con un patronato en su conformación. También he observado, a través de eventuales lecturas en la prensa o en las redes sociales, que muchos grupos artísticos, igual que hace más de sesenta años, se siguen quejando del gobierno y demandan más becas aunque casi siempre sean los mismos quienes las reciben.
Entiendo que los patronatos deben servir para: realizar el trabajo de procuración de fondos a través de la iniciativa privada y de la sociedad civil; difusión de eventos e incluso la capacitación de jóvenes voluntarios para fungir como edecanes, brindándoles uniforme y también alimentos cuando se trate una temporada breve como festivales o ferias. Ser miembro de un patronato significa amar la causa que se sirve, trabajar para ella en el rubro que le toque cubrir, desde la tarea más humilde hasta la más complicada, sin tener como meta el figurado en las páginas de sociales. Debe quedar instituido que los miembros de un patronato no deben ver retribuida económicamente su labor.
Quedando establecida la costumbre de propiciar patronatos en favor del arte y la cultura, la fórmula ideal sería trabajar conjuntamente con los gobiernos estatal y municipal de forma tripartita. Por ejemplo, en el caso de un magno festival como lo fue el Ficmaya, el gobierno podría encargarse de los honorarios de conferencistas y artistas; el Ayuntamiento, de los viáticos y el hospedaje, y el patronato, de la organización general con el apoyo de la Dirección o Secretaría de Cultura. Cabría mencionar que para un mejor desempeño, los titulares de estas dos oficinas pudieran ser promotores culturales profesionales, que son los que realmente conocen y saben gestionar los programas de soporte, sin ambiciones políticas.
Retomando el tema del teatro, durante años he sugerido la necesidad de volver a crear una compañía estatal de teatro, como se hizo en tiempos del gobernador Francisco Luna Kan. Una compañía cuyas producciones y sueldos de los artistas y los manuales deberían estar a cargo del gobierno, y las demás necesidades a cargo de su patronato, apoyado para ciertos desempeños, por la Dirección o Secretaría de Cultura. Procediendo de la misma manera, el Ayuntamiento podría fundar la compañía municipal de teatro. Así, una se dedicaría al teatro clásico, y la otra, al teatro contemporáneo, con funciones gratuitas obligatorias para estudiantes. (Jamás dejaré de agradecer que mi hijo, siendo alumno de la secundaria federal No. 1, conociera a Shakespeare con la puesta de Sueño de una noche de verano, en el Daniel Ayala, que le proporcionó puntos para la materia de Literatura).
Continuará.