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Cultura

Ecos de mi tierra

Luis Carlos Coto Mederos

411Tribilín y el cazador perdidoEL CAZADOR

Bueno, señor, yo quisiera

sin hacer ningún reproche,

me deje pasar la noche

aquí, de alguna manera.

Un rinconcito cualquiera,

una silla o un sillón,

con esta preocupación

que me tiene así deshecho,

lo que necesito es techo

que alivie mi situación.

EL ANCIANO

Bueno, señor, yo me obligo,

le contestaba el anciano,

tratándolo como hermano

tanto más que como amigo.

Tendrá que dormir conmigo

acá en mi camastro ruin,

en la pila de aserrín

o en el banco de madera,

a no ser que usted prefiera

dormirse con Tribilín.

EL NARRADOR

Un perro se dibujaba

en el ángulo cercano,

pero el cazador ufano

con apuro contestaba.

Sin vacilar aceptaba

como mejor solución

ya definir la cuestión

de aquel problema complejo,

y se acostó con el viejo

sin mayor vacilación.

Ya en el preciso momento

en que fuera a levantarse

algo para deslumbrarse

lo dejó sin movimiento.

Al ver en el aposento

una figura preciosa:

una mujer muy hermosa,

de extraordinaria belleza,

que inclinaba la cabeza

en actitud amistosa.

EL CAZADOR ¿Quién es usted, señorita?,

le pregunta el cazador,

y aquel ángel seductor

dibujó una sonrisita.

TRIBILIN

Yo vivo en esta casita

según usted mismo ve,

y mejor le explicaré

para que lo sepa al fin

que me llamo Tribilín:

la hija de don José.

Domingo Amador

412El felino parlanchín

No sé en qué país surgió

un felino parlanchín

y puso en serio trajín

al hombre que lo crió.

Tanto, que el tipo pensó

sacarle plata al asunto.

Propaganda y un conjunto

de mentiras y sandeces:

mínimo maulló tres veces

pidiendo su papa… y punto.

Araceli de Aguililla.

413De cómo la mula tumbó a Genaro

Genaro era un vendedor

que por los campos andaba

y la vida se ganaba

comerciando al por menor.

Vendía todo: un colador,

dulces, queques, golosinas,

agujas gruesas y finas

y otras cosas de intercambio

para recibir en cambio

huevos, pollos y gallinas.

Su medio locomotor

era una mula briosa,

y siendo muy resabiosa

marchaba de lo mejor.

Ahora puedo, sin temor

y con lenguaje bien claro

explicarle, amigo caro,

seguro, porque lo sé,

la manera y el porqué

la mula tumbó a Genaro.

Una tarde tempestuosa

que Genaro regresaba,

su cesta colmada estaba

de huevos, no de otra cosa.

Cayó un rayo, y la briosa

mula saltó sin reparo,

y el jinete sin amparo

fue al suelo, y también cayeron

los huevos y se rompieron

en la testa de Genaro.

Un huevo sano quedó

y Genaro con rudeza

se los lanzó a la cabeza

de la mula y lo escachó.

A partir de aquí surgió

esta leyenda, y no es raro.

Y ahora con mi cuento paro

con satisfacción y aplomo,

porque ya he contado cómo

la mula tumbó a Genaro.

Carlos Delgado León

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